Territorialidades difusas
En Marte o en Júpiter no
hay territorios. Sólo podemos encontrar territorios en todo lugar donde haya
seres de nuestra especie, porque el territorio lo hacemos nosotros. Los deudos
de las víctimas de Cromañón se plantaron frente al boliche y tomaron la calle. En
otras palabras, se apropiaron del espacio, lo territorializaron. Los habitantes
de la villa Rodrigo Bueno, de Puerto Madero, coparon el mercado de la venta de
choris en la zona. Si se te ocurre vender choris en ese exclusivo barrio, y no
sos de la villa, la vas a pasar mal, porque lo constituyeron como su propio
territorio. Lo hicieron a base de instalarse una y otra vez, de luchar contra
la policía y los edictos una y otra vez, de ser corridos por las buenas y por
las malas una y otra vez. No hay ninguna ley que los proteja, no hay derecho.
Pero hay un hecho cierto: ese es el territorio que han conquistado, y no se van
a ir fácilmente.
Ejemplos como estos son
copados cuando de enseñar territorialidad se trata. Los pibes se enganchan.
Pero hay mejores ejemplos, como el que sigue, que en mi puta vida me animaría a
propagar en el aula.
Los territorios pueden
ser efímeros o de larga temporalidad. También pueden variar en cuanto a su
extensión. Esto significa que son elásticos en tiempo y en espacio. Además, en términos espaciales pueden estar
yuxtapuestos unos con otros, a veces con cierta “contigüidad genérica”, como
por ejemplo podemos apreciar en la Avenida Santa Fe.
Siguiendo el curso de la
avenida más coqueta de Buenos Aires podemos ir desde la llamada Zona Rosa hasta
la llamada Zona Roja. En la primera de ellas la territorialidad está construida
por los homosexuales, tanto femeninos como masculinos. Es la zona que tiene
como epicentro al bar El Olmo, donde
la homosexualidad intelectual se junta, verbigracia el prócer Juan José Sebreli.
En la segunda tenemos a los travestis; el cruce de Santa Fe y Godoy Cruz es su centro. Entre ambas zonas, a la altura del Jardín Botánico, se da una
territorialidad que está signada por la prostitución femenina de “lujo”, zona
poblada de agencias de modelaje, que no son otra cosa que un eufemismo para
ofrecer otro eufemismo: las llamadas “damas de compañía”.
Todos estos territorios
se yuxtaponen, en ciertas cuadras, unos
a otros sin solución de continuidad. Y a su vez, todas ellas están recorridas o
atravesadas por otras muchas territorialidades que conviven en un mismo espacio. De más está
decirlo, un individuo bien puede formar parte de más de una territorialidad,
como sujeto social que es. Sin ir más lejos: Villa Freud, la zona con más psicólogos
de América, y acaso del mundo, tiene su centro en Plaza Güemes, pero su territorio
se prolonga hasta la cercana Avenida Santa Fe. Eso da como resultado una cosa
sabida, pero no declarada: una infrecuente cantidad alta de psicólogos
homosexuales. Dicho de otro modo, gente que comparte dos territorialidades.
Aunque, bien mirado, puede llegar a considerarse como otra cosa: una nueva
territorialidad.
Buenos Aires Rosa, Buenos Aires Vip, Buenos Aires Traba y Villa
Freud son, antes que nada, territorialidades difusas. La gente pasa y no
siempre logra darse cuenta donde está. Y en ese principio de invisibilidad reside
la fortaleza de esos lugares, y de muchos otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario