Rusia y el corazón de la
tierra
(Los gasoductos rusos
hacia Europa occidental.)
Este trabajo intenta ahondar en las efectos
que se derivan de la crisis social económica y política ucraniana en torno a la
red de gasoductos que vinculan a Rusia con la Unión Europea, en
tanto esta red de gasoductos está mediada por Ucrania. Esta crisis puso
en evidencia ciertos aspectos geopolíticos que permanecieron aletargados por
mucho tiempo, cuyas consecuencias son
impredecibles.
Ucrania históricamente,
como país de tránsito y parte de la Comunidad de Estados Independientes que se
constituyó luego de la caída de la Unión Soviética, obtenía el gas ruso a precio
subsidiado e incluso le cobraba un peaje a su vecino. Sin embargo, la creciente
demanda occidental y la debacle político-económica de Ucrania, que es
alimentada desde Moscú, ha traído como consecuencia el rediseño de la red, que
intenta evitar suelo ucraniano para llegar a la Unión Europea. El caso más
emblemático en este sentido es el nuevo Nord
Stream, bajo el mar Báltico, que conecta directamente Rusia con su cliente
privilegiado dentro de la Unión,
Alemania.
Nord Stream |
A la crisis
ucraniana hay que sumarle la crisis global. Desde 2008, el aumento secular del
consumo de gas se frenó en Occidente. Como en los años previos la demanda
crecía de forma alarmante, se diseñaron múltiples estrategias para asegurar la
provisión de gas. Muchos de esos proyectos se emprendieron en contexto de
crisis. Pero los diferentes países de la Unión Europea
obraron unilateralmente y no conjuntamente. Lo que este trabajo trata de
demostrar es que la red de gasoductos es una expresión de la desarticulación al
interior de la Unión.
LA UNIÓN EUROPEA
La Unión Europea se amplió
grandemente en 2004 con la incorporación de muchos ex estados pertenecientes al
bloque socialista. Estos son los países más cercanos a Rusia y los más
energéticamente dependientes del oso blanco. Debe destacarse que en
Bulgaria, Croacia, Finlandia, Letonia, Lituania, Serbia y Eslovaquia todas las
importaciones proceden de Rusia. Grosso modo, a medida que nos alejamos
hacia occidente la dependencia del gas ruso disminuye, sin dejar de ser de suma
importancia contar con dicho suministro. Casi como una ironía, con la
ampliación de la Unión,
el enclave de Kaliningrado se constituyó
como un enclave ruso dentro de la Unión
Europea.
La Unión Europea está
condicionada desde varios puntos.
Uno de los
condicionantes es meteorológico. Los inviernos moderados como el último
(2013-2014), reducen el consumo de gas. ¿Pero qué pasaría durante un invierno
inusualmente riguroso? En esos casos entra a jugar otro condicionante: la
capacidad de almacenamiento de cada país. Dos ejemplos extremos en este sentido
son Alemania y Bulgaria. Mientras el primero cuenta con una gran capacidad de
almacenamiento, Bulgaria prácticamente carece de capacidad. Su vulnerabilidad
es aún mayor si reparamos en la dependencia excluyente del gas ruso, que
ingresa a su territorio mediado por Ucrania.
Para palear
esta dependencia Bulgaria promovió, junto con otros países, la construcción de
dos gasoductos que no pasarán por suelo ucraniano. El primero de ellos es el Nabucco, que ingresa a Europa desde
Turquía. El otro es el South Stream,
que ingresa directamente a Bulgaria a través del Mar Negro. Es interesante
notar que este gasoducto cruza el mencionado mar justo al sur de la península
de Crimea. Por lo tanto, incluso es este caso, no es extraño que la política
Búlgara se enderece a satisfacer las exigencias de Moscú, ávida cuenta de su
dependencia energética. Por otra parte, el South
Stream pone a Bulgaria en la misma posición de tránsito que antes le
correspondía a Ucrania. En efecto, ahora pasaría a ser el principal engranaje
de articulación entre Rusia y la Unión
Europea.
Turquía, además del gasoducto
Nabucco, y como consecuencia de evitar Ucrania, tiene en proyecto el Gasoducto Trans-Adriático, que debe
estar listo en 2018, y que beneficiará principalmente a Italia, todo lo cual
fortalece el ascendiente de Turquía en el área.
¿Y qué decir de Alemania? A
primera vista, con el Nord Stream, estaría asumiendo el mismo rol de Bulgaria,
en tanto sería el país de ingreso del gas ruso, con la vulnerabilidad que
supuestamente traería este hecho. Sin embargo, Alemania es el principal socio
comercial europeo de Rusia.[1] Dicho
de otro modo, hay una relación económica de reciprocidad entre los dos países.
Con la venta del gas, Rusia logra equilibrar la balanza comercial. Los
germanos, por su parte, pueden cerrar su economía a Rusia sin perjudicar a
terceros.
OTRAS POSIBILIDADAES: África y los Campos de Groninga
¿Qué
alternativa tiene Europa occidental? El norte de África ha resultado un
proveedor poco confiable, especialmente desde que el terrorismo es un actor
importante en el juego internacional. Muchos de los suministros proceden de
Argelia. No obstante lo cual, Argelia y el Magreb han mostrado un crecimiento
sostenido de sus propias demandas internas, lo cual contribuye a que los
europeos busquen otros proveedores, sin dejar por ello de invertir en
gasoductos, que se han tendido desde 2007 de forma sostenida en el lecho del
Mediterráneo, aprovechando las ventajas de la poca profundidad y las
características generales de este mar interno.
La avidez por
el gas de la Europa
Occidental no tiene límites. Asegurar su provisión es
fundamental, lo que se aprecia de forma ejemplar en Groninga, en los Países
Bajos. Los campos de Groninga constituyen un importante yacimiento gasífero,
pero sólo en términos regionales, pues sus reservas se calculan a 30 años. La
localidad de Loppersum, ha tenido una
serie de terremotos a consecuencia de la explotación del recurso, en una zona
no sísmica.[2] La población se ha manifestado en contra de
la continuidad de la extracción del gas local. Para no tener que depender
exclusivamente de Rusia, en Rotterdam
hay una terminal de almacenaje de gas licuado procedente de Trinidad y Tobago,
Nigeria y Angola.
El gas natural
licuado es, al menos en principio, la alternativa más viable cuando no es
conveniente explotar los propios recursos. Se entiende que su viabilidad es
directamente proporcional a la distancia. En otras palabras, cuanto más lejano
esté el proveedor, es más viable. Contrariamente, el uso de los gasoductos es
al revés: cuanto más cercano esté el proveedor, más conveniente. Por otra
parte, la ventaja del gas natural licuado es que, al depender de los puertos,
es más versátil, mientras que los gasoductos tienen una traza más definida y
genera por eso mismo mayor dependencia.
Sin embargo,
las ventajas de los gasoductos son innegables: los suministros son más
constantes. Además, el gas natural licuado requiere capitales intensivos, con
tiempos largos de construcción y por lo tanto demandan de un tiempo
considerable para recuperar la inversión inicial. Y por si esto fuera poco está
el proceso de transformación de gas líquido a gaseoso, que se hace en los
puertos de destino, lo cual es sí mismo insume mucha energía.[3] ¿Pero
de qué origen son los capitales y las empresas que hacen este tipo de
instalaciones en Europa Occidental? Son rusas, en casi todos los casos.
A pesar de
todas estas vulnerabilidades, no hay que olvidar que la manipulación de las
cotizaciones de las bolsas de ciudades globales como París o Londres pueden
traer un terremoto económico en Rusia, y que la Unión Europea es
puntera en tecnologías alternativas y recursos renovables.
Rusia
Entre Moscú y Berlin
Rusia
Es necesario
no perder de vista las jugadas políticas de Moscú, que se diagraman sobre su
propio peso energético favorable, a la sombra de sus hidrocarburos de
exportación. Putin cree que Europa no actuará en su contra en represalia por la
reciente anexión de Crimea. Y probablemente esté en lo cierto. Ni bien
entró en crisis Ucrania, la empresa rusa Gazprom
aumentó en 44 por ciento el precio el gas a Ucrania. Esto hizo temer lo peor a la Unión Europea, que llegó
finalmente en 2009, cuando Rusia redujo el suministro para presionar a su
vecino.
Pero hay
también temas latentes que mantienen en vilo a la Unión Europea.
Rusia e Irán disponen del 42% de las
reservas mundiales de gas. Moscú y Teherán en algún momento estuvieron
coqueteando en constituirse como una
OPEP gasista.[1]
Esta propuesta inesperada, al día de hoy no concretada, fue un baldazo de agua
fría para el resto de los países europeos.
Otra
incertidumbre que genera Rusia en el Viejo Mundo es su permanente juego
seductor con el gigante chino, a propósito del gas, que podría alterar todo el
tablero político internacional.
El hecho más
alarmante dentro de la Unión Europea
es que cada país está tomando decisiones unilaterales con Rusia sin consultar
con los organismos supranacionales. En este sentido las diferencias al interior
de la unión son alarmantes y son fortalecidas por estas decisiones. Mientras
países como Bulgaria se encuentran en niveles de vulnerabilidad evidentes,
otros como Alemania, Francia y el Reino Unido fortalecen sus posiciones. Y
entre estos es notable es papel de Alemania, que no sólo se vigoriza como la
economía más fuerte del Viejo Continente, sino que también, ahora, está en
situación de dosificar los recursos energéticos, si así lo quiere, en virtud del
flamante Nord Stream, que, a su vez, consolida su relación bilateral con
Moscú.
Pero Alemania
no se constituye como el árbitro de la
Unión por sí sólo, sino también por el rol que juegan los
otros. Por un lado está su papel de acreedor—que no entra en nuestro análisis—.
Por el otro, está la propia configuración del mapa europeo, atendiendo a la red
de gasoductos. Si Turquía veía hasta hace 10 años postergada su ilusión de
entrar en la Unión Europea,
sus posibilidades, a raíz de estos dos nuevos gasoductos, son mayores. Y a esto
hay que sumarle las tradicionales relaciones del país con Alemania. Si el nuevo
presidente prooccidental de Ucrania,
Petro Poroshenko, está decidido a incluir a su patria en la Unión,[5] va a resultarle particularmente difícil,
luego de todos los condicionamientos internacionales referido más arriba. En el
ajedrez europeo, parece que la partida se da entre Berlín y Moscú. El resto
están pasando a ser actores de reparto, más o menos importantes, (lo cual
incluye a Francia y Gran Bretaña)
Cuando en
2005, Putin dijo, en referencia a la Comunidad de Estados Independientes, que se había
creado para hacer un “divorcio civilizado”, quizás nadie pensó que a más de diez años, acaso ese divorcio se
esté dando en la Unión Europea,
y que los rusos, y muy particularmente el Nord
Stream, mucho tenga que ver en el
asunto.
PD: Mientras esto escribo, 10 de noviembre
de 2014, me llega una noticia[6] que causa conmoción:
Rusia y China han concertado un acuerdo gasífero de largo aliento.
[1] http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/programas/geoestrategia+de+la+energ_a/publicaciones/escenario+regional/dt+25-2007_1
[2] Europa, acorralada por dependencia energética, en The economista:
http://www.dineroenimagen.com/2014-04-08/35425#imagen-2 y
Holanda asume el riesgo de seísmos a cambio de extraer gas natural, el país, 18 de febrero de 2013:
[4] Antonio Sánchez Andrés, La interdependencia energética ruso-europea
, http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/programas/geoestrategia+de+la+energ_a/publicaciones/escenario+regional/dt+25-2007_1
No hay comentarios:
Publicar un comentario