La gloria insomne
La ansiedad nos puede jugar una mala
pasada cuando necesitamos dormir. Un Messi antes de una final, un político en
las horas previas a una elección determinante, un padre antes de la operación de
su hijo, pueden no dormir aunque su
cuerpo lo requiera. Si bien hoy existen pastillas para cerrar los ojos de una
buena vez, cuando la ansiedad es desmedida no tiene remedio. Son esas pequeñas
cosas que deberíamos saber pero que olvidamos cuando no nos toca.
El primer viaje a la luna duró tres días de
ida y tres de vuelta, con una estadía en el satélite de unas 24 horas.[1]
No les debe haber resultado fácil dormir
allá arriba. Houston, desde la
Tierra, se debió de comunicar sin atender a esa posibilidad. Además
allá no había noche y el sol estaba omnipresente en las ventanas. Más aún, la
comida y las formas de ir al baño no eran las habituales, y en vez de dormir
con tu mujer o sólo lo hacías junto a un
tipo con traje ridículo y aparatoso, como el tuyo. De pesadilla.
Ya en suelo lunar, sabemos que Armstrong
y Aldrin estuvieron unas 6 horas dentro de la nave, sin bajar, probablemente
durmiendo, o al menos intentándolo, porque afuera estaba la gloria.
Yo le quería rendir este humilde
tributo no al sueño de llegar a la luna, sino a ese otro sueño, tan humano, tan
humilde que nadie celebra: un sueño inocente y breve en las puertas del cielo. O
quizás a la ausencia total de sueños, que se suele dar cuando la realidad es
ingobernable.
[1] Para los que no creen que
fuimos a la luna me remito a Los
razonamientos de los lunáticos, en este blog. (2/5/2012)
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