¨ Ya en aquel entonces Hegel vio en la
derrota de la monarquía prusiana por Napoleón en la batalla de Jena, el triunfo
de los ideales de la revolución francesa y la inminente universalización del
Estado que incorporaba los principios de libertad e igualdad. ¨
Francis Fukuyama
Jean-León-Gérôme—que
era discípulo de De la Roche, que era discípulo de Gros, que era a su vez discípulo de David— no quiso ser menos que su
maestro y que los maestros de sus maestros y se dedicó a consagrar pinturas de
Napoleón, quien, al menos en el plano ideal, fue el maestro de todos ellos.
Napoleón y la esfinge es uno de los
cuadros más aclamados de Gérôme. No es para menos. Hay algo del sentimiento de
lo sublime que impone al espíritu la confrontación de lo humano con lo
gigantesco y eterno; o sea, hay algo de Caspar Friedrich, hay algo de magia. (Muchos pibes al ver el
cuadro creen que Napoleón es la esfinge). Y por otro lado hay una alegoría del
tiempo, que probablemente el autor no llegó a razonar. Toda esa arena que tapa
la mitad de la esfinge aún no había sido barrida por los arqueólogos, los
profanadores y los agentes de turismo.
En esta parte del Sahara, los relojes de arena eran enormes. Pero no
solo los de arena, también los de sol...
Tal vez lo más
manifiesto de la obra sean esas sombras que salen de Napoleón y de su ejército y que se dirigen hacia la esfinge. Notemos esas
que están detrás del gran corso y que revelan que fuera de campo hay un ejército,
de un modo muy expresionista. Sin embargo, todo este acierto cae en la nada
cuando advertimos al fondo todas las columnas de un regimiento.
Gerôme tiene un cuadro de características parecidas
donde las sombras juegan su rol de una manera más explícita. Se trata de Golgatha consummatum est, que es de una calidad
superior, aunque es una obra mucho menos
difundida. Las sombras, como en el anterior cuadro, marchan hacia uno de los
actores principales, en este caso la multitud que está volviendo a Jerusalén,
que con sus murallas se adivina brumosa en el fondo. En este caso, las sombras son consecuencia de
elementos que se encuentras plenamente fuera de campo.
¿Por qué vemos
a Napoleón pero no a Cristo? Ambos tienen un componente metafísico. Ambos son
más chicos que sus propias sombras. Ambos se despliegan en el tiempo con más
eficacia que sus carnaduras.
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