miércoles, 10 de febrero de 2016

Derrida vuelve a morir



Nunca sabemos lo que es la vida. Simplemente vivimos. En el mejor de los casos tratamos de disfrutarla.


Jacques Derrida escribió un texto llamado Aporías. Allí nos habla de la muerte, de muchas formas de morir, de lo ineluctable, del trauma que supone no volver nunca más, del anonadamiento que supone dejar de ser, de la necesidad de que él mismo se muera algún día.
Algún filósofo marcó hace más de diez años, al morir Derrida, ese acontecimiento como una muerte excepcional, la muerte de aquel que había pensado la muerte de una manera tan rica, tan vívida.

El filósofo es recordado mayormente por sus cavilaciones sobre la escritura, contenidas en su texto Gramatología. La idea más fuerte de Gramatología es que todo es texto y la vida misma es un tipo de escritura (hoy). Además. allí cuenta un error; el error de suponer que primero están las cosas, luego la percepción de esas cosas, luego la voz de ese pensamiento (pensamos con palabras) y finalmente la escritura de ese pensamiento. Para Derrida no hay una prioridad de unos sobre otros. Digamos que todo está mezclado.

Sabido es que en los tiempos medievales, y durante siglos, la lectura era en voz alta, independientemente de que el lector se encuentre solo o acompañado. También sabemos que esa eventual compañía, en general analfabeta, se solía deleitar con la lectura del otro, el que sabía leer.

Hoy me encontré con un audiolibro de Derrida: La retirada de la metáfora, del que no entendí una goma, (pero, como siempre me pasa con este autor, inexplicablemente lo disfruto). Los audiolibros son textos que se encuentran en el Youtube (un canal, en principio, de videos), donde se puede escuchar como una máquina (una voz artificial) recita los textos que vemos en la pantalla. Hay audiolibros de muchos autores, como para que entre la ducha y la selección de tu vestuario  puedas disfrutar a Borges o a Cervantes. Además de una vuelta al pasado, en tanto alguien o algo nos lee los libros, esto supone una inversión, porque las analfabetas son las máquinas, no los que escuchamos, (al menos por ahora). (Aclaración: las máquinas son analfabetas no porque no sepan leer, sino porque desconocen que están leyendo, porque carecen de historia de pensamiento y de realidad última: son cosas).

Derrida no llegó, por poco, a conocer esta novedad. Hubiera, sin dudas, agregado algo. Especialmente porque vivimos en una cultura de la lectura personal (aún), donde a muchos se nos hace difícil seguir el curso de lo que recita una máquina, y ni hablemos de jugar con los tiempos de la lectura en un ir y venir por las letras, un repetir o detenerse en cierta oración o párrafo. No abomino de esta novedad. Es más: la celebro. Pero me gustaría que Derrida hubiese vivido para ver esto. Yo siento como que hoy se murió de nuevo. Si, es una metáfora. Y si no entendiste un carajo de lo que acabo de decir espero que al menos lo hayas disfrutado.



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