miércoles, 3 de agosto de 2016

Las sombras de Gérôme

¨ Ya en aquel entonces Hegel vio en la derrota de la monarquía prusiana por Napoleón en la batalla de Jena, el triunfo de los ideales de la revolución francesa y la inminente universalización del Estado que incorporaba los principios de libertad e igualdad. ¨
Francis Fukuyama

Jean-León-Gérôme—que era discípulo de De la Roche, que era discípulo de Gros, que era a su vez  discípulo de David— no quiso ser menos que su maestro y que los maestros de sus maestros y se dedicó a consagrar pinturas de Napoleón, quien, al menos en el plano ideal, fue el maestro de todos ellos.
Napoleón y la esfinge es uno de los cuadros más aclamados de Gérôme. No es para menos. Hay algo del sentimiento de lo sublime que impone al espíritu la confrontación de lo humano con lo gigantesco y eterno; o sea, hay algo de Caspar Friedrich,  hay algo de magia. (Muchos pibes al ver el cuadro creen que Napoleón es la esfinge). Y por otro lado hay una alegoría del tiempo, que probablemente el autor no llegó a razonar. Toda esa arena que tapa la mitad de la esfinge aún no había sido barrida por los arqueólogos, los profanadores y los agentes de turismo.  En esta parte del Sahara, los relojes de arena eran enormes. Pero no solo los de arena, también los de sol...
Tal vez lo más manifiesto de la obra sean esas sombras que salen de Napoleón y de su ejército  y que se dirigen hacia la esfinge. Notemos esas que están detrás del gran corso y que revelan que fuera de campo hay un ejército, de un modo muy expresionista. Sin embargo, todo este acierto cae en la nada cuando advertimos al fondo todas las columnas de un regimiento.
 Gerôme tiene un cuadro de características parecidas donde las sombras juegan su rol de una manera más explícita. Se trata de Golgatha consummatum est, que es de una calidad  superior, aunque es una obra mucho menos difundida. Las sombras, como en el anterior cuadro, marchan hacia uno de los actores principales, en este caso la multitud que está volviendo a Jerusalén, que con sus murallas se adivina brumosa en el fondo.  En este caso, las sombras son consecuencia de elementos que se encuentras plenamente fuera de campo.
¿Por qué vemos a Napoleón pero no a Cristo? Ambos tienen un componente metafísico. Ambos son más chicos que sus propias sombras. Ambos se despliegan en el tiempo con más eficacia que sus carnaduras.




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