jueves, 5 de marzo de 2015

Territorialidades difusas



Territorialidades difusas

En Marte o en Júpiter no hay territorios. Sólo podemos encontrar territorios en todo lugar donde haya seres de nuestra especie, porque el territorio lo hacemos nosotros. Los deudos de las víctimas de Cromañón se plantaron frente al boliche y tomaron la calle. En otras palabras, se apropiaron del espacio, lo territorializaron. Los habitantes de la villa Rodrigo Bueno, de Puerto Madero, coparon el mercado de la venta de choris en la zona. Si se te ocurre vender choris en ese exclusivo barrio, y no sos de la villa, la vas a pasar mal, porque lo constituyeron como su propio territorio. Lo hicieron a base de instalarse una y otra vez, de luchar contra la policía y los edictos una y otra vez, de ser corridos por las buenas y por las malas una y otra vez. No hay ninguna ley que los proteja, no hay derecho. Pero hay un hecho cierto: ese es el territorio que han conquistado, y no se van a ir fácilmente.

Ejemplos como estos son copados cuando de enseñar territorialidad se trata. Los pibes se enganchan. Pero hay mejores ejemplos, como el que sigue, que en mi puta vida me animaría a propagar en el aula.

Los territorios pueden ser efímeros o de larga temporalidad. También pueden variar en cuanto a su extensión. Esto significa que son elásticos en tiempo y en espacio. Además,  en términos espaciales pueden estar yuxtapuestos unos con otros, a veces con cierta “contigüidad genérica”, como por ejemplo podemos  apreciar en la Avenida Santa Fe.

Siguiendo el curso de la avenida más coqueta de Buenos Aires podemos ir desde la llamada Zona Rosa hasta la llamada Zona Roja. En la primera de ellas la territorialidad está construida por los homosexuales, tanto femeninos como masculinos. Es la zona que tiene como epicentro al bar El Olmo, donde la homosexualidad intelectual se junta, verbigracia el prócer Juan José Sebreli. En la segunda tenemos a los travestis; el cruce de Santa Fe y Godoy Cruz es su centro.  Entre ambas zonas,  a la altura del Jardín Botánico, se da una territorialidad que está signada por la prostitución femenina de “lujo”, zona poblada de agencias de modelaje, que no son otra cosa que un eufemismo para ofrecer otro eufemismo: las llamadas “damas de compañía”.

Todos estos territorios se yuxtaponen, en ciertas cuadras,  unos a otros sin solución de continuidad. Y a su vez, todas ellas están recorridas o atravesadas  por otras muchas territorialidades  que conviven en un mismo espacio. De más está decirlo, un individuo bien puede formar parte de más de una territorialidad, como sujeto social que es. Sin ir más lejos: Villa Freud, la zona con más psicólogos de América, y acaso del mundo, tiene su centro en Plaza Güemes, pero su territorio se prolonga hasta la cercana Avenida Santa Fe. Eso da como resultado una cosa sabida, pero no declarada: una infrecuente cantidad alta de psicólogos homosexuales. Dicho de otro modo, gente que comparte dos territorialidades. Aunque, bien mirado, puede llegar a considerarse como otra cosa: una nueva territorialidad.

Buenos Aires Rosa, Buenos Aires Vip,  Buenos Aires Traba y Villa Freud son, antes que nada, territorialidades difusas. La gente pasa y no siempre logra darse cuenta donde está. Y en ese principio de invisibilidad reside la fortaleza de esos lugares, y de muchos otros.


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