Mi ex es poetisa.
Y escribe libros. Los libros de poemas, escritos por poetas nuevos, no se
venden, se regalan, nadie los quiere, pero ha querido la fantasía de los poetas
que no hay nada más poético que regalar un libro de poemas, como para no
aceptar la prosaica realidad.
Mi
ex los regalaba. Como es linda se los aceptaban. Pero yo ya sospechaba que los
destinatarios no los abrían.
Ayer
entré en una librería; voy a los más baratos: los de dos pesos. Nunca hubiera
reparado en ese libro si no fuera porque conocía la tapa: si, era de ella, el último
de ella. Lo abro. ¨Dedicado a Juan Ramón, con toda mi alma¨. Una maldad increíble se me cruza por la
cabeza. Voy a la caja con el libro usado, pero como nuevo. El librero,
sabiéndome miserable, me seduce; ha caído buen material sobre la revolución
China, que revuelva donde dice cien. Me
niego. El poemario no me lo cobra, no vale nada. ¨Si lo pongo a diez duerme acá
hasta que se pudre¨. Nos reímos.
Toco
el timbre. Vengo a traerte esto. Cree que le estoy devolviendo el mío. Abrilo, le digo, como si se tratara de un
regalo. Lo abre. Se tambalea. No es posible. Pensando en voz alta dice que
seguro Juan Ramón debe haberse muerto. Toma el celu y llama. ¿Ramón? Llego a
escuchar del otro lado la voz de Ramón. Ella se pone a llorar. Y le comento que no me
lo cobró.
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