Las
sombras del odio
Se sabe que entre el amor y el odio hay afinidades. Son sentimientos hermanados y es posible pasar de uno a otro sin escalas. Los contrario de estas dos cosas es la indeferencia, que es lo mismo que decir el ninguneo más absoluto.
Esta obviedad se suele olvidar con
mayor prontitud que el diario de ayer. Por irónico que parezca, el ninguneo
explícito no es indiferencia.
Las palabras de Aníbal Fernández dirigidas
a Luis Barrionuevo así lo indican. Hace un mes le dijo de todo: que se hace pis
encima, que no existe, que es un gil, que es alguien del pasado y muchas cosas
más.
“Ladran Sancho, señal que cabalgamos”. La famosa
frase bien pudo haberla pensado Barrionuevo al escuchar esas palabras. El sindicalista
está tan fuerte como siempre. Existe, no es un gil y es alguien muy del
presente— aunque, por cuestiones de edad, pueda hacerse pis encima—. Él fue uno de los que le dio el espaldarazo a Carlitos
para que sea presidente; él fue uno de los principales artífices del pacto de Olivos;
él estuvo detrás de las movilizaciones del 2001. Él siempre está.
Sin embargo, el primo del verdulero,
como casi toda persona que conozco en el furgón del tren, escucha literalmente
las palabras de Aníbal. (Esta literalidad de la gente a veces me asusta, porque
la gente es literal con los políticos o con los periodistas, pero no con un
familiar o con un amigo).
Como suele pasar, las palabras
del jefe de gabinete no estaban dirigidas al verdulero, sino a uno de sus
principales rivales en las sombras para poder acceder a la gobernación de la
provincia: Luisito, que milita en el massismo.
Tampoco hay que creer en las
candidaturas como la de Aníbal. Aníbal sabe que no llega con los votos.
¿Entonces por qué se pone de candidato? ¿Es una candidatura testimonial? No: es
un recurso político `para retener voluntades. Él se proclama como candidato y
luego se sienta a ver cuantos de los que se dicen aliados lo apoyan realmente. Además,
el recurso sirve para otra cosa: para definir lealtades rápidamente.
Imaginaos: yo estoy coqueteando con el massismo, pero laburo para el
kirchnerismo. Después de la postulación de Aníbal, ya no puedo seguir con la
actitud ambigua. No es raro pensar que la candidatura del superjefe de gabinete
haya estado entre los principales motivos de la disolución del massismo, así como
del ostracismo momentáneo de Luis.
Pero no abriguemos esperanzas.
Barrionuevo es amigo—de alguna manera hay que decirlo—del Coti Nosiglia, otro
que labura siempre a las sombras. Ambos han llegado a pactar acuerdos entre
radicales y peronistas. Si el Coti fue uno de los encargados de sellar una
alianza entre los radicales y el Pro, no es menos cierto que el sindicalista es
uno de los artífices de la vinculación del massismo con el Pro y, por lo tanto,
con los radicales. Aunque esta estrategia era el plan B de Luis, no deja de ser
asombroso que haya coincidido con el plan A de Aníbal.
En fin de cuentas el odio de Fernández
era efímero, como la mayoría de los odios que engendra la política, como la
mayoría de los amores que recorren el mundo. Lo único cierto es que nunca nos
acordamos de la gente que nos causa indiferencia. Como por ejemplo… ese tipo…
el que… no no… creo que era el otro, ese que… Bueno, no me acuerdo.
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