De Rembrandt a la eternidad
Es sabido que Rembrandt pintó sus más famosos
cuadros para diferentes corporaciones. Así tenemos que los arcabuceros tuvieron
su Ronda de la noche, los cirujanos
su Lección de anatomía y los pañeros…
En fin, en cada una de esas pinturas se pretendieron eternizar aquellos que se
enriquecieron en vida. Le pagaron a nuestro artista y punto.
Pero con eso no basta. En La lección de anatomía vemos a uno de estos retratados sosteniendo
un papel. En él, Rembrandt pintó en un principio algo referido a la intervención quirúrjica. Le pidieron que
cambie esa imagen por una lista de los retratados. Y así lo hizo.
En La Ronda de la Noche, tenemos un caso similar. La diferencia
está en que esperaron que el pintor se muriera para añadir los nombres, arriba
a la derecha del arco, en un blasón. Pero en La ronda no todos los retratados tuvieron la misma suerte. El
cuadro fue amputado por sus cuatro lados para colgarlo en una pared que era más
pequeña. Así, dos de los que pretendían pasar a la eternidad, dos hombres que estaban parados en el extremo izquierdo, fueron tirados a la basura
junto con los otros lados que sobraban de la pintura. Sus nombres, empero,
sobrevivieron y aún adornan el blasón. Según consta, los implicados no vieron
bien el asunto, pero se resignaron. Después de todo, sus nombres estaban en la
tela.
Cuentan que cuando a Brunelleschi le ofrecieron
levantar el monumento de un miembro de la familia Concha del Toro
(no recuerdo el nombre, y tampoco importa), le iban
refiriendo cómo era el rostro del fenecido, con lujo de detalle.
El artista se enfureció. No podía entender cómo se dedicaba tanta pasión por el rostro del desaparecido
y puso como condición de la obra construir la cara arbitrariamente, manteniendo, por
supuesto, el nombre. Lo pensaron y le
dieron luz verde. Después de todo no era más que una cara. Eso sí, Brunelleschi les pidió que narraran los
logros o aquello que había hecho en vida con provecho para sí o para la
comunidad. Después él se encargaría de plasmar en el mármol alguna alegoría que
recuerde lo mejor de aquel ser.
Rembrandt pudo haber sido el inventor de las selfies, y Brunelleschi del
fotoshop pero los protagonistas de
aquel entonces no eran tan inocentes como para valorar desmedidamente lo que
sólo es una cara. Por supuesto, igual que hoy, la gente buscaba retratarse e incluso le pedía
al artista que distorsione, de ser necesario, algún rasgo feo o incluso que no siga la fidelidad al modelo. Pero no se les iba la vida en eso. La vida era lo que
uno hace con ella, no lo que ella hace con uno. Viajar a Francia no es hacer algo, recibirse de abogado no es hacer algo, comprarse una casa no es hacer algo, tener un hijo no es hacer algo. Hacer algo es llenar de sentido
esas cosas. Hacer algo es que pasen 10 o 20 años y que la vida te diga “hiciste
algo conmigo”. Caso contrario sólo queda la angustia: mirarse al espejo y que
la vida te grite “estás viejo, no hiciste nada”. Paradójicamente, intentar hacer
algo ya es hacer algo.
El Renacimiento fue una época que empezó a
valorar el presente, y me parece genial que se valore más esta vida que la
otra, esa de la cual no tenemos ninguna noticia. Pero creo que ahora se nos
está yendo la mano. Hoy no importa construir nada, sólo importa publicar(se). Amigos,
apurense por hacer algo de sus vidas que mañana ni el nombre quedará de
ustedes. Y si algo quedara, no piensen para qué quieren ser recordados,
sino por qué quieren ser recordados. Justifiquen sus propias existencias.
Entre los retratados de la Ronda de Noche está Rembrandt. Es el que
aparece atrás del que porta la bandera. Apenas se asoma. Como que le da
vergüenza ajena. Y sabemos que es él porque alguien se encargó de referirlo y porque hubo miles en el mundo que estuvieron interesados en saberlo. ¡Ah!, ¿quieren saber cuáles son los nombres de
las dos personas que fueron cercenadas de La Ronda de Noche, pero cuyas identidades aún
sabemos gracias al blasón? Ellos son Paulus Schoonhoven y Claes van Cruysberg ¿¡Y a quién carajo le importa!? [1]
La ronda de noche |
[1] No deja de sorprenderme que la colección Maestros de la pintura de Planeta, en su
número dedicado a Rembrandt, se encargue de enumerar a todos y cada uno de
estos personajes olvidables, aportando la mayor cantidad de datos posibles.
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