jueves, 7 de agosto de 2014

La gloria insomne



La gloria insomne

La ansiedad nos puede jugar una mala pasada cuando necesitamos dormir. Un Messi antes de una final, un político en las horas previas a una elección determinante, un padre antes de la operación de su hijo, pueden  no dormir aunque su cuerpo lo requiera. Si bien hoy existen pastillas para cerrar los ojos de una buena vez, cuando la ansiedad es desmedida no tiene remedio. Son esas pequeñas cosas que deberíamos saber pero que olvidamos cuando no nos toca.
El primer viaje a la luna duró tres días de ida y tres de vuelta, con una estadía en el satélite de unas 24 horas.[1] No  les debe haber resultado fácil dormir allá arriba. Houston, desde la Tierra, se debió de comunicar sin atender a esa posibilidad. Además allá no había noche y el sol estaba omnipresente en las ventanas. Más aún, la comida y las formas de ir al baño no eran las habituales, y en vez de dormir con tu mujer o sólo lo hacías junto a  un tipo con traje ridículo y aparatoso, como el tuyo. De pesadilla.
Ya en suelo lunar, sabemos que Armstrong y Aldrin estuvieron unas 6 horas dentro de la nave, sin bajar, probablemente durmiendo, o al menos intentándolo, porque afuera estaba la gloria.
Yo le quería rendir este humilde tributo no al sueño de llegar a la luna, sino a ese otro sueño, tan humano, tan humilde que nadie celebra: un sueño inocente y breve en las puertas del cielo. O quizás a la ausencia total de sueños, que se suele dar cuando la realidad es ingobernable.


[1] Para los que no creen que fuimos a la luna me remito a Los razonamientos de los lunáticos, en este blog. (2/5/2012)

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