Dos estupideces en TVR
Estoy
fuera de mí. Veo TVR (Televisión
registrada), un programa de archivos televisivos que es levemente crítico y que
usualmente me gusta cuando ando al pedo, o en pedo, como para atender a algo de
mayor altura, como agarrar un buen libro
o mirar algún sitio porno. Pero no puedo
seguir mudo ante algunos asertos que se lanzan desde la pantalla,
principalmente porque se trata de seres de mi consideración.
Un
show televisivo es solo eso, ni más ni menos, y no corresponde que una persona
inteligente se enoje con esa caja de entretenimientos. Pero si nos detenemos a
analizar ciertas incoherencias podemos develar alguna cosita, pequeñas perlitas,
como diría Susana.
Hablando
del suicidio se le pregunta a Mauro Szeta, filósofo, si el suicida es un
cobarde o un valiente. Szeta responde con un contundente “es un cobarde”.
Mirad; un filósofo con tan poca dialéctica que da pena. Básicamente la
dialéctica es saber que siempre hay que contemplar 4 posibles respuestas: si,
no, ambos o ninguno, o en otras palabras: blanco, negro, gris o ninguno. Cuando
alguien te plantea una pregunta sobre blanco o negro, o si el suicida es
valiente o cobarde, como en este caso, el filósofo debe tener las cuatro
posibilidades como potenciales respuestas, está en su profesión, está en el abc
de los amantes de la madre de todas las ciencias y está en la misma costumbre
de Szeta, que en general siempre razona con rectitud. Además, hay una exigencia
humana. Somos todos diferentes y diferentes son los suicidas. Por otra parte,
cualquier neurólogo con un promedio de 4 sabe que el suicida medio no puede elegir. ¿Cómo
podría elegir el depresivo? ¿¡Cómo!? ¿Por qué se creen que los suicidas son
recurrentes por regla general? Pero la cosa no terminó ahí. El invitado del
programa fue Dorio, otro tipo que respeto pero que se está poniendo en boludo
con una frecuencia que ya califica en el ultravioleta del espectro de los boludos.
Los panelistas le pidieron su opinión. Fue triste. Por empezar
invocó una vez más a Heidegger, inoportunamente. Nadie entendió un carajo lo
que quiso decir, pero yo al menos tengo una certeza. Queriendo criticar la morbosidad
en la tele lo citó al alemán, que supuestamente dijo algo en contra de esa
manía de exhibir la muerte. Pero Heidegger estaría muy de acuerdo con estas
prácticas televisivas, porque él estaba en contra de esa costumbre de los
últimos cien años que consiste en ocultar todo trato con la parca, dado que en nuestras vidas modernas las veces que vemos un cadaver en vivo y en directo son contadas con los dedos de una mano. ¿Dorio leyó
mal a Heidegger? No. De ninguna manera. Lo que pasó es que se dio cuenta de que
estaba diciendo una barbaridad y no fue lo suficientemente piola como para
desdecirse, y siguió adelante con su discurso tratando de enmendar
infructuosamente el error. Él debe saber que somos pocos los que advertimos
eso, pero, mi querido Dorio, yo prefiero quedar mal con un millón de personas y
no con las pocas personas que están en mi consideración. Ese es otro de los
valores supremos en filosofía. Además, todas las giladas sin sentido que
hablaste del suicidio – que en fin de cuentas era la pregunta que te hicieron—,
todas esas pavadas de los japoneses, el ribete cultural, los nazis, no
resisten el menor análisis. Deberías
aprender de Gabriel Rolon, el único tipo inteligente del universo
televisivo, con un sentido común que es infrecuente.
Bueno,
este escrito se me está convirtiendo en un tema personal, y no es la idea.
Pero el asunto no quedó ahí. El programa siguió, y se habló de uno de los temas
más innobles del planeta: Boca-River, que es el clásico que se viene mañana. En
un momento pasan una escena del año 69. Boca sale campeón en cancha de River,
da la vuelta olímpica y los hinchas de River aplauden a los jugadores xeneises.
La anécdota, comentada con fruición por Pablo Rago y Dorio, nos hablaría de la
tolerancia de aquellos años (el potencial es mio, porque ellos aseguraban sin chistar.) Pero resulta que ya es la segunda o tercera vez
que veo la escena y nadie se dio cuenta aún de la ignorancia del asunto. (No
intento ser infamante tachando de ignorantes a los susodichos, pues todos somos
ignorantes de alguna manera, pero preste atención.) Ese día Boca volvió al
monumental luego de la tragedia de la Puerta 12, donde murieron 71 personas en cancha de River por la
estampida que provoco una represión policial. Todos los muertos fueron hinchas
de Boca. Mientras la gente moría, apiñada en las escaleras, la hinchada
millonaria, sin conocimiento cabal de lo que acaecía, se burlaba del clásico
rival. La policía no reprimió a los
locales porque era de la comisaría de la zona. Lo que los hinchas de River
aplaudieron, un año después, no fue
tanto al equipo sino a los muertos. Fue una forma de exculparse. Fue como un
simbólico suicido colectivo.
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