Líneas de expresión
Una
vieja amiga vino corriendo a informarme: “José, tengo líneas de expresión” ¡Caray!,
le dije, has vuelto a la poesía, te felicito. “No, mirame bien, parezco el fuelle
de un bandoneón”. Podes ser un poco más explicita, porque no te entiendo un
carajo. “¡Tengo arrugas por toda la cara!” Estás hermosa. “¿Sos ciego o necesitas
aumento?”
Mirando
la televisión abierta después del almuerzo te causa indigestión reparar en la
cantidad de publicidad dedicada a la guerra contra las líneas de expresión, los
contornos de ojos mal avenidos, las pieles flácidas, los cabellos no saludables
y con caspa, las celulitis, el mal tracto intestinal (que se te nota en la cara)
y los culos ingobernables por la acumulación de las grasas.
Sin
dudas, tanta estupidez acumulada, tanta atención puesta en la apariencia, está ahí
por algo. Hay mercado cautivo y hay mercado que se crea día a día. Muchas
personas son lo que vemos en las publicidades, y son muchas más de las que
creemos; son multitudes que te van a censurar si osas criticar algún aspecto de
esa montaña de naderías que sostiene sus vidas. Y en el caso puntual de estos cosméticos
femeninos, si los criticas, lo más probable es que te tachen de machista, (justamente estas
mujeres, que tienen un grillete en el cerebro por culpa de esta sociedad
machista.)
Pero
si estas son las publicidades, ¿cuáles son los programas que vienen adjuntados?
En general son programas de dos tipos: de chimentos y telenovelas. En el caso
de los de chimentos son, en general, una prolongación de las mismas
publicidades. Venden un show teatral, un escándalo fingido para vender un show
teatral, venden otros programas, la reinserción de una figura que quiere salir del
ostracismo y que puso sus buenos mangos para tener cámara… Y todo eso que
venden es de un bajísimo nivel artístico, (si es que podemos tratar de “artístico”
a semejante basura), y en la mayoría de los casos se reduce a modelitos huecas
con altos culos, sin arrugas y desnutridas. Casi siempre estos programas tienen en su
haber un homosexual masculino (un trolo), como si los mismos hombres debieran
ser rebajados al nivel de mujeres de utilería para tratar estos temas frívolos.
(Para los bien machos queda la estupidez del futbol, con canales dedicados las
24 horas a la pelota, donde, no casualmente, la mayoría de las mujeres
periodistas no dejan de ser muy femeninas, acorde a las exigencias de un mundo
machista.) En cuanto a las telenovelas lo más preocupante es advertir que
terminan siempre por un comienzo. El casamiento se vende como un fin en sí
mismo, pero es en realidad el inicio de una vida, de esfuerzos conjuntos, de responsabilidades
mayores, quizás de formación de una
descendencia, acaso de rupturas que siempre dejan cicatrices. Así, muchas
mujeres se casan y terminan mirando por el espejo retrovisor de la vida, hacia
un pasado que tal vez no va a volver—si es
que alguna vez llegó— pero que está ahí para movilizar el consumo de infinitas porquerías
que supuestamente rejuvenecerían la piel, el pelo, el culo, las patas y toda la
carrocería.
Sin
embargo, lo que me preocupó fue que fuera justo ella la que así me hablaba y la
que compró toda esa parafernalia de soluciones mágicas. Ella, que siempre se
supo linda, ella que siempre vivió de lo espiritual, ella que nunca usó su género
como arma o como escudo, ella que siempre miró la vida de frente, ella que se
mofa del qué dirán, ella que nunca se puso a pensar si existe la amistad entre
el hombre y la mujer, ella que siempre fue mi amiga, ella que sabe que la belleza espiritual trasciende la piel. Lo que realmente me
preocupa es que se le esté arrugando el alma.
Y
ahora me voy corriendo, comienza el Real y el Barza, ¡y juega Messi! Si mi hijo hoy no come no me
importa. Si una amiga tiene problemas espirituales lo hablamos después del
partido, y todo depende del resultado. Además, mejor lo charlamos por telefono, porque estoy dando una pésima imagen: está
el tema de la calvicie, se me acaba de caer un diente de esos que se ven y estoy
criando flotadores en la cintura.
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