miércoles, 23 de abril de 2014

Profunda y Versátil



Profunda y Versátil

            Hay, creo, cuatro tipos de personas.
          
  En primer lugar tenemos a las personas que son simples como un arroyo. Son los que no difieren de un cerdo. Comen, cagan, respiran, fornican, mueren. Pasan por la vida, pero en realidad es la vida la que les pasa por encima. Te ves con ellos después de veinte años y siguen aferrados al equipo de sus amores, a su banda preferida, a sus relaciones consabidas. Hacen los mismos gestos, cuentan las mismas anécdotas, aburren como hace veinte años. No han crecido espiritualmente y están satisfechos de contarse entre las mayorías, lo cual supuestamente demostraría que tienen razón en llevar la vida que llevan y pensar las cosas que piensan, si es que algo piensan. Son las personas superficiales que más vale perder que encontrar. Say no more.
            En segundo lugar tenemos a los que son como el Río de La Plata: anchos pero poco profundos. Son esas personas que ves por primera vez y te seducen. Los ves con un optimismo desbordante. Tienen una versatilidad enorme y es esa versatilidad la que te distrae y te impide notar que carecen de profundidad. Te preguntas que habrá detrás de ellos y empezas a remar hacia la otra orilla sin intención de llegar, solo por el simple deleite de estar sobre esas aguas. Pero a poco de partir tus remos se clavan en el barro. No hay agua suficiente para seguir. Volver al punto de partida sería la mejor opción. Pero hay tan poca profundidad que optas por bajarte del bote y caminar con el agua hasta las rodillas, aceleradamente, porque sino ese barro, cual arena movediza, te va a engullir todo el poco optimismo que aún te queda. Son personas para ver de vez en cuando: cuando las aguas suben.
            En tercer lugar tenemos a los que son angostos pero profundos. Son esas personas que, sin aparentar nada a primera vista, tienen un espíritu y una riqueza interior admirable. Nunca terminamos de conocerlos. Siempre nos dan una sorpresa a cada encuentro. Puede ser una sola palabra, un solo gesto. Sin embargo, con el correr de los años, nos demuestran que tienen pocos cambios en sus pensamientos, como si se tratase de un lago profundo que no renueva sus aguas. Sin dudas, son consecuentes y resisten cualquier archivo. Con su profundidad suelen distraernos maravillosamente, al punto tal que no reparamos en esas limitaciones. Seguimos frecuentando a estas personas con agrado. Seguimos esperando al monstruo del lago Ness, y aunque sabemos que nunca aparecerá, cada tanto viene bien explorarlo para no perder la fantasía y la ingenuidad de cuando todavía creíamos en su existencia.
            Por último están las personas anchas y profundas como un océano, con las cuales te podés sentir el Almirante Colon y descubrir América. Tienen sal, tienen sabor. Son como muchas personas en una sola. Se parecen a las muñecas rusas, una dentro de la otra, sin por eso perder personalidad. Son las personas profundas y versátiles, las cuales te encontrás en veinte años y se han renovado, como que están más jóvenes. Son aquellas que uno no desearía perder otros veinte años sin volver a verlas. Son esas que uno quiere ver a diario y, en el mejor de los casos, darle el beso de las buenas noches.
            Sin embargo, cuando te encariñas, quizás te encariñas de la última que se puede acomodar a los parámetros esperados. Es ahí cuando todo lo que dije no tiene sentido.
           
           






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