Los tiempos de mi reloj
El tiempo en que fue hecho: año 1952. Me remito a ese momento cuando lo miro. Era alta tecnología
por entonces. Perón probablemente tenía uno.
Su tiempo de vida: 62 años. Ha pasado por la muñeca de mi abuelo, de mi padre, la mía.
El tiempo que me marca: Es el tiempo más ordinario que me
ofrece. No es muy exacto. Cualquier reloj digital te tira la hora con mayor
justeza.
El tiempo que le doy: Es a cuerda. A la mañana le doy
vida. Freud registraba la historia de un desesperado. Muy deprimido se había
tirado bajo un tren. Su reloj había dejado de latir horas antes. Freud asociaba
el olvido de darle cuerda a ese reloj con la depresión de ese sujeto. Hay días
en los cuales me olvido de darle cuerda. Lo miro. Entonces me acuerdo de Perón,
me acuerdo de mi abuelo, me acuerdo de que son las cuatro y puedo perder el
tren.
A mi hijo, si lo quiere, le quedará
este bonito reloj. Muchos me critican
que lo use. Afirman que es demasiado preciado como para ir por el mundo
tentando a la fortuna. Yo replico que un stradivarius debe sonar porque fue hecho
para eso, para ser usado, no para ocupar una vitrina o un cajón. Y si algún día
me lo roban o se me pierde, será cosa del destino. Será que llegó su último
momento. Será que será el fin de los tiempos de mi reloj.
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