Un
sapo de vez en cuando
No tomo taxis. No tengo plata. Sin
embargo, hará una semana, me tuve que subir a uno porque de no hacerlo iba a
perder más plata que si subía a un colectivo. El taxista, muy afín al
estereotipo locuaz y denso, me brindó un discurso xenófobo imparable. El aval
de todo lo que decía era el programa Periodismo
para Todos. Yo sabía lo que le habían metido en la cabeza.
El domingo 2 de noviembre tuve que
comerme el sapo de ver el programa de Jorge Lanata. Si usamos sólo un hemisferio
del cerebro y nos dedicamos a describir el programa, fue más o menos así. El
periodista comenzó hablando de la nueva idea de devolver a su país de origen a
todos aquellos que vienen a delinquir y son pescados in fraganti. Es una medida proyectada por el gobierno de
Cristina y apañada por un amplio espectro político, donde no faltan los fachos
y los arribistas. Lanata, por supuesto, aplaudía la novedad, quedando bien con
todos, incluso con la opinión pública, que parece orientarse en esta dirección.
A renglón seguido, como quien cambia de tema radicalmente, dedicó un informe en
el cual se mostraba lo bien que está la economía paraguaya, con el reportaje a
un honesto argentino que fue a trabajar a Asunción, instaló un negocio y
prospera. De vuelta en el estudio, el gordo se dedicó a mostrar, con números en
la mano, que las economías de Paraguay, Bolivia y Perú son más que envidiables,
y terminaba por subrayar que en comparación con esos países hermanos, el
nuestro da pena.
Ahora pensemos un poco. Como
estrategia periodística es brillante. Fijaos. En primer lugar la noticia,
obviamente, induce al espectador a tomar posición, porque es obligado
relacionar a los chorritos paraguayos o peruanos, por un lado, y la posibilidad
de repatriarlos a sus propios y prósperos países, por el otro. (Es notable el
pasaje donde el argentino que emprendió un negocio en Asunción afirma, entre líneas,
que nadie lo ha robado.) En segundo lugar porque la inducción hace que el
televidente asocie ambas cosas y llegue a la conclusión de que él mismo ha
pensado algo por sus propios medios. En tercer lugar porque el informe sobre la
buena situación en Paraguay, y su contraste con Argentina, tiene como fin
mostrar que el programa es opositor, aunque, por supuesto, estaba operando a
favor de Cristina. Y cuarto, porque a mi no se me escapa que el sapo de Lanata
pactó desde hace un tiempo una tregua con el gobierno, gobierno que, por
supuesto, también necesita de vez en cuando comerse un sapo.
La opinión pública es algo indeterminado,
voluble, actual, poco racional, ceñido a los temas contagiosos (“que interesan”),
a lo publicitado más que a lo público, a la clase media más que a la baja.
Extrañamente, para estar bien informado sobre el quehacer de ese engendro
llamado Opinión Pública, es necesario consumir ciertas cosas, aunque indigesten.
Al menos para saber cual es el ventrílocuo del tachero.
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