sábado, 7 de marzo de 2015

Huérfano de amor



Huérfano de amor


Julio tiene el oficio de la escritura. Puede transmitir un pensamiento con fidelidad e incluso lo puede acomodar al pensamiento de su destinatario. Pero no puede escribirle una carta a su amada. Ella va más allá de sus razonamientos.
Julio es obstinado. Se sienta frente al papel en blanco. Intenta coser dos frases seguidas, infructuosamente. Es como si se pinchara con la aguja una y otra vez. Se desangra. Siente que está solo, siente que ella se aleja. Sus ojos se pierden en esa hoja que continúa vacía. Su inicial sentimiento de enamorado va dando paso a un abismal sentimiento de desamparo. Es un huérfano.
Julio finalmente logra escribir algo. Lo lee, lo relee. Es un telegrama. Parece escrito por un robot. Un robot llamado Julio.
                    Suena el teléfono. Es ella. Su voz es concreta, decidida, demasiado humana. Nos vemos en una hora.
Julio se precipita a su encuentro. Acude con la carta, que va sellada con una gota de sangre. Ella la abre, la lee, sonríe. Está ansiosa. Se deshace en disculpas  para ir al baño. Se toma su tiempo. Tiempo para transcribir la carta, subirla al Face, compartirla, apuntar “me gusta” y señalar que “se siente feliz con Julio”, ese tipo que hace media hora que la espera, solo, con el cerebro en blanco y la sangre en los ojos.


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