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En
alguna página potable de Internet podemos encontrar un análisis somero de la
obra[1].
Se nos habla del cabello que asoma bajo el velo, que es símbolo del erotismo que
acompaña a la protagonista. También se hace mención de los pequeños personajes
que asoman tras la ventana y se hace notar lo improbable que hayan sido vistos originalmente
por los fieles en virtud de la distancia que mediaba entre ellos y el altar. Finalmente
se dice, en relación al pseudo San José, parado junto a Magdalena, que se sabe
que la obra fue cortada porque en “esa época, era impensable que un artista
pintase a las figuras descabezadas o cortadas por la mitad, como harían siglos
más tarde los impresionistas”, y se agrega que la pintura funciona “siempre que no nos fijemos en las figuras
que aparecen cortadas”.
Bien, pero a mí me quedaron más
dudas que certezas. Por empezar considero que el atractivo mayor que ejerce
esta pieza está precisamente en el afortunado recorte de una de sus partes. En
efecto, una cosa es la intención original del autor y otra cosa es la historia
de la propia obra. Hay algo inquietante en ese personaje al cual no le podemos
ver el rostro. No es nuestra culpa que la sensibilidad de la época de Rogier
van der Weyden no se corresponda con la nuestra. Las obras son como los hijos,
uno los tiene pero después hacen sus vidas. De alguna manera el pintor no fue
consciente de lo que hacía con su obra, de la misma manera que no lo fue el
ordinario que la cortó. Entre los dos nos hicieron un gran favor.[2]
Pero
hay otra omisión, tanto en esta página citada como en las que pude revisar: no
se menciona el hecho de que una mujer esté leyendo ¡en el siglo XV![3]
¡Más aún, una ex prostituta con un libro en las manos! Pero ahí tenemos otro
problemita: no es lo mismo estar leyendo que tener un libro en las manos. Quizás
el tema sea más complejo. Se me ocurren otras
interpretaciones verosímiles. Se sabe que los libros de entonces eran un tesoro
y que estaban adornados profusamente con miniaturas, pequeñas ilustraciones que
daban inicio a un párrafo, tan pequeñas como los personajes que asoman tras la
ventana. Estas eran, como es de rigor en la Biblia, de carácter sacro. Nuestra Magdalena bien
puede estar deleitándose con una de estas ilustraciones, cosa más que frecuente
por entonces. Otra posibilidad es que se quiera dar a entender que la santa está
regenerándose moralmente a la luz de la palabra de Dios. Es sabido que en esa época
se leía en voz alta y que por lo tanto la palabra tenía cierta materialidad.
Quizás el autor esté tratando el tema alegóricamente y la palabra de Dios se
materializara plenamente en el libro de la misma manera que la lujuria se
materializa en ese cabello que asoma bajo el velo. En todo caso no tenemos (no
tengo) noticias de que tipo de reacción (de haberla) suscitaba esta imagen tan
poco frecuente en el siglo XV, especialmente entre las creyentes, porque no es
normal, esté haciendo lo que esté haciendo Magdalena, que en el siglo XV una
mujer tenga un libro entre las manos. Yo prefiero seguir pensando que está
leyendo. Y poco importa lo que desde la tumba opine van der Weyden.
[2] Hace años hice un análisis similar sobre la obra de
Haydn. http://baojose.blogspot.com.ar/2011/11/la-sorpresa-de-haydn.html
[3] Se sabe que las pinturas de entonces reflejan la época
en las que fueron pintadas. Aunque para este caso es lo mismo.
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