domingo, 27 de abril de 2014

Un agujero negro en nuestra mente



Un agujero negro en nuestra mente

¿Qué tienen en común nuestra mente y el universo? Explicar algo por analogía puede implicar serios riesgos, pero hay veces que nos puede dejar una enseñanza.
Los agujeros negros son  acumulaciones enormes de materia, que se producen tras el colapso de estrellas gigantes. Como consecuencia de esa enorme masa que determina tanta materia su gravedad es tal que nada puede escapar, ni siquiera la luz. No los podemos ver por ese motivo, pero podemos observar la gran acción gravitatoria que ejerce a su alrededor. Por eso, no podemos conocer un agujero negro directamente, sino por lo que pasa cerca de él. Su masa crece alimentándose de su entorno.  Al límite de un agujero negro se lo conoce como horizonte de sucesos, más allá del cual el tiempo, tal como lo conocemos, se detiene progresivamente. Si lográramos llegar a un agujero negro, cayendo hasta su centro, el tiempo se detendría completamente. Allí nos encontraríamos en lo que se conoce como una singularidad, que se llama de esta manera porque no sabemos que mierda pasa dentro de ella, pero estamos seguros que no es nada de este mundo. Extrañamente, a lo que había antes de nuestro universo, o sea antes de esa explosión que llamamos Big Bang y que dio lugar tanto a las estrellas como a Jorge Porcel (hijo), también la llamamos singularidad.
                           Según la edición de este mes de Nacional Geographic, no sería descabellado suponer que nuestro universo fue gestado en el corazón de un agujero negro, y que acaso estamos viviendo en un universo dentro de otro universo que contiene otros universos y que a su vez está dentro de otro universo.  Esto—lo de National Geographic—es lo que yo llamo una singularidad de la incertidumbre: imaginar cosas por el simple placer de imaginarlas, gracias a que no sabemos un carajo del asunto. En fin: nuestro universo sería algo así como una mónada de Leibniz.  
                                ¿Y qué pasa con nuestros pensamientos? Freud estaba muy influido por la física de su época, que había descubierto que el tiempo es elástico. Einstein por entonces entreveía la posibilidad de que existieran agujeros negros, lo cual se deducía de sus teorías. (Aunque finalmente resolvió en su mente que los agujeros negros y sus singularidades  no podían existir.) Más o menos al mismo tiempo, Freud resolvió que en nuestra mente hay una dimensión llamada Ello, donde se darían las condiciones de un agujero negro. Claro está que no lo dijo de este modo. Nuestro aparato psíquico tiene capas, cuyos límites son confusos. Tenemos en primer lugar nuestros sentidos, que comercian con el mundo exterior. Luego tenemos al Yo, nuestra conciencia. Después  está el Super-yo, que puede censurar, reprimir o inhibir nuestra conducta conciente. Más allá se encuentra el Ello, que es el depósito de nuestros instintos y de nuestras inclinaciones más primitivas: es nuestra persona pero sin lo que la vida en sociedad nos ha enseñado, es, si se me permite, el Yo sin careta. El Ello es el ámbito de lo inconsciente por excelencia, donde cae toda nuestra actividad psíquica, incluso aquella que  hemos olvidado conscientemente. Se traga todo. Es anterior a lo que nos da nuestros sentidos, y no lo podemos conocer más que por sus efectos, por la gravedad que ejerce sobre nuestra vida conciente. Dentro de él no hay tiempo, es la atemporalidad misma. Y, como dice el mismo Freud en Siete lecciones de Psicoanálisis, es inmensamente más grande que el Yo y el Super-yo. Ahora bien, lo que hacen estos dos últimos es ni más ni menos que evitar que ese agujero negro de nuestra mente aflore. 
                                 Vivimos permanentemente en tensión entre lo que la sociedad nos ha enseñado y los deseos e inclinaciones naturales que están siempre pujando por salir desde nuestro interior psíquico. No podemos explicar realmente lo que sucede en ese Ello que tenemos adentro como un primer motor inmóvil que gobierna nuestras actividades desde la oscuridad más profunda. Es, sin dudas, una singularidad de la cual podemos predicar cualquier cosa. Quizás sea el reverso del universo. Quizás seamos, en el fondo, una mónada más de los infinitos universos que nos  rodean a diario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario