Hemos leído a Julio Portanciero en
los ochenta. No sólo un sociólogo, también un profeta. Él vaticinó con claridad
la derechización del peronismo menemista, el ascenso de una alianza, el retorno
del camporismo.
En los ochenta también hemos leído a
Ricardo Portanciero, el hermano de julio. Ricardo no fue un profeta. Todo lo
que escribió, hoy es letra muerta. (O al menos eso dicen los pocos que aún lo recuerdan).
Sin embargo, es sabido que Ricardo
era una estrella del pensamiento en los ochenta, y que a Julio, el profeta, lo leíamos
unos pocos.
Yo quiero hacerle justicia a
Ricardo. La gloria de todo sociólogo es interferir en el futuro y que sus
predicciones NO se cumplan. Eso fue Ricardo. Fue tan leído, tan difundido y tan
mimado como un best seller. Se le hizo caso. Se tomó las medidas que él aconsejó
para evitar el ascenso de algún grupo o el desarrollo de ciertos procesos. Y yo
estoy seguro que si no se cumplieron sus profecías fue por su mismo éxito. Ese debería
ser el sueño de todo sociólogo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario