martes, 11 de noviembre de 2014

Rusia y el corazón de la tierra



Rusia y el corazón de la tierra
(Los gasoductos rusos hacia Europa occidental.)


Este trabajo intenta ahondar en las efectos que se derivan de la crisis social económica y política ucraniana en torno a la red de gasoductos que vinculan a Rusia con la Unión Europea, en tanto esta red de gasoductos está mediada por Ucrania. Esta crisis puso en evidencia ciertos aspectos geopolíticos que permanecieron aletargados por mucho tiempo,  cuyas consecuencias son impredecibles.
Ucrania históricamente, como país de tránsito y parte de la Comunidad de Estados Independientes que se constituyó luego de la caída de la Unión Soviética, obtenía el gas ruso a precio subsidiado e incluso le cobraba un peaje a su vecino. Sin embargo, la creciente demanda occidental y la debacle político-económica de Ucrania, que es alimentada desde Moscú, ha traído como consecuencia el rediseño de la red, que intenta evitar suelo ucraniano para llegar a la Unión Europea. El caso más emblemático en este sentido es el nuevo Nord Stream, bajo el mar Báltico, que conecta directamente Rusia con su cliente privilegiado dentro de la Unión, Alemania.
Nord Stream
A la crisis ucraniana hay que sumarle la crisis global. Desde 2008, el aumento secular del consumo de gas se frenó en Occidente. Como en los años previos la demanda crecía de forma alarmante, se diseñaron múltiples estrategias para asegurar la provisión de gas. Muchos de esos proyectos se emprendieron en contexto de crisis. Pero los diferentes países de la Unión Europea obraron unilateralmente y no conjuntamente. Lo que este trabajo trata de demostrar es que la red de gasoductos es una expresión de la desarticulación al interior de la Unión.



LA UNIÓN EUROPEA

La Unión Europea se amplió grandemente en 2004 con la incorporación de muchos ex estados pertenecientes al bloque socialista. Estos son los países más cercanos a Rusia y los más energéticamente dependientes del oso blanco. Debe destacarse que en Bulgaria, Croacia, Finlandia, Letonia, Lituania, Serbia y Eslovaquia todas las importaciones proceden de Rusia. Grosso modo, a medida que nos alejamos hacia occidente la dependencia del gas ruso disminuye, sin dejar de ser de suma importancia contar con dicho suministro. Casi como una ironía, con la ampliación de la Unión, el enclave de Kaliningrado  se constituyó como un enclave ruso dentro de la Unión Europea.
La Unión Europea está condicionada desde varios puntos.
Uno de los condicionantes es meteorológico. Los inviernos moderados como el último (2013-2014), reducen el consumo de gas. ¿Pero qué pasaría durante un invierno inusualmente riguroso? En esos casos entra a jugar otro condicionante: la capacidad de almacenamiento de cada país. Dos ejemplos extremos en este sentido son Alemania y Bulgaria. Mientras el primero cuenta con una gran capacidad de almacenamiento, Bulgaria prácticamente carece de capacidad. Su vulnerabilidad es aún mayor si reparamos en la dependencia excluyente del gas ruso, que ingresa a su territorio mediado por Ucrania.
Para palear esta dependencia Bulgaria promovió, junto con otros países, la construcción de dos gasoductos que no pasarán por suelo ucraniano. El primero de ellos es el Nabucco, que ingresa a Europa desde Turquía. El otro es el South Stream, que ingresa directamente a Bulgaria a través del Mar Negro. Es interesante notar que este gasoducto cruza el mencionado mar justo al sur de la península de Crimea. Por lo tanto, incluso es este caso, no es extraño que la política Búlgara se enderece a satisfacer las exigencias de Moscú, ávida cuenta de su dependencia energética. Por otra parte, el South Stream pone a Bulgaria en la misma posición de tránsito que antes le correspondía a Ucrania. En efecto, ahora pasaría a ser el principal engranaje de articulación entre Rusia y la Unión Europea.



 
Turquía, además del gasoducto Nabucco, y como consecuencia de evitar Ucrania, tiene en proyecto el Gasoducto Trans-Adriático, que debe estar listo en 2018, y que beneficiará principalmente a Italia, todo lo cual fortalece el ascendiente de Turquía en el área.
¿Y qué decir de Alemania? A primera vista, con el Nord Stream, estaría asumiendo el mismo rol de Bulgaria, en tanto sería el país de ingreso del gas ruso, con la vulnerabilidad que supuestamente traería este hecho. Sin embargo, Alemania es el principal socio comercial europeo de Rusia.[1] Dicho de otro modo, hay una relación económica de reciprocidad entre los dos países. Con la venta del gas, Rusia logra equilibrar la balanza comercial. Los germanos, por su parte, pueden cerrar su economía a Rusia sin perjudicar a terceros.

OTRAS POSIBILIDADAES: África y los Campos de Groninga

¿Qué alternativa tiene Europa occidental? El norte de África ha resultado un proveedor poco confiable, especialmente desde que el terrorismo es un actor importante en el juego internacional. Muchos de los suministros proceden de Argelia. No obstante lo cual, Argelia y el Magreb han mostrado un crecimiento sostenido de sus propias demandas internas, lo cual contribuye a que los europeos busquen otros proveedores, sin dejar por ello de invertir en gasoductos, que se han tendido desde 2007 de forma sostenida en el lecho del Mediterráneo, aprovechando las ventajas de la poca profundidad y las características generales de este mar interno. 



  
La avidez por el gas de la Europa Occidental no tiene límites. Asegurar su provisión es fundamental, lo que se aprecia de forma ejemplar en Groninga, en los Países Bajos. Los campos de Groninga constituyen un importante yacimiento gasífero, pero sólo en términos regionales, pues sus reservas se calculan a 30 años. La localidad de  Loppersum, ha tenido una serie de terremotos a consecuencia de la explotación del recurso, en una zona no sísmica.[2]  La población se ha manifestado en contra de la continuidad de la extracción del gas local. Para no tener que depender exclusivamente de Rusia, en  Rotterdam hay una terminal de almacenaje de gas licuado procedente de Trinidad y Tobago, Nigeria y Angola.
El gas natural licuado es, al menos en principio, la alternativa más viable cuando no es conveniente explotar los propios recursos. Se entiende que su viabilidad es directamente proporcional a la distancia. En otras palabras, cuanto más lejano esté el proveedor, es más viable. Contrariamente, el uso de los gasoductos es al revés: cuanto más cercano esté el proveedor, más conveniente. Por otra parte, la ventaja del gas natural licuado es que, al depender de los puertos, es más versátil, mientras que los gasoductos tienen una traza más definida y genera por eso mismo mayor dependencia.
Sin embargo, las ventajas de los gasoductos son innegables: los suministros son más constantes. Además, el gas natural licuado requiere capitales intensivos, con tiempos largos de construcción y por lo tanto demandan de un tiempo considerable para recuperar la inversión inicial. Y por si esto fuera poco está el proceso de transformación de gas líquido a gaseoso, que se hace en los puertos de destino, lo cual es sí mismo insume mucha energía.[3] ¿Pero de qué origen son los capitales y las empresas que hacen este tipo de instalaciones en Europa Occidental? Son rusas, en casi todos los casos.
A pesar de todas estas vulnerabilidades, no hay que olvidar que la manipulación de las cotizaciones de las bolsas de ciudades globales como París o Londres pueden traer un terremoto económico en Rusia, y que la Unión Europea es puntera en tecnologías alternativas y recursos renovables. 

Rusia

Es necesario no perder de vista las jugadas políticas de Moscú, que se diagraman sobre su propio peso energético favorable, a la sombra de sus hidrocarburos de exportación. Putin cree que Europa no actuará en su contra en represalia por la reciente  anexión de Crimea. Y probablemente esté en lo cierto. Ni bien entró en crisis Ucrania, la empresa rusa Gazprom aumentó en 44 por ciento el precio el gas a Ucrania. Esto hizo temer lo peor a la Unión Europea, que llegó finalmente en 2009, cuando Rusia redujo el suministro para presionar a su vecino.
Pero hay también temas latentes que mantienen en vilo a la Unión Europea. Rusia e  Irán disponen del 42% de las reservas mundiales de gas. Moscú y Teherán en algún momento estuvieron coqueteando en constituirse como una  OPEP gasista.[1] Esta propuesta inesperada, al día de hoy no concretada, fue un baldazo de agua fría para el resto de los países europeos.
Otra incertidumbre que genera Rusia en el Viejo Mundo es su permanente juego seductor con el gigante chino, a propósito del gas, que podría alterar todo el tablero político internacional. 


Entre Moscú y Berlin

El hecho más alarmante dentro de la Unión Europea es que cada país está tomando decisiones unilaterales con Rusia sin consultar con los organismos supranacionales. En este sentido las diferencias al interior de la unión son alarmantes y son fortalecidas por estas decisiones. Mientras países como Bulgaria se encuentran en niveles de vulnerabilidad evidentes, otros como Alemania, Francia y el Reino Unido fortalecen sus posiciones. Y entre estos es notable es papel de Alemania, que no sólo se vigoriza como la economía más fuerte del Viejo Continente, sino que también, ahora, está en situación de dosificar los recursos energéticos, si así lo quiere, en virtud del flamante Nord Stream, que, a su vez, consolida su relación bilateral con Moscú.
Pero Alemania no se constituye como el árbitro de la Unión por sí sólo, sino también por el rol que juegan los otros. Por un lado está su papel de acreedor—que no entra en nuestro análisis—. Por el otro, está la propia configuración del mapa europeo, atendiendo a la red de gasoductos. Si Turquía veía hasta hace 10 años postergada su ilusión de entrar en la Unión Europea, sus posibilidades, a raíz de estos dos nuevos gasoductos, son mayores. Y a esto hay que sumarle las tradicionales relaciones del país con Alemania. Si el nuevo presidente prooccidental de Ucrania,  Petro Poroshenko, está decidido a incluir a su patria en la Unión,[5]  va a resultarle particularmente difícil, luego de todos los condicionamientos internacionales referido más arriba. En el ajedrez europeo, parece que la partida se da entre Berlín y Moscú. El resto están pasando a ser actores de reparto, más o menos importantes, (lo cual incluye a Francia y Gran Bretaña)

Cuando en 2005, Putin dijo, en referencia a la Comunidad de Estados Independientes, que se había creado para hacer un “divorcio civilizado”, quizás nadie pensó que  a más de diez años, acaso ese divorcio se esté dando en la Unión Europea, y que los rusos, y muy particularmente el Nord Stream,  mucho tenga que ver en el asunto.

PD: Mientras esto escribo, 10 de noviembre de 2014,  me llega una noticia[6] que causa conmoción: Rusia y China han concertado un acuerdo gasífero de largo aliento.



[2] Europa, acorralada por dependencia energética, en The economista:

http://www.dineroenimagen.com/2014-04-08/35425#imagen-2 y

Holanda asume el riesgo de seísmos a cambio de extraer gas natural, el país, 18 de febrero de 2013:



[5] La Nación : Martes 16 de septiembre de 2014, Ucrania ratificó su acuerdo de asociación con la UE pero le envió un guiño a los rebeldes.


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