domingo, 28 de febrero de 2016

Parcialmente nublado (Oda a García Cuerva)

El 23 de marzo de 1976, un día antes del golpe, un avión como el de la foto, un Mirage III, se vino abajo al salir de la VIII brigada aérea, en Moreno. No era el primero ni fue el último en sufrir ese destino, pero la fecha hace ruido.
Los Mirage fueron comprados a Francia en los años 70, atendiendo a su buen desempeño en la guerra de los Siete días. Son unas naves hermosas que yo pude apreciar cuando era un niño y creía en el cielo. Eran como un desfile de palomas verdes. Parecían invulnerables, pero se caían (o los tiraban, quien sabe).
Llegó la guerra de Malvinas, se fueron al sur. Murieron 10 aviadores, 2 operando un Mirage.  El Capitán Gustavo García Cuerva fue uno de ellos.
Gustavo falleció un día parcialmente nublado, el 1 de mayo de 1982. Los Mirage partían de Río Gallegos y volaban con el tanque de combustible lleno, pero que sólo les aseguraba una capacidad operativa limitada como para ir hasta las islas y volver. Por eso mismo, realizaban mayormente maniobras de distracción y  pocas veces entraban en combate.
Aquel día García Cuerva y su copiloto, el Teniente Primero Perona, hicieron contacto visual con un Harrier ingles. Tuvieron el bautismo de fuego que siempre soñaron. Respondieron al fuego enemigo. Bailaron en los aires la danza de la muerte. Fueron tocados, pero la nave se resistía a caer. Perona se eyectó, cayendo al Atlántico, siendo recogido poco después por argentinos, desde las islas. Gustavo, responsable de su nave, pensó en salvarla. Volver al continente era imposible: el ballet con el Harrier había consumido el combustible. Sabía que en Puerto Argentino había una pista poco adecuada para un Mirage III, pero se la jugó, decidió arriesgarse, meterse entre las nubes con su avión, buscando las islas recuperadas por las que luchaba y a las que nunca había visto. Los radares dieron con el aparato. García Cuerva pudo hacer contacto por radio con sus compatriotas, avisando que se acercaba. Pero los soldados argentinos acababan de advertir, entre las nubes, al Harrier y todo era confusión. Alguien avisó que el que se aproximaba era de los nuestros. Gustavo debió sentir una extraña emoción al salir de las nubes y ver las islas. Tal vez se olvidó por un segundo de su drama. Tal vez nunca se dio cuanta de su drama personal. Pensó en los otros, en sus compatriotas. La pista era diminuta. Si no aterrizaba bien su carga de explosivos podía matar a varios en tierra. Si el fuego tocaba las municiones o la nave se prendía fuego al llegar, eso sería un desastre. García Cuerva dejó caer las municiones sobre el Atlántico. Los argentinos vieron esto e instintivamente derribaron al avión y a su ocupante.
La historia oficial dice que decidió largar la carga de explosivos sobre el mar para poder bajar a tierra con mayores probabilidades de éxito. Yo creo que nunca pensó realmente en bajar a tierra. Sabía que su destino estaba en el cielo.


En esta página se habla del destino de los Mirage y el de mi héroe.

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