martes, 6 de enero de 2015

La lección de James Cameron



La lección de James Cameron

           
    
"Ni siquiera tengo una foto de él, ahora solo existe en mi memoria" 
 James Cameron,  guionista y director de Titanic.

                              Corre el año 2013. Un millonario invierte una fortuna para conocer el punto más profundo y oscuro del océano, la fosa de Las Marianas.  Se trata del director de Titanic, James Cameron. Aunque será el segundo en descender hasta el abismo—ya Piccard había bajado hace más de medio siglo—, lo hace a unos 37 km del lugar que antaño fue noticia. Espera encontrar nuevas especies y apreciar lo que ningún humano aún ha visto.
                  Su aparato tiene buenas luces para iluminar las profundidades. Él va encajado como un carozo en el medio de un durazno un poco más grande que un durazno. Tiene una escotilla a sus espaldas, por donde ha ingresado.  Entre su instrumental destaca una pantalla de unas 20 pulgadas, como un televisor mediano que tiene que ver  a menos de 30 centímetros. Al tacto tiene mil funciones. Por medio de este aparato, que de seguro le trae reminiscencias de  su arte y de su labor como director, puede ver el exterior y al centenar de asistentes que, preocupados, aguardan en el barco nodriza.
                Son 11 kilómetros para abajo. El viaje le deparará una hora y media. No pasaron ni 2 minutos y toda señal de luz natural y de vida han desaparecido. Los minutos, los kilómetros se suceden. Los reflectores de la nave lo escudriñan todo, pero no hay seres vivos por ningún lado. Pasa el tiempo con la lentitud con el que la erosión fabrica la arena de los relojes. Parece que ni se mueve. James siente que está realmente sólo por primera vez en su vida. “Esto debe ser más sublime que el espacio”, razona. En una ventana de la pantalla ve, casi como en sueños, a  uno de sus asistentes, que de seguro también contempla lo que él contempla ahora: nada.  Inesperadamente los sensores indican el final del mundo a menos de 30 metros. Cameron toca algo sobre la pantalla. La nave se detiene y los reflectores apuntan con intensidad hacia abajo. Nada se logra divisar. El descenso de la nave y las altas presiones han generado un mar de arena, polvo y partículas que todo lo envuelve. Cuando esa nube se disipa, unos minutos después, tampoco hay novedades. Pone en marcha el durazno, lentamente, como para plantarlo sobre el fondo. De repente se queda sin aliento. Allí está el abismo. Luego de un tiempo que se hizo eterno, ve en la pantalla el fondo del océano. El asistente le pregunta como está y él se olvida de responder.  Es el espectáculo más acogedor que jamás pensó ver. Una llanura en todas direcciones, lisa, vacía, sin vida.  Sabe que esa llanura no debe tener muchos kilómetros, pero los reflectores abarcan un diámetro de sólo  50 metros en torno a la nave. Se agita en su asiento. Hace un movimiento que lo deja como la Alegoría del día, de Miguel Ángel: torciendo el cuello como para quebrarlo. Los asistentes se preocupan y lo interrogan, desesperados. James contesta: “Voy a la escotilla. No bajé para ver este espectáculo por una pantalla. Quiero verlo con mis propios ojos.”
                Transmití esta anécdota que encontré— más prosaicamente— en el número de junio de 2013 de la revista National Geographic.  La víctima fue el cuñado del medio hermano de mi amigo el ferretero.  El tipo todavía no puede entender el alto valor que le doy al hecho de tener una vivencia plena de los momentos más perdurables de la vida. No tomo fotos, no grabo, y cuando  me miran incrédulos, me río (whisky).  El momento es irremplazable y no veo con buenos ojos eso de tener una parte de nuestra mente siempre alerta al instante oportuno de hacer clic. Esas costumbres sacralizan el recuerdo y celebran las apariencias. Pero omiten lo más importante: el presente. Conozco gente que nunca estuvo en las cataratas, pero las filmaron todas. Y no sacan una foto, que es todo lo que quería Rose. Es al por mayor. “Parate ahí. No, con él ya te sacaste, ahora con José” Y así me dejo sacar la foto. Después todos las suben a facebook, las comparten, las etiquetan y  las explican. Yo lo agradezco, por si alguna vez se me ocurre recordar algo que vi con mis propios ojos.

Donde está la persona



Donde está la persona

            Sabemos que la obra de arte es independiente del artista. La obra tiene vida propia, como un hijo o una mascota. A lo largo de las épocas puede adoptar diferentes significados. Más aún, al momento en que cada uno de nosotros tenemos una experiencia estética multiplicamos ad infinitum los significados que puede asumir la obra, y la obra termina estallando en infinidad de interpretaciones. Pero la obra, materialmente, sigue idéntica a sí misma, acaso un poco más viejita, tal vez un poco más deteriorada, y en casos extremos directamente irreconocible, muerta, pero siempre independiente.
El artista es la causa eficiente de la obra, el que la consagra, la esculpe, la pinta, la brinda.  En los mejores casos es  un médium que interactúa con fantasmas que están del otro lado, en la cara oculta de las estrellas más luminosas. Es el que trabaja con muñecos, pinchándolos con pinceles y plumas. El que trabaja con y por nosotros.  Un altruista. Un mecenas del alma.
Pero cual es esa persona que permanece eclipsada tras la obra. Es imposible saberlo. Directamente sólo tenemos trato con las obras y los prejuicios. Leonardo, en nuestras mentes,  ya está pasado por el tamiz de la genialidad. Sus soretes, concluimos, debieron de ser geniales. Su discípulo, Salai, se nos ocurre digno, noble, precioso, aunque haya dado a la posteridad un engendro horripilante como la Monna Vanna.
Pero, no obstante, nos fascinamos cuando asoma la persona, como en la Alegoría del día, de Miguel Ángel. Nos fascina. Ese rostro está inacabado.  Hay quienes quieren que ese es el rostro del dios Sol, ese mismo al que le cantaron los egipcios y Pity Álvarez. Otros conjeturan, idealistas, que sería, en el fondo, una alegoría del fuego, de los deseos de libertad, de la ira desatada, de la venganza. En general se trataría de alegorías de cosas que comúnmente vinculamos con aspectos negativos. Pero, lo cierto es que está inacabado. Interesante creer en esas confabulaciones de la crítica, pero no me llenan. 
Me sumo a aquellos que consideran ese rostro inconcluso como lo más fascinante de la obra. Arriesgan algunos que hay un mensaje en ese inacabado. Vaya uno a saber. Pero la verdad es que vislumbro en ese rostro que no llega a serlo al artista y, con un poco de esfuerzo, a la persona. Está aquí, sin dudas, la huella del artista, la impronta del escultor. Miguel Ángel revive ante nuestros ojos. Esforzandonos revive como persona, como si aún trabajara la materia. Hemos llegado al ser humano de carne y hueso.
            Lo mismo podemos decir de Jackson Pollok. El capo caminaba sobre los lienzos y dejaba su huella, literalmente. En algunas de sus telas incluso podemos percibir el derrotero, el itinerario que siguió, o sigue, porque aún parece que está trabajando, en trance, dejándose llevar por los espíritus que lo han hechizado, danzando, como un verdadero médium.
Sin embargo, desde hace un tiempo hemos hallado la forma más idónea de llegar a las personas: los famosos “arrepentimientos”.  Hoy, por mediación de divinos rayos x y de toda una parafernalia de tecnología que nuestros ancestros nunca sospecharon, desnudamos las telas y vemos el proceso creador del artista y las dudas inocultables de la persona. Por dar sólo un ejemplo: sabemos, incuestionablemente, que Velázquez  concibió muchas veces La rendición de Breda. Pensó banderas donde hoy vemos las famosas lanzas; dibujó los dos brazos sobre los hombros del perdedor; puso al caballo que está en primer término mirando de frente al espectador; cambió el paisaje sutil del fondo innumerables veces. Porque los arrepentimientos nos revelan las dudas y los desaciertos de Velázquez, donde habitó—y habita— la persona. Porque sí, fue humano. Y también otras cosas. 


sábado, 3 de enero de 2015

Horror por el vacío



Horror por el vacío


El tiempo pone en ridículo muchas afirmaciones o apreciaciones. El lavatorio es una obra maestra del Tintoretto.  He visto un documental de la Televisión Española, donde se vierten opiniones sobre el grandioso cuadro, una más inapropiada que la otra.  Claro, el programita tiene unos 30 años, y muchas de las cosas que allí se dicen, hoy  no las suscribiría nadie. O al menos eso es lo que yo pensaba…
               Por doquier pude toparme con la desacertada idea de que el perro está en el centro de la escena por pura genialidad del maestro. También, por casi toda la web, se dice que otra de las atracciones de la pintura está en el hábil  manejo de la perspectiva.   
             Hoy sabemos que para decir algo más acertado tenemos que vincular ambas cosas: el perro y la perspectiva. Si Cristo no está en el centro de la escena, eso no se debe a la irreverencia del pintor. — Y menos tratándose de Tintoretto, que era un maestro de la escena que no quería problemas —. Cristo se encuentra a la  derecha porque desde ese lugar ingresaban los que visitaban la estancia donde el cuadro fue emplazado originalmente. Más aún, está de frente al que entra. Entonces, para el que llegaba, la enorme figura de Jesús y todo el entramado de perspectiva que subyace los obligaba a ver todo antes de reparar en  el cuadrúpedo.
Sin embargo, una vez adentro, es innegable que un cuadro de dimensiones monstruosas como este nos invita a ver el bichito, que parece que anda como olfateando algo raro. Entonces la explicación sólo es satisfactoria a medias. La página del Museo del Prado dice que Tintoretto se estaría inspirando en el cuadro de otro veneciano, Bassano. Es más, afirma que el cuadro que tenía en mente era  Dos perros de caza atados a un árbol. Pero esto tampoco me satisface porque se trata de una obra donde los perros son los protagonistas excluyentes.  
¿Pero es la única obra del Tintoretto que tiene por protagonista al mejor amigo del hombre? En una de sus versiones de La última cena y en Cristo en casa del fariseo procede de igual modo. Vemos un espacio libre donde destaca un perrito.¿Casualidad?
Busqué. Así dí con el programa de la Televisión Española que ya está para jubilarse. Aunque parezca increíble, un médico es el que explica a Tintoretto. No es que el tipo  no sepa—y no me quedó claro si sabe o versea—pero en las letras del zócalo de la pantalla lo presentan de esa manera: “Alberto Portera: Médico”, de no creer. Este galeno afirma que el perro está puesto ahí para compensar no sé que cosa: ¿los desequilibrios de los cuatro humores de Hipócrates? Me enfermé. Después una mujer, que no declara su profesión— ¿veterinaria?—se deshace en elogios por el can o, para ser más precisos, por el hallazgo del artista.
Pero no he encontrado lo que quería. No me formé en medicina, sino en filosofía y en circo, lo cual me condiciona a ver las cosas desde otro aspecto.
En el último escrito de este blog apuntaba sobre lo revolucionario de un cuadro del siglo XVII que es obra de Samuel van Hoogstraten. En el mismo se muestra el pasillo de una casa y una habitación al fondo. No hay ningún personaje. Era tan infrecuente ver un pasillo vacío de seres humanos que eso generó inquietud. Entonces alguien le dibujó un perrito y una nena, para calmar la angustia. (Hace pocos años las adiciones fueron afortunadamente borradas). Con este cuadro de Tintoretto se me ocurre que pasó lo mismo. Imagine un perro de esa época. Mugriento y pulgoso sería lo mínimo que a uno se le ocurriría, máxime si tenemos en cuenta que la casa se ubica en Venecia y que, al fondo, vemos que está abierta de par en par. Incluir un can así junto a Cristo, que está lavando a unos apóstoles que—se deja ver— hay que descalzarlos porque no se ensucian ni las plantas de los pies, parece raro.
 Quizás tenga razón el doctor y se trate de una operación en la tela con el noble fin de compensar los desequilibrios. O tal vez se trate de una genialidad temeraria del maestro Tintoretto, como quieren muchos. Yo creo más probable que la genialidad del veneciano fue dejar libre ese lugar,  hasta que lo apremiaron para que llene ese vacío insoportable y angustiante. Si nos fijamos en La última cena y en Cristo en casa de los fariseos veremos que el perro está como aislado, un poco incongruente en el contexto, como que fue introducido a regañadientes. Por lo menos así lo veo yo. Desde la mirada del doctor, de la veterinaria o del payaso, todos tenemos una perspectiva. 


Documental TVE:
Museo del Prado, comentario:
Sobre perros y Bassano.

En Venus, Vulcano y Marte, el perro cumple una función obvia.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Sólo vemos lo que podemos ver




Sólo vemos lo que podemos ver

           
Daniele Da Volterra, Descendimiento de la cruz
La anécdota es conocida, y voy a recrearla para no aburrir al lector. Miguel Ángel se estaba muriendo. Junto a él se encontraba Daniele Da Volterra, que era como de la familia. Había sido su discípulo, su amante y su modelo. Su rostro ha sido reconocido en varias obras del maestro. Por supuesto, Miguel Ángel le pasaba plata. Y ahora, en el final, Daniele se había transformado en su enfermero. Entre esputo y esputo, le secaba el sudor de la frente, lo peinaba, lo afeitaba, lo lavaba. Siempre fue muy sucio don Miguel, de modo todo esto lo padecía grandemente. Pero ese día estaba resignado, el poderoso cardenal Ghislieri, viejo enemigo del artista, pasaría por su domicilio a pedirle un favor. Según le habían adelantado unos buchones, que nunca han de faltar, el prelado no veía con buenos ojos los desnudos de la Capilla Sixtina, en especial los del Juicio Final. Cuando anunciaron su llegada, Daniele le estaba cambiando la ropa al maestro, que frecuentemente quedaba con manchas de sangre, víctima de los esputos. La entrevista fue breve. Ghislieri dijo lo que ya sabemos, y para ser persuasivo, le dio a entender que el próximo Papa iba a ser él, subrayando la precaria salud del actual pontífice, “que está tan débil como vuestra merced”. Para sorpresa de don Miguel, el cardenal canceló la visita abundando en elogios hacia El Juicio Final y sólo pidió que se ocupe de tapar los penes. Cuando se retiró, el genial maestro y su mediocre aprendís, mantuvieron la siguiente conversación.
— Si alguien osara ocultar aunque sea un poco tu grandiosa obra juro que no daré respiro hasta  reparar semejante daño sacando esas manchas con la misma prontitud con que lavo tus ropas. —dijo Daniele— Y juro por esta sangre…
—Tranquilo, querido amigo— contestó el maestro cuando la garganta se lo permitió—. Evidentemente no tienes seso y eres muy presto cuando se trata de arribar a pensamientos  concluyentes  que nada solucionan.
            Daniele contestó luego de una eternidad, cuando pudo digerir las palabras de su maestro.
—Pero de todos modos, eres viejo, estás débil y enfermo como para emprender tan ciclópea tarea.
            Miguel Ángel, a pesar de sus 88 años, no había perdido una sola neurona, y rápidamente entendió cuatro cosas: que su discípulo estaba herido, que lo trataba de humillar, que tenía razón— al menos en lo que tocaba a su estado de salud— y que tenía como enfermero a un bobo que no había entendido en absoluto lo que había venido a decir el cardenal. Fue directamente al asunto:
—El cardenal va a ser Papa en breve. Sabe que me estoy muriendo y quiere que sea yo mismo el que designe a la persona encargada del trabajo. —Miguel envolvió al otro con una mirada significativa y un silencio elocuente. Pero tuvo que seguir hablando porque  Daniele no entendía. — Al menos uno de los míos va a ser más prudente y va a tratar la obra con más respeto. — Más de lo mismo—. Necesito… necesito… necesito dormir. Apaga la luz.
    ¿Seguro que no necesita nada más, maestro?
    Si. Me quiero morir.
Y Daniele pensó por un segundo aplicarle la almohada sobre el rostro. Pero sólo por un segundo.

Daniele da Volterra se encargó de tapar los penes del Juicio Final y pasó a la historia por su  infamante apodo: il Braghettone. Sin embargo, fue su propio maestro el que le encomendó la tarea. Sabía que su discípulo era un artista que conocía la obra  y que sentía devoción por él. También sabía que era incapaz de alterar mucho el Juicio Final y que carecía de imaginación, hasta para eso. Y, claro, lo más importante: era de un pensamiento tan literal que iba a realizar la tarea tal cual las instrucciones de su maestro. Así y todo, la posteridad lo puso en el papel de villano. (Y aún nos reímos de su Descendimiento de la cruz, donde están todos tapaditos).


    
Marcel Duchamp. Una de sus tantas versiones de La Gioconda.
 
Alterar obras es una práctica vieja como la pintura. Sólo en el último siglo hemos entrado en ese respeto sacro a los grandes cuadros, —y a los que no son tan grandes también—. Marcel Duchamp, ayer nomás, le adicionó unos hermosos bigotes
y una barbilla a la Gioconda. La intituló L.H.O.O.Q. letras que leidas de corrido en francés se entiende como "ella tiene el trasero caliente". Como no se sabe el sexo de la (o el) modelo de Leonardo, esto trajo mucha cola en su momento. Eso sí, Duchamp es del siglo XX, así que toda su osadía se tuvo que restringir a una copia, porque si tocaba la original lo prendían fuego.
          ¿Pero qué pasaba antes de Duchamp, incluso antes de Miguel Ángel?  Normalmente estas alteraciones tienen que ver con una mentalidad o una coyuntura de la época. A Adán y Eva Masaccio los pintó desnudos a comienzo del siglo XV, pero doscientos años después, en plena inquisición, les pusieron unas hojitas ahí abajo. Como esto tampoco funcionó—el fresco está en el interior de una iglesia—lo ocultaron. Nunca se olvidó totalmente la existencia de la obra, pero cuando la volvieron a exhibir la mentalidad de la época era otra, diferente a la época de Masaccio y diferente a la época de la Inquisición. El siglo XX entendió como algo normal que las épocas pretéritas fueran más castradas, y con este juicio incluían al gran artista.  Quién no ha escuchado hasta el cansancio que la Edad Media fue un período de oscurantismo donde se quemaban herejes por doquier. Sin embargo, la inquisición surge en la modernidad, cuando lo prenden fuego a Giordano Bruno y lo apretan a Galileo. En otras palabras, en el medioevo no había problemas en mostrar desnudos, incluso en el interior de las iglesias. Masaccio no fue un irreverente, fue un enorme artista. Es por eso que se tardó tantos años en restaurar la obra y volver a  apreciar a Adán y a Eva en toda su desnudez. En cierta forma, la gente de hoy no es más evolucionada que la del medioevo. 

¿Pero qué es lo que pasó en el medio para que se cubran las obras de Masaccio y de Miguel Ángel, entre muchos otros? ¿Qué pasó en el medio para que las mentalidades cambiaran tanto? Respuesta: la Contrarreforma. Como se sabe, este fue un movimiento Católico para contrarrestar los avances del protestantismo. El mismo abarcó todos los órdenes de la vida, y no es pertinente que ahora nos embarquemos en eso, pero, créanme, lo abarcó absolutamente todo. Eso significa algo muy importante, que por el miedo y el adoctrinamiento  las gentes empiezan a convencerse  de ciertas cosas: por ejemplo que el sexo y la desnudez son lo mismo, (y yo creo que hasta hoy nos llega ese problema). Son los tiempos en que se impone el celibato a toda la jerarquía de la iglesia, y no es dable pensar que justo en la Capilla Sixtina, que es donde se elige Papa, se muestren muchos penes, por muy artísticos que estos sean.[1]

Rafael, La sagrada familia Canigiani
Sin embargo, en lo que respecta a alteraciones de grandes obras, hay para todos los gustos. Tenemos el caso de La sagrada familia Canigiani de Rafael, alguien le adicionó unos querubines para tapar las partes deterioradas de la pintura. Esto se hizo en el siglo XVIII, cuando todos los artistas incluían muchos puttos—es el nombre técnico de esos querubines que en realidad son bebés regordetes con alas—, y por eso era normal que a quien mirara la obra le pareciera algo original de Rafael. (De hecho el mismo artista que la alteró pensaba que le estaba haciendo un bien).
¿Y qué decir de los recortes? Esto fue muy habitual con los retablos de la Edad Media. Por ejemplo: tres tablas componían un tríptico. Primero se repartieron, por diferentes motivos, una tabla a diferentes ciudades. Pero, como si esto fuera poco, luego se segmentaba cada una de esas tablas en tres o cuatro partes. Es así como tenemos hoy el mismo retablo pero en siete partecitas, en siete museos distintos. Considere la cabeza de la virgen en Londres y el cuerpo en Tokio.[2]  


Tal vez la alteración nunca quede mejor camuflada que cuando se le quita algo al cuadro. Justamente eso es lo que le pasó a La amonestación paterna de Gerard Ter Borch. Este es uno de los grandes artistas que pasan desapercibidos al común de la gente. Y buenas razones hay para ello.
Antes de seguir, me gustaría que ustedes, hombres y mujeres del siglo XXI, miren el cuadro…
 
 Gerard Ter Borch, La amonestación paterna



Goethe escribió sobre La amonestación paterna en Las afinidades electivas, de 1809:

(…) que se conoce como "Admonición paterna" de Ter Borch, y ¡quién no conoce  esa pintura! Un padre noble y con aspecto de caballero se encuentra sentado con las piernas cruzadas y parece que trata de hablarle a la conciencia de su hija, que se halla de pie ante él. A ésta, una impresionante figura envuelta en un vestido de satén blanco con muchos pliegues, sólo se la ve de espaldas, pero todo su ser parece indicar que trata de contenerse. De todos modos se puede deducir que la admonición paterna no es violenta ni vergonzante por la cara y los ademanes del padre; y en cuanto a la madre parece que trata de disimular cierto apuro mirando al fondo de un vaso de vino que está a punto de beber.

En resumen, Goethe—y con él toda su época—veían en esta obra de Ter Borch una escena moralizante. Con un gran poder sugestivo, vemos al padre diciéndole a la nena algo así como “la próxima vez te vas a la cama sin postre”.  Y es necesario aclarar que el título lo pusieron ellos, porque Ter Borch y sus contemporáneos no titulaban sus obras.
Hace unos años se le hizo un estudio a la pintura con alta tecnología y se descubrió una cosa notable. Alguien, en algún momento, le borró al padre una moneda de entre los dedos. Esa ignorada persona sabía muy bien porqué lo hacía. Al proceder de esta manera estaba borrando algo que sus contemporáneos seguramente hubieran entendido. (Luego, en tiempos de Goethe hubiera sido lo mismo que se vea o no la moneda, porque la mentalidad ya era otra). Del resto  se encargaron los arqueólogos del arte. La chica de espaldas es una prostituta. Lo que se divisa al fondo, de espaldas, es una cama, enorme, provocadora. Transcribo lo que nos dice un estudioso del cuadro:

Hoy en día se sabe más sobre las convenciones de la pintura holandesa y el cuadro de Gerard Ter Borch ha recuperado el significado que realmente tuvo en su momento: la venta de favores sexuales. El hombre es demasiado joven para ser el padre de la chica, va vestido de soldado y sujeta sobre sus piernas un sombrero lleno de plumas, que generalmente simboliza la ostentación, el derroche y el vicio. La viejecita que le está dando al tarro no es una modesta ama de casa, sino una alcahueta. Y la chica del impresionante vestido de satén gris perla está a punto de venderse al soldado por dinero. La cama con dosel del fondo, el perro, la vela apagada y torcida y la cinta tirada con descuido sobre la mesa…[3]


Sin embargo, se equivoca, al menos en parte. La respuesta viene dada por otra pintura, que también, extrañamente, analiza este autor. Se llama, Vista de un corredor y es de un tipo que desconocía pero que es interesantísimo, Samuel van Hoogstraten, y andá a saber como se pronuncia… Mírenla.


Hoogstraten, Vista de un corredor


Hoogstraten era contemporáneo y compatriota—paisano, se diría entonces—  de Ter Borch. Sí, al fondo de un corredor desierto está La amonestación paterna. Pero lo que vemos es la parte izquierda de la pintura, que evidentemente fue amputada del original. En otras palabras: vemos al cliente y a la prostituta. Obviamente, un contemporáneo hubiera repuesto inmediatamente aquello que nosotros no vemos: la madama y el vividor, que ahora sabemos que está amonestando a la pobre muchacha. (De hecho el cuadro del fondo no parece incluir toda la escena, pero lo que realmente importa es la sugerencia.)
Ahora bien, la genialidad de Samuel van Hoogstraten está en un hecho infrecuente en un artista del siglo XVII. Nos muestra un pasillo vacío. Esto ya había sido advertido por los críticos de arte antes de que se produjera el efecto dominó que desencadenó La amonestación paterna. ¡Y es precisamente por eso que más pronto que tarde borraron una nena y un perrito que pusieron dentro de la habitación! Este interventor no sospechaba lo que la tela significaba, simplemente entendió que la tela estaba inacabada, porque juzgó como algo anormal un ambiente vacío. Vista de un corredor es casi un anticipo de la pintura del siglo XX, o acaso de los decimonónicos zapatos de Van Gogh, que analiza Heidegger. Aunque, claro, la intención de Samuel no era esa, lo cual ahora entendemos. Si se fijan hay varios símbolos, entre  los cuales la llave puesta en la cerradura no es menor. ¿Y qué decir del libro sobre la mesita? Si razonáramos como Daniele llegaríamos a la conclusión de que se trata de una prostituta muy culta o de un cliente muy instruido. No, claro que no es eso. Más que un ama de casa sería lo que hoy conocemos como “Departamento privado”.
Pero hay más. La osadía de Samuel no tenía límites. Dicen que su obra más famosa es un Peepshow: una caja con una ranura por donde vemos el interior de una casa, como si espiáramos por una cerradura. Además de ser un alarde de perspectiva, tiene un detalle. Casi como al descuido, en la cama de la habitación se ve una mujer acostada, apenas insinuada.

Hoogstraten, Peepshow

Todas estas pinturas nos dejan una enseñanza. Sólo vemos lo que nuestra época y nuestro entorno nos permite ver. La estigmatización social de la prostitución barata, así como la trata de blanca,  ha eclipsado a la otra, la que practican esas chicas que llamamos “damas de compañía”, que muchas veces tienen autos de categoría, buenos perfumes y buenos clientes. Son las que se muestran con cualquier empresario, político, incluso en la televisión, y nadie— con la inocencia de Daniele— sospecha que hay plata en el medio. Esta prostitución no es menos masiva que la otra. Son negocios sucios, que se suelen llamar “agencias de modelo”, y que, entre otras,  la señora Moria Casán regentea de la misma manera que la señora que aparece bebiendo una copa en la obra de Ter Borch. Traduciendo: ¿qué esperábamos ver en la prostitución del siglo XVII? ¿Ligas?, ¿cachas?, ¿piel desnuda en la cima de un polder o frente al Coliseo romano? Caravaggio estaría de acuerdo conmigo. Cuando usó de modelo una prostituta para hacer el rostro de la virgen María lo increparon.  Él respondió: “sólo ven prostitutas donde hay pobreza”, en referencia a que todos los artistas las usaban, pero él recurría al servicio de  chicas humildes y no tan esculpidas. Porque eso mismo es lo que se hizo por siglos. Una prostituta cara posaba para realizar una escultura, y luego la misma sociedad que condenaba la prostitución aplaudía la estatua.

Para cerrar, les dejo estas pinturas, de otros contemporáneos de Ter Borch, y que como todos ellos, nos recuerdan al genio de Vermeer. Una es La mujer enferma de Jan Steen . (Pistas: El cuadro de arriba del armario, que no se ve bien, muestra dos amantes. Arriba del otro armario hay un cupido. Cuando aparece una mujer con una carta entre sus manos, en un cuadro de entonces, es señal de una infidelidad. Ah, y la mujer no está enferma: está embarazada. Yo aún no me explico como durante siglos se pretendió que el tipo que le toma el pulso era  doctor?) La otra es de Pieter de Hooch, La mujer y la sirvienta. El resto lo piensan ustedes…

 Nota: Agradezco las sugerencias de Carlos Rey.  

Jan Steen La mujer enferma






Pieter de Hook, La mujer y la sirvienta



Breve  bibliografía virtual






















[1] Hace menos de 20 años, que en términos históricos no es nada, se terminó de restaurar El Juicio Final, con sus desnudeces (no todas, pero al menos las que se pudieron recuperar). No casualmente el Papa Francisco deslizó algunas palabras en contra del celibato. Yo no creo que esto sea casualidad. Me parece que progresivamente estamos entrando en otro tipo de mentalidad.
[2] También podríamos considerar los denodados esfuerzos diplomáticos, con los  innumerables viajes a tal efecto y los elevadísimos costos de todo tipo, que se invierten con el noble fin de restituirle la cabeza a la virgen
[3] En Harte con H, Buscando pistas en la casa vacía. http://www.harteconhache.com/2014/07/buscando-pistas-en-la-casa-vacia.html

lunes, 29 de diciembre de 2014

Un ejemplo para buscar



Un ejemplo para buscar (o Poética del blog)


           
Batalla de Anghiari.  Rubens, de un original de Leonardo da Vinci desaparecido
Ayer el marido de Verónica  puso en cuestión la Wikipedia como herramienta de trabajo intelectual, a raíz de un desafortunado comentario mío a las vísperas de soplar las velitas. Se armó un despelote descomunal en donde no faltaron los improperios y las faltas de respeto en todas direcciones. Todo, por supuesto, en un altísimo nivel intelectual. El marido me tachó de “mameluco”, en su acepción de “necio y bobo” y yo le retruqué “jesuita”, en el sentido de “falso e hipócrita”. Tenemos la mala costumbre de buscar aliados en cualquier discusión que mantenemos. De alguna manera, suponemos que tenemos más razón por una simple cuestión aritmética. Y los números le estaban dando la razón a él, porque casi todos estaban de su parte. Entonces, para ganar de una vez lo que ya era una batalla campal, el marido de Verónica sacó un cuchillo y lo alojó sobre la segunda costilla cervical derecha de Juan Manuel (que estaba de mi parte).  Juanma emitió el sonido mudo de un tigre herido, antes de morir. Viéndome sólo y rodeado, me rendí.
            Esto que usted acaba de leer pudo haber—o pudo no haber—sucedido en el cumpleaños de Verónica. De querer investigar el asunto a usted no le queda otra que preguntarle a Vero o a su dorima o a la morgue de Quilmes. En cualquier caso a nadie que no seamos nosotros le interesa el tema. Podría subir un videito a una red social o una entrada a la Wikipedia.  Daría lo mismo. No es un dato que interese a extraños. Y menos si no hubo discusiones, asesinatos y la pasamos estupendamente bien. Esa es la principal diferencia entre Wikipedia y el resto de las redes sociales. Porque la Wiki es una red social encubierta, pero que interesa y es interesante a escala global.

Buscar en la Wikipedia es peligroso. Pero a la vez nos puede ahorrar un tiempo grande y un trabajo enorme. A pesar de los riesgos inherentes a una enciclopedia social, todo depende luego de saber buscar en la Web información complementaria y que certifique los contenidos. Por supuesto, ningún trabajo serio debería referirse a este sitio. Para eso están los maravillosos links externos de Wikipedia.
Saturno comiendose a su hijo
            Ya Umberto Eco la defendió. Dijo, refiriéndose a trabajos serios, lo mismo que sabemos muchos de nosotros: Chequear en más de un idioma, revisar el historial y las polémicas de las entradas (o sea, la parte social) y siempre cotejar con algún sitio de verdad mediante el recorte de una frase, nombre o parte  que nos interese y posterior pegado y googleado  de ese material. Por último, dar en lo posible con algún libro serio, en papel, tal vez fotocopiado si no queda otra. (Y, si uno es muy rana, googlear los autores que figuran en la bibliografía de esos libros y obtener sus datos, por ejemplo,  de la Wikipedia. Por no hablar de googlear pasajes enteros de esas mismas obras para llevarnos muchas sorpresas o decepciones).
            Voy a daros un ejemplo. No es el mejor, pero es el que me dejó más interrogantes y el más reciente.(Y espero que también sirva para que aprendáis como proceder para confeccionar artículos tan discutibles como este.) 
            Como casi todo en esta vida, las cosas suceden, en primera instancia, en nuestra mente. Interesado en la pintura de Rubens, especialmente por un artículo que estoy escribiendo sobre sus exuberantes modelos femeninos, me metí en la entrada de Wikipedia que enumera cronológicamente sus obras (Anexo: cuadros de Peter Paul Rubens)[1]. Como sucede con otros autores, cada obra relevante tiene su correspondiente entrada, donde casi siempre hay una historia y un análisis. Como al pasar, di con Saturno comiéndose a su hijo, que cien años después replicará Tiepolo en una versión intrascendente y doscientos años después realizará Goya con su propia y genial interpretación. Luego descubrí un cuadro de sus primeros tiempos: La matanza de los inocentes, donde vemos la generalizada matanza de los bebés que buscaba evitar la llegada de Jesús, casi como si el Saturno, años después, fuese sólo un eco de esta obra. Recordé haber visto en otro lugar pinturas muy oscuras del maestro, que no estaban en esta selección.
La matanza de los inocentes
Sé por experiencia que las Wikipedias en los diferentes idiomas privilegian en estas selecciones dos cosas: el origen de los artistas y los museos que guardan sus obras. Más claro: la mejor Wikipedia de Rubens es la que está en francés o en holandés, porque son los dos idiomas de Bélgica, su país de origen. Pero también es la Wikipedia de los museos que tiene más obras de un pintor, o las obras que nos interesa de ese pintor. Por ejemplo, si yo recordaba una obra de Rubens que no estaba en la selección de la Wikipedia en Español, de seguro esa obra no está en el museo del Prado ni en ningún museo Español o de algún país hispano. Intenté dar con estas obras que vagamente tenía en la memoria en las versiones en aquellos idiomas. Nada. Recordé que tengo un tomo del  museo Alte Pinakothek de Viena, donde hay varios Rubens. Aunque allí tampoco encontré, supuse que tal vez  la clave estuviese en el alemán. Pero la Wikipedia del idioma de Goethe tampoco me dio nada. Finalmente entré en la versión en inglés, que siempre es una obligación. Nada por aquí, nada por allá.
 (Eso sí, ese libro que obraba en mi poder me recordó La caza del tigre. En los tiempos del pintor la caza de bestias como tigres y cocodrilos era vista como el triunfo del bien contra el mal, siempre que la caza llegara a buen término, claro. Pero este cuadro me recordaba asimismo algo más, no sabía qué…)

            Asumiendo el fracaso volví al español, como corriendo.  Me inquietó leer algo en la entrada del cuadro Los horrores de la guerra. Corto y pego:

Rubens influyó al pintor español Francisco de Goya en algunas de sus pinturas (…)Especialmente, La masacre de los inocentes y Los horrores de la guerra —realizadas entre 1638 y 1640—, presentan rasgos parecidos a las obras de Goya realizadas a partir de 1793. Esta teoría es reforzada por el parecido de Saturno devorando a un hijo (…)Clark considera que la escena de la batalla entre madrileños y mamelucos acaecida el 2 de mayo de 1808 y más tarde retratada por Goya, está influenciada por el arte de Rubens.

Estas observaciones se remiten a Kenneth Clark, un historiador de arte británico con entradas en 16 idiomas en Wikipedia. Looking at Pictures (1960), es el libro de referencia, y rápidamente doy con el pasaje que se comenta más arriba.
La caza del tigre
La carga de los mamelucos
Inmediatamente entendí: el señor Clark está equivocado, al menos en parte, porque no nombra la obra más referencial de Rubens al respecto. La pintura en que se basa Goya para componer La carga de los mamelucos es la que  escasea en la Web: La caza del tigre. Ahora lo importante era chequear mi propio descubrimiento. Primero volví al libro, pero en el extenso comentario que se hace de la pintura en ningún momento se menciona a Goya, como recordaba.  Después Googlé de mil formas palabras claves en español. Nada. Luego usé el traductor de Google para saber que Tiger Jagd es el nombre original del cuadro. Puse en el buscador estas palabras con otras pertinentes y así era exactamente. Pero de Goya, nada.
Basta ver la parte superior de La caza del tigre para entender que Goya se inspiró en este lienzo para La carga de los mamelucos. Mirad las manos alzadas y el gesto pertinente.  Sé que Rubens realizó la copia más conocida de La batalla de Anghiari de Leonardo y también sé que esta obra influyó más que ninguna en La carga…, pero eso no invalida mi hipótesis. Estoy persuadido que Goya pensó al pueblo español como felinos, invirtiendo la relación entre el bien y el mal. (Si  le parece una idea descabellada trate de recordar todas las interpretaciones aberrantes que se han hecho sobre grandes obras por grandes y prestigiosos autores sin que a nadie se le mueva un pelo.) Puse en el buscador algo que relacione ambas pinturas. Nada. Lo más cercano que encontré es un comentario a una muestra itinerante…

La pintura de Rubens tuvo tanto éxito que acabó convirtiéndose en inspiración para artistas posteriores, especialmente en el siglo XIX, en plena época romántica. El mejor ejemplo lo encontramos en ‘La caza de los leones’ (1855), de Delacroix, cuyo orientalismo es una clara deuda de la caza de Rubens, al igual que el destacado orientalismo[2]

Bueno, ahora preste atención. Le voy a dar algunos puntos para que los piense.
1)                     Clark nunca contó con el concurso de la Web, de Wikipedia, ni de nada que se le parezca. Esa es una obvia ventaja a mi favor. Recuerdo los tiempos en que salía una fortuna cada libro de arte, y hoy, al menos las pinturas más relevantes, las tengo todas a un clic de distancia. Y sin embargo, no resulta fácil dar con cualquier obra en Internet. Más aún, debe haber libros donde sospecho que se trata el parecido entre ambos lienzos, que son imposibles de ver por acá, incluso en extraños idiomas.
2)                     Es posible que yo sea bastante boludo y que  vea parecidos o influencias donde no hay nada. Pero concédame algo. La masacre de los inocentes y Los horrores de la guerra son malos ejemplos para vincular a Rubens con Goya.
3)                     La Wikipedia más controlada es la del idioma más transitado para el caso concreto que nos interesa. Por ejemplo, si nos interesa  averiguar sobre la ciudad de Avellaneda, tenemos que buscar en español. Asimismo, si hay un error o introducen algo con mala fe, será la primera Wikipedia en ser corregida. Contrariamente, si hay un error en “Avellaneda” en idioma Suomi (está), ese error permanecerá infinitamente allí.
4)                     No olvidemos nunca las burradas que hemos leído en sendos libros de autor y en prestigiosas enciclopedias. Es imprescindible manejarnos con la intuición, como hacen los grandes autores.
5)                     No tengo ninguna certeza de lo que digo acá sobre Rubens y Goya. Ahora es tarea de usted seguir buscando y si algo encuentra, por favor hágamelo saber. Sepa que en internet y en los libros nunca estará todo, y que cada unos de nosotros siempre tendrá algo para decir.
6)                      Wikipedia es peligrosa, ni más ni menos que buscar en el blog de un ignorado sujeto como yo. Porque si entró en mi blog, seguramente no fue para saber si hubo sangre en un cumpleaños, sino porque está interesado en Rubens, y probablemente quiso evitar la Wikipedia para encontrarse con algo más serio. Si esto es así, le agradezco. Especialmente si llegó hasta aquí. Espero no haberlo desilusionado.



Las diferentes versiones de Saturno comiéndose a sus hijos:
La entrada de Los horrores de la guerra
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De Kenneth Clark






[2] https://ar.noticias.yahoo.com/blogs/arte-secreto/rubens--el--tarantino--del-siglo-xvii-172248746.html Hay que agregar que este comentario es interesado porque está convocando para que se acerquen al museo, y de todas las obras dice más o menos lo mismo.