jueves, 24 de abril de 2014

Fumando en las escaleras



Fumando en las escaleras

Fumaba solo en las escaleras cuando él  bajaba del sexto con unas fotocopias. Nunca habíamos hablado mucho. No recodaba su nombre. Me dijo “José, ¿cómo te va?”, y me comentó que estaba haciendo tiempo para cursar una materia. Mientas me hablaba yo trataba de recordar el nombre de ese ser agradable, humilde y educado. La charla no se prolongó. Él dio  fin a la entrevista poniendo en entredicho esa nociva costumbre de “hacer tiempo”, “perder el tiempo” o como lo quieran llamar. Anunció que se iba a la casa y desapareció escaleras abajo. “Nos vemos, José”, fue lo último que me dijo, ya con la cara vuelta hacia la salida.
            Menos de un día después me encontraba fumando en el mismo lugar. Pero esta vez no estaba solo. Un enjambre de gente comentaba sobre la muerte de alguien. Pregunté. Javier, un compañero, había muerto al llegar a su casa. Llegó demasiado temprano y los ladrones no contaban con esa posibilidad. Lo asesinaron. Pregunté quién era Javier. Me dieron el apellido. Inmediatamente me vino a la cabeza la cara del que ahora, de alguna oscura manera, forma parte de mi vida.

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