lunes, 29 de diciembre de 2014

Un ejemplo para buscar



Un ejemplo para buscar (o Poética del blog)


           
Batalla de Anghiari.  Rubens, de un original de Leonardo da Vinci desaparecido
Ayer el marido de Verónica  puso en cuestión la Wikipedia como herramienta de trabajo intelectual, a raíz de un desafortunado comentario mío a las vísperas de soplar las velitas. Se armó un despelote descomunal en donde no faltaron los improperios y las faltas de respeto en todas direcciones. Todo, por supuesto, en un altísimo nivel intelectual. El marido me tachó de “mameluco”, en su acepción de “necio y bobo” y yo le retruqué “jesuita”, en el sentido de “falso e hipócrita”. Tenemos la mala costumbre de buscar aliados en cualquier discusión que mantenemos. De alguna manera, suponemos que tenemos más razón por una simple cuestión aritmética. Y los números le estaban dando la razón a él, porque casi todos estaban de su parte. Entonces, para ganar de una vez lo que ya era una batalla campal, el marido de Verónica sacó un cuchillo y lo alojó sobre la segunda costilla cervical derecha de Juan Manuel (que estaba de mi parte).  Juanma emitió el sonido mudo de un tigre herido, antes de morir. Viéndome sólo y rodeado, me rendí.
            Esto que usted acaba de leer pudo haber—o pudo no haber—sucedido en el cumpleaños de Verónica. De querer investigar el asunto a usted no le queda otra que preguntarle a Vero o a su dorima o a la morgue de Quilmes. En cualquier caso a nadie que no seamos nosotros le interesa el tema. Podría subir un videito a una red social o una entrada a la Wikipedia.  Daría lo mismo. No es un dato que interese a extraños. Y menos si no hubo discusiones, asesinatos y la pasamos estupendamente bien. Esa es la principal diferencia entre Wikipedia y el resto de las redes sociales. Porque la Wiki es una red social encubierta, pero que interesa y es interesante a escala global.

Buscar en la Wikipedia es peligroso. Pero a la vez nos puede ahorrar un tiempo grande y un trabajo enorme. A pesar de los riesgos inherentes a una enciclopedia social, todo depende luego de saber buscar en la Web información complementaria y que certifique los contenidos. Por supuesto, ningún trabajo serio debería referirse a este sitio. Para eso están los maravillosos links externos de Wikipedia.
Saturno comiendose a su hijo
            Ya Umberto Eco la defendió. Dijo, refiriéndose a trabajos serios, lo mismo que sabemos muchos de nosotros: Chequear en más de un idioma, revisar el historial y las polémicas de las entradas (o sea, la parte social) y siempre cotejar con algún sitio de verdad mediante el recorte de una frase, nombre o parte  que nos interese y posterior pegado y googleado  de ese material. Por último, dar en lo posible con algún libro serio, en papel, tal vez fotocopiado si no queda otra. (Y, si uno es muy rana, googlear los autores que figuran en la bibliografía de esos libros y obtener sus datos, por ejemplo,  de la Wikipedia. Por no hablar de googlear pasajes enteros de esas mismas obras para llevarnos muchas sorpresas o decepciones).
            Voy a daros un ejemplo. No es el mejor, pero es el que me dejó más interrogantes y el más reciente.(Y espero que también sirva para que aprendáis como proceder para confeccionar artículos tan discutibles como este.) 
            Como casi todo en esta vida, las cosas suceden, en primera instancia, en nuestra mente. Interesado en la pintura de Rubens, especialmente por un artículo que estoy escribiendo sobre sus exuberantes modelos femeninos, me metí en la entrada de Wikipedia que enumera cronológicamente sus obras (Anexo: cuadros de Peter Paul Rubens)[1]. Como sucede con otros autores, cada obra relevante tiene su correspondiente entrada, donde casi siempre hay una historia y un análisis. Como al pasar, di con Saturno comiéndose a su hijo, que cien años después replicará Tiepolo en una versión intrascendente y doscientos años después realizará Goya con su propia y genial interpretación. Luego descubrí un cuadro de sus primeros tiempos: La matanza de los inocentes, donde vemos la generalizada matanza de los bebés que buscaba evitar la llegada de Jesús, casi como si el Saturno, años después, fuese sólo un eco de esta obra. Recordé haber visto en otro lugar pinturas muy oscuras del maestro, que no estaban en esta selección.
La matanza de los inocentes
Sé por experiencia que las Wikipedias en los diferentes idiomas privilegian en estas selecciones dos cosas: el origen de los artistas y los museos que guardan sus obras. Más claro: la mejor Wikipedia de Rubens es la que está en francés o en holandés, porque son los dos idiomas de Bélgica, su país de origen. Pero también es la Wikipedia de los museos que tiene más obras de un pintor, o las obras que nos interesa de ese pintor. Por ejemplo, si yo recordaba una obra de Rubens que no estaba en la selección de la Wikipedia en Español, de seguro esa obra no está en el museo del Prado ni en ningún museo Español o de algún país hispano. Intenté dar con estas obras que vagamente tenía en la memoria en las versiones en aquellos idiomas. Nada. Recordé que tengo un tomo del  museo Alte Pinakothek de Viena, donde hay varios Rubens. Aunque allí tampoco encontré, supuse que tal vez  la clave estuviese en el alemán. Pero la Wikipedia del idioma de Goethe tampoco me dio nada. Finalmente entré en la versión en inglés, que siempre es una obligación. Nada por aquí, nada por allá.
 (Eso sí, ese libro que obraba en mi poder me recordó La caza del tigre. En los tiempos del pintor la caza de bestias como tigres y cocodrilos era vista como el triunfo del bien contra el mal, siempre que la caza llegara a buen término, claro. Pero este cuadro me recordaba asimismo algo más, no sabía qué…)

            Asumiendo el fracaso volví al español, como corriendo.  Me inquietó leer algo en la entrada del cuadro Los horrores de la guerra. Corto y pego:

Rubens influyó al pintor español Francisco de Goya en algunas de sus pinturas (…)Especialmente, La masacre de los inocentes y Los horrores de la guerra —realizadas entre 1638 y 1640—, presentan rasgos parecidos a las obras de Goya realizadas a partir de 1793. Esta teoría es reforzada por el parecido de Saturno devorando a un hijo (…)Clark considera que la escena de la batalla entre madrileños y mamelucos acaecida el 2 de mayo de 1808 y más tarde retratada por Goya, está influenciada por el arte de Rubens.

Estas observaciones se remiten a Kenneth Clark, un historiador de arte británico con entradas en 16 idiomas en Wikipedia. Looking at Pictures (1960), es el libro de referencia, y rápidamente doy con el pasaje que se comenta más arriba.
La caza del tigre
La carga de los mamelucos
Inmediatamente entendí: el señor Clark está equivocado, al menos en parte, porque no nombra la obra más referencial de Rubens al respecto. La pintura en que se basa Goya para componer La carga de los mamelucos es la que  escasea en la Web: La caza del tigre. Ahora lo importante era chequear mi propio descubrimiento. Primero volví al libro, pero en el extenso comentario que se hace de la pintura en ningún momento se menciona a Goya, como recordaba.  Después Googlé de mil formas palabras claves en español. Nada. Luego usé el traductor de Google para saber que Tiger Jagd es el nombre original del cuadro. Puse en el buscador estas palabras con otras pertinentes y así era exactamente. Pero de Goya, nada.
Basta ver la parte superior de La caza del tigre para entender que Goya se inspiró en este lienzo para La carga de los mamelucos. Mirad las manos alzadas y el gesto pertinente.  Sé que Rubens realizó la copia más conocida de La batalla de Anghiari de Leonardo y también sé que esta obra influyó más que ninguna en La carga…, pero eso no invalida mi hipótesis. Estoy persuadido que Goya pensó al pueblo español como felinos, invirtiendo la relación entre el bien y el mal. (Si  le parece una idea descabellada trate de recordar todas las interpretaciones aberrantes que se han hecho sobre grandes obras por grandes y prestigiosos autores sin que a nadie se le mueva un pelo.) Puse en el buscador algo que relacione ambas pinturas. Nada. Lo más cercano que encontré es un comentario a una muestra itinerante…

La pintura de Rubens tuvo tanto éxito que acabó convirtiéndose en inspiración para artistas posteriores, especialmente en el siglo XIX, en plena época romántica. El mejor ejemplo lo encontramos en ‘La caza de los leones’ (1855), de Delacroix, cuyo orientalismo es una clara deuda de la caza de Rubens, al igual que el destacado orientalismo[2]

Bueno, ahora preste atención. Le voy a dar algunos puntos para que los piense.
1)                     Clark nunca contó con el concurso de la Web, de Wikipedia, ni de nada que se le parezca. Esa es una obvia ventaja a mi favor. Recuerdo los tiempos en que salía una fortuna cada libro de arte, y hoy, al menos las pinturas más relevantes, las tengo todas a un clic de distancia. Y sin embargo, no resulta fácil dar con cualquier obra en Internet. Más aún, debe haber libros donde sospecho que se trata el parecido entre ambos lienzos, que son imposibles de ver por acá, incluso en extraños idiomas.
2)                     Es posible que yo sea bastante boludo y que  vea parecidos o influencias donde no hay nada. Pero concédame algo. La masacre de los inocentes y Los horrores de la guerra son malos ejemplos para vincular a Rubens con Goya.
3)                     La Wikipedia más controlada es la del idioma más transitado para el caso concreto que nos interesa. Por ejemplo, si nos interesa  averiguar sobre la ciudad de Avellaneda, tenemos que buscar en español. Asimismo, si hay un error o introducen algo con mala fe, será la primera Wikipedia en ser corregida. Contrariamente, si hay un error en “Avellaneda” en idioma Suomi (está), ese error permanecerá infinitamente allí.
4)                     No olvidemos nunca las burradas que hemos leído en sendos libros de autor y en prestigiosas enciclopedias. Es imprescindible manejarnos con la intuición, como hacen los grandes autores.
5)                     No tengo ninguna certeza de lo que digo acá sobre Rubens y Goya. Ahora es tarea de usted seguir buscando y si algo encuentra, por favor hágamelo saber. Sepa que en internet y en los libros nunca estará todo, y que cada unos de nosotros siempre tendrá algo para decir.
6)                      Wikipedia es peligrosa, ni más ni menos que buscar en el blog de un ignorado sujeto como yo. Porque si entró en mi blog, seguramente no fue para saber si hubo sangre en un cumpleaños, sino porque está interesado en Rubens, y probablemente quiso evitar la Wikipedia para encontrarse con algo más serio. Si esto es así, le agradezco. Especialmente si llegó hasta aquí. Espero no haberlo desilusionado.



Las diferentes versiones de Saturno comiéndose a sus hijos:
La entrada de Los horrores de la guerra
+
De Kenneth Clark






[2] https://ar.noticias.yahoo.com/blogs/arte-secreto/rubens--el--tarantino--del-siglo-xvii-172248746.html Hay que agregar que este comentario es interesado porque está convocando para que se acerquen al museo, y de todas las obras dice más o menos lo mismo.

viernes, 26 de diciembre de 2014

La carnicería de Aníbal



La carnicería de Aníbal

            Annibale Carracci fue, en su tiempo, un semidios, el pintor de los pintores, al que había que imitar, al que había que seguir, al que había que recordar. Sin embargo, el tiempo, que dicen que hace justicia poniendo las cosas en su lugar, hizo que su nombre fuera eclipsado por uno de sus contemporáneos, un borracho pendenciero mal educado que llegó al asesinato: Michelangelo Merisi, que se hacía llamar Caravaggio.  
           
Vamos a comparar, un poco arbitrariamente, dos pinturas, La crucifixión de San Pedro (Carvaggio) y La carnicería (Carracci). Por supuesto, detrás de ambos está el influjo divino de Miguel Ángel, con sus escorzos y las atléticas posturas que asumen los personajes. En la obra del borracho tenemos un tema religioso. Un hombre, agachado, con los pies sucios, hace palanca para elevar la cruz. Los otros dos también intentan vencer la gravedad tirando de una cuerda o directamente jalando de la madera. La mayoría de los comentaristas afirman que el peso del atlético primer papa es espiritual, y estaría en correspondencia con la Contrarreforma, que pedía a los artistas poner el acento en los pontífices. Por otra parte, San Pedro pidió ser crucificado patas para arriba, entonces a mi me hace ruido que mire sorprendido, como si no supiera lo que le pidió a los verdugos.
            La carnicería es una de las dos pinturas que Annibale Carracci consagró al divino tema de la nerca. Un hombre está agachado ocupado en cortarle la cabeza a un cordero, un poco al estilo de El sacrificio de Issac, de Merisi. Por cierto que no se trata de un cordero de dios, sino de un pobre bichito. A la derecha un empleado aplica sus músculos en colgar una media res en un gancho.
Al fondo un tipo prepara para exhibir algún embutido en una posición que recuerda a la María de Cleofás de El entierro de Cristo de su rival, pero que en lugar de elevar las manos al Señor, las eleva al travesaño de madera donde colgará las vísceras. En primer término un hombre de blanco diagnostica el peso de una tira de asado. Al fondo, un personaje incierto, acaso el dueño del negocio. Nada queda del divino espíritu. Y lo mejor: mirad ese hombre  de la izquierda. Es un cliente. Mete la derecha en el bolsillo para sacar la plata. Pero lo hace con un gesto miguelangelesco, atlético, como para que la composición haga equilibrio con el sujeto del otro extremo que está levantando la carne. Este cliente y su pose son un buen ejemplo de una economía ya capitalizada a finales del siglo XV. Pero también es un buen ejemplo de la banalización de las heroicas figuras de los cuadros religiosos.
                      Todo esto, Carracci  lo hace con una aplicación y corrección admirables. Si usted es observador habrá notado que el cliente introduce la mano izquierda en su bolsillo,  no la derecha. También habrá notado que todos los otros personajes parecen ser zurdos. Bueno, eso es lo que parece. Se sabe que muchos artistas emplearon el espejo para poder encuadrar bien las escenas, y por supuesto, siempre los emplearon para hacer autorretratos. Me parece obvio que Aníbal ha tomado esa decisión al momento de pintar esta escena. Es más, arriesgaría que el que tiene los brazos en alto es el mismísimo Carracci.
Carracci, Autorretrato
            No ignoro el arte de Caravaggio. Tampoco lo ignoraron sus contemporáneos, que le dieron un cómodo segundo puesto. Y les digo un secreto: soy un fana del borracho. Pero quería hacerle un poco de justicia a Annibale Carracci. Se lo suele recordar por sus temas religiosos o sus paisajes. Sin ir más lejos ayer leía un artículo de la revista española Arte, que alababa los paisajes de Claudio de Lorena y recordaba a su maestro espiritual, nuestro amigo Aníbal. Pero yo creo que hay que rescatar a Carracci no tanto por lo que vieron en él sus contemporáneos, sino por lo que podemos ver nosotros. Y La carnicería me parece un ejemplo elocuente del excelente arte del maestro.

jueves, 25 de diciembre de 2014

La Furia de William Faulkner


La Furia de William Faulkner y el sonido de Hugo Muleta

“… (El reloj) no te lo entrego para que recuerdes el tiempo, sino para que de vez en cuando lo olvides durante un instante y no agotes tus fuerzas intentando someterlo. Porque nunca se gana una batalla dijo. Ni siquiera se libran. El campo de batalla solamente revela al hombre su propia estupidez y desesperación, y la victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles.”
Quentin Compson

Che, boludo, cómo no leíste El sonido y la furia, me apremió Sebastian. Ya lo voy a leer, contesté. Es que “ya” es hoy. No lo tengo y estoy leyendo otras cosas, no me rompas las bolas. Me pasó un regalo, con moño incluido. Feliz navidad, te llamo en una semana. Pero falta una semana para navidad…

Intenté leer el Sonido y la Furia  de William Faulkner, obra difícil si las hay. No pude. Llegué al final de la primera parte con un gran dolor de cabeza y un resentimiento por mi propia incapacidad. Como esto no podía quedar así me procuré una de esas monografías de Internet que te explican la obra. Cuando logré entender la monografía, que está firmada por un tal Hugo Muleta, volví a  leer la novela, llegando esta vez al final de la segunda parte, (y tiene cuatro). No me rendí. Volví a leer la monografía y retomé la lectura del libro ayudándome con el aporte de Hugo Muleta. Le adicioné la lectura de la entrada de Wikipedia, que está muy completita. Y, con todas estas armas,  pude concluir El sonido y la Furia, no sin seguir sintiéndome un poco decepcionado con mis capacidades, pero a tiempo para Navidad.
La obra de Faulkner tiene cuatro partes. Cada una está relatada por un miembro diferente de la familia Compson. La primera está relatada desde la perspectiva de un pibe con atraso mental, de nombre Benjy; la segunda por Quentin; la tercera por Jason y la cuarta por un narrador en tercera persona que nos relata los hechos desde la mirada de la doméstica, Dilsey.
Ahora bien; yo he leído la novela desde los ojos de estos cuatro personajes, pero también, sin dudas, desde los ojos de Hugo Muleta, que ya para mí constituye un personaje más de la novela. Él verdadero autor de la monografía, ese que firma bajo este obvio seudónimo, lo sabe (tiene varias monografías en la web). La definición de Muleta es: “Apoyo para el cuerpo que sirve para facilitar el desplazamiento”. Y sí: también apoyo para la mente. De alguna manera yo soy Benjy y Hugo Muleta se parece mucho a Dilsey. 

viernes, 12 de diciembre de 2014

El origen del mundo




El origen del mundo

En 1460, Piero Della Francesca pintó la Virgen del parto. Varias interpretaciones se han aventurado sobre su significado. Las más interesantes son, como suele suceder, las que menos habrá pensado el pintor en el momento de realizar la obra.[1] Dos angelillos abren unas cortinas teatrales. A su vez, María entreabre algo sobre su panza. Esto que la virgen está abriendo se puede interpretar como su sexo o  el futuro estigma de Cristo y por lo tanto su pasión, pero también como su muerte. Estaríamos viendo una imagen del nacimiento y muerte de Jesús a un mismo tiempo. La pintura fue famosa ya por aquellos años y sabemos que era motivo de peregrinación de innumerables embarazadas. Siguiendo este hecho, yo agregaría una lectura más de la obra. Sabemos que una de las principales causas de muerte femenina por entonces era el alumbramiento. Entonces resulta difícil pensar que las muchachas peregrinaban hasta esta María, vestida de rústica campesina, como ellas mismas, para ver en la imagen una muerte de Cristo. Aunque, pensándolo bien, puede entenderse que peregrinaban para ver en ese tajo la redención y la vida eterna tras la muerte.

En 1866, Gustave Courbet pintó el célebre cuadro El origen del mundo, que hoy adorna una pared del museo de Orsay, en Paris. No pienso reproducir ese cuadro en este blog porque no quiero darles sorpresas desagradables a mis lectores, que vaya uno a saber que estarán haciendo en este momento. Se trata de un cuadro que si no causó mayor escándalo en su tiempo fue simplemente porque nadie se enteró de su existencia. El columpio de Fragonard o el Desayuno sobre la hierba de Manet son chiquilinadas en comparación, amén de sus méritos artísticos. Courbet muestra la vulva de una mujer tomada desde un punto de vista muy original. No vemos su cabeza, no sabemos su identidad. No hay ningún precedente de una obra de este tipo. Acá va el enlace para el que se atreva:


Pensad que por entonces no se habían realizado obras como esta. Courbet era maestro del realismo, de modo que para cuando nuestro amigo  la realizó era pornografía pura y se vio en el apuro de esconderla o sacársela de encima. Se la sacó de encima. Pasó por muchas manos. Su último propietario fue el genial Jacques Lacan, quien la ocultó hasta su muerte, en 1981. Cuando la colgaron del museo, se había transformado en una obra simbolista, con el valor agregado de un propietario ilustre.
Sin embargo, el año 2013 trajo una noticia sensacional. Se encontró la cara de la mujer que nos enseña el coño.[2] Courbet había cortado la tela—yo creo que fue su mayor acierto—y se encargó de ocultar ambas partes por separado. Según parece,  le interesaba que no se supiera la identidad de la modelo, aunque evidentemente estaba tan encariñado con ella—con la pintura y/o la chica—que no la destruyó. Sin embargo, tuvo la precaución de que tampoco sepamos de él, por lo cual no firmó la tela. Como consecuencia, pasaron casi 150 años antes de que se supiera la verdad.
Ahora bien, a mi se me ocurren ciertas cosas al ver la pintura en su integridad original. ¿Qué es lo que está mirando la muchacha? ¿Es importante eso? Sin dudas, porque así el artista nos obliga a mirar abajo. Si la mujer nos mirara a los ojos cambiaría instintivamente nuestra percepción y nuestro diagnóstico. Creo que Courbet cortó la tela, entre otras cosas, para obligarnos a ver el sexo y asi universalizar la concha, que ya daría lo mismo que fuera la de esta muchacha o la de tu madre: se trataría del coño de la especie humana, como bien reza el título.
                     Volviendo al cuadro en su integridad, podemos apreciar ciertas cosas desconcertantes. Mirad; la señorita parece estar muerta. Mirad esos ojos. No parecen estar mirando nada. Son ojos sin mirada. Parecen ser los últimos testigos mudos de un asesinato. Sus mejillas están desinfladas y su boca entreabierta.  Así, la marmórea figura se correspondería con un cadáver.
De aquí podríamos inferir miles de interpretaciones al respecto. Lo que estaríamos viendo como un origen del mundo sería al mismo tiempo un fin, la posibilidad de un nuevo inicio, los ciclos de la vida y la muerte, etcétera. Más aún, si atendemos a la juventud de la mujer podríamos adicionarle un millardo de interpretaciones.  ¿Y si le sumamos a Lacán? Por supuesto; podríamos hacernos los zorros con sólo pensar en las repercusiones que pueden tener la muerte y el sexo en la mente de un psicólogo y armar una tesis con tan poca cosa. O acaso una obra de teatro o una novela que implique todas estas materias con un mínimo de creatividad. Muchos críticos e intelectuales están esperando aplaudir una obra de este tipo, independientemente de que sea algo de mérito o una bazofia, por el simple placer de tener que explicar lo que yo vengo explicando desde la primera palabra de este escrito. Afortunadamente, Dan Brown no lee mis cosas.

La obra de Piero Della Francesca era motivo de peregrinación. Los que iban a ella sabían lo que buscaban, amén del simbolismo evidente de la Virgen del Parto. Los que hoy peregrinan al Museo de Orsay van con ojos realistas a ver una obra simbolista. Es por eso que El origen del mundo es una de las pinturas más custodiadas, agredidas  y menos entendidas del planeta. Estaba más segura en el gabinete de Lacan.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Carlos y el círculo hermenéutico



Carlos y el círculo hermenéutico

Hermes lleva el mensaje, lo pierde, lo encuentra. Pero ya no es el mismo mensaje. No es que esté escrito de otra manera, es que el tiempo, las circunstancias y las suelas de sus zapatos ya no son las mismas. Entonces es otro mensaje, y mañana será otro, y así infinitamente. Algún día Hermes hará una parada, se atará los cordones. Pero el mensaje no tiene destino porque no tiene destinatario.
Es como en  Los siete mensajeros de Dino Buzzati. Son mensajes que sólo cobran sentido en un momento dado, que se velan, se desvelan, se sublevan y se vuelven a velar, como un muerto, que con el tiempo reaparece en nuestra memoria distorsionado, bajo la llama de una vela que se apaga, y mientras buscamos los fósforos en la oscuridad perdemos la representación de lo que habíamos recuperado.  
El nuevo libro de Carlos Rey se llama El poeta y yo y otros poemas. Es difícil hablar del libro de un amigo que conozco largamente, del poeta que vislumbro de a ratos, y de los poemas de ese poeta que habita en mi amigo, como mamuschkas.
En otros trabajos me he extendido sobre los libros de Carlos, al punto de escribir prólogos a varios de ellos. Incluso, como editores, lo hemos matado para vender mejor sus libros. No es mi intención hacer eso en este caso. Soy otro. Ha pasado tiempo. Bástame decir que estos tres poemas, que se han publicado en una prestigiosísima revista de poesía, es de lo mejor del autor. Veo a Heidegger y escucho las infinitas conversaciones que mantuvimos sobre el origen del Ser, de la palabra poética, de la pérdida de sentido que conlleva el uso abusivo de un término. Veo que vuelve a contener multitudes como Whitman. Veo el desdoblamiento de obras pasadas, como la que se da en una preciosa obra de teatro que no llego a existir. Veo la ironía característica entre su vida y la vida de su poeta. 
El poeta y yo y otros poemas, o al menos estos tres poemas promocionales, son redondos, musicales, de lectura engañosamente fácil, hegelianos en su forma espiralada. Están estructurados como tríptico, como El jardín de las delicias, del paraíso al infierno, del encuentro (reencuentro) con dios, a la perdición (que nunca puede ser un reencuentro). (Y no quiero mencionar el consabido ejemplo de la Comedia para no herir a Dante, porque es otro poeta vivo que lo acecha a Carlos Rey por las noches.) 
Aunque el poeta nos narra su propio desencuentro, sin embargo, irónicamente, y aunque esta no sea la primera vez—aunque puede ser la última— el poeta se ha encontrado. Tiene un estilo personal. Gran vuelo, sin escalas. Pero conociendo al escritor, a la persona, sé que Carlos se va a perder nuevamente, necesariamente, para renovar su propio arte, a la espera de reencontrarse con un poeta que frisará los 50, que lo está esperando al final de un camino que lleva 10 años de piernas errantes, laberínticas. Porque Carlos sabe perfectamente que el que no se pierde, muere, como persona, pero que el poeta Carlos, el de hoy, debe morir para volver al paraíso perdido.

Los poemas, y me callo:
http://hablardepoesia.com.ar/numero-30/aviso-a-las-altas-esferas-de-mi-craneo/#refmark-1

martes, 2 de diciembre de 2014

Un geólogo genial



Un geólogo genial
(Del oligoceno al Vaticano)

                                             Para Ana, a modo de regalo de cumple, o algo así

            “Cuidado… agárrenlo… está loco… delira… es un enfermo… es un hijo de puta”. Estas cosas se afirma que se escucharon aquella mañana de 1972, cuando un turista que paseaba por la Basílica de San Pedro subió a La Piedad de Miguel Ángel y le encajó 15 martillazos, amputándole un brazo y la nariz. También afirmaron los testigos que lo hizo al grito de “soy Jesucristo resucitado”. El victimario se llamaba Laszlo Toth. Murió el 11 de septiembre de 2012, en su Australia querida. Muchos artistas no lo pueden olvidar y muchísimos más son los que lo vilipendiaron mientras vivió.

            Entre las cosas que se han escrito sobre Toth, me parece que todas ellas son impertinentes y no le hacen justicia. Es más,  todo lo que se ha escrito sobre él— o al menos todo lo que he encontrado disponible en la red y en un bonito libro que poseo—no son más que sinrazones, tanto de los que lo agreden como de los pocos que lo defienden. Síganme los buenos…
            Por empezar es imposible que una concurrencia de turistas burgueses en el Vaticano, junto a La Piedad, diga todas esas boberías que abren este artículo. Lo más creíble es que ante un tipo que saca un martillo y lo usa  salgan cagando para todos lados gritando como locos y aplastando viejitas y niños  en la estampida. Tampoco es creíble que creyéndose Laszlo en el papel de Cristo, se dedique a golpear con un martillo el rostro de su propia madre.
            Los argumentos de quienes lo denostaron a Toth son muy obvios, pero paso a señalarlos por una cuestión de oficio. Dicen que cometió un atropello contra una obra incomparable, que por más reparaciones que se le practiquen el mármol ya no se brinda con la integridad de antes,  que deberían poner un derecho de admisión en los museos, que es una herida para la cultura universal, que es una barbaridad, que bla bla bla bla. A estos argumentos se los refuta muy bien en un blog maravilloso—que no es este—llamado Memex. Si se prendiera fuego la Basílica de San Pedro y tuviésemos que optar por salvar un niño o la Piedad de Miguel Angel salvaríamos seguramente al niño. Y yo salvaría primero incluso a un gato, incluso a Laszlo. Pero creo que el argumento merecería ser más radical: Laszlo fue condenado a nueve años de prisión. Aunque cumplió sólo dos, un solo día de encierro es una tortura. Y sobre todo si sos inocente, porque lo largaron cuando lo declararon loco. Así que tuvieron a un pobre loco injustamente preso por 2 años, y no hay plata que pueda reparar ese daño. A La Piedad le pusieron varios fajos de verdes y listo: reparación cumplida.
            Quienes lo defienden argumentan que el mismo Miguel Angel destruyó algunas de sus estatuas—lo cual es cierto— y llevan el aserto tan lejos que llegan a decir que  Laszlo Toth fue un artista, acaso un tanto desquiciado, como Van Gogh o Dalí. De esta manera, Toth, que no era artista, sin querer queriendo habría hecho arte. Con  La Piedad quiso darnos un mensaje velado, una metáfora, un símbolo, o vaya a saber uno que cosa. Bueh…
            El error, tanto de los que hablan en pro como en contra, está en la  mirada unilateral que tienen muchos artistas—y me atrevería a decir que muchas personas—. En efecto, al señor Toth se lo juzga desde la mirada umbilical del artista. Se miran el ombligo del arte y parten desde ahí. Sin embargo, ¿cuál era la profesión de Laszlo? Nuestro amigo era geólogo, y muy destacado. El martillo con el cual le partió la jeta a la virgen era de hecho  un martillo de geólogo.
El Mar Mediterráneo 30 millones de años atrás
Ahora tratemos de mirar a través de los ojos de nuestro amigo. Todo comenzó allá por el oligoceno, hace unos 30 millones de años. En aquel entonces existía un mar Mediterráneo mayor que el actual. Las aguas poco profundas—y la falta de humanos— hacía florecer la vida, especialmente de moluscos con caparazones, o sea, caracoles marinos de todos los tamaños. Cuando estos bichos se morían no iban al cementerio, sino que se depositaban en el fondo. Dado que los caparazones no se descomponen se van acumulando con el paso de los años, conformando una capa que con el concurso de mucho más tiempo se constituyen en una roca llamada caliza. La caliza, a su vez, por un proceso muy complejo y difícil de explicar—no tengo la más puta idea—, luego de varios millones de años viene a derivar en una roca metamórfica llamada mármol. (Y ahórrenme el tedioso sinsabor  de tener que explicar “metamórfica”). Finalmente el mar retrocede y el fondo marino se eleva en un proceso sincrónico, que erosión mediante de las capas de otras porquerías que se han depositado por encima de nuestra roca, dejan al descubierto el mármol. El mármol de Carrara, en el noroeste de Italia, junto al mar, es excelente, libre de impurezas, o sea de otras porquerías. No casualmente este mármol está cerca de Florencia, cuna artística de Miguel Angel y del Renacimiento, no muy lejos de Roma. Sin este mármol, que sobra en la cuenca  del Mediterráneo,  no tendríamos La Piedad,  y en cierta forma tampoco tendríamos Renacimiento.
Laszlo capturado
Para Laszlo Toth, La Piedad está hecha de caracoles. Miguel Angel profanó un pedazo de suelo terrestre con historia y hermoso de por sí, sin ninguna necesidad de ser embellecido conformando una mujer que siente piedad por su hijo muerto en brazos, que es—mirado desde los ojos de Toth—un golpe bajísimo al alma.
Sé que mi hipótesis está condenada al olvido. Pero créame, querido público, es más verosímil que la de aquellos que sólo se miran en el espejo de su estrecho dominio de conocimiento. Para el artista sólo existe el arte; para el geógrafo sólo existe la geografía; para el músico sólo existe la música. Sería bueno enriquecernos con otras disciplinas, bien alejadas de la que cotidianamente tratamos. Un psiquiatra se quedaría pensando si estaba loco. Un abogado en si nueve años era justo o no. Un zoólogo en los caracoles. Cada profesión determina una manera de ver el mundo. Lo sospeché desde un principio. Cuando era pequeño mi madre me cortaba el pelo cuatro veces al mes, entonces entendí que no solo era peluquera sino que también pensaba como peluquera. Cuando le comenté que Miguel Angel decía que al bloque de mármol sólo hay que quitarle lo que le sobra me entendió perfectamente porque ella operaba de esa manera con el pelo. Pero así no funciona la cosa cuando se trata de juzgar a nuestro prójimo.  Abramos nuestras cabezas. Por amor a Laszlo. Por amor al otro. 

Algunas referencias:  
http://www.danieltubau.com/estanentrenosotros/estan_toth.htm
http://www.reporterodelahistoria.com/2006/03/cronica-la-herencia-de-laszlo-toth.html
           

jueves, 27 de noviembre de 2014

Doce lecciones de ajedrez para vivir mejor



Doce lecciones de ajedrez para vivir mejor[1]
           
Para Vanina, que me debe una partida.
Movimiento en los cuadrados, Bridget Riley, 1961

Las analogías comportan un peligro porque suponemos que hablamos de lo mismo cuando en realidad hablamos de cosas diferentes. Por eso no es serio comparar al ajedrez con la vida. Sin embargo proceder de esta manera puede resultar interesante y hasta aleccionador. Estos son doce principios de ajedrez—el número es completamente arbitrario— que merecen ser pensados en el tablero de la vida, que en fin de cuentas la vida es un juego  que a veces se gana y a veces se pierde. Peor aún: a veces se empata... y no siempre se juega.

1)  Una cosa es saber las reglas y otra cosa saber las estrategias. Quien sólo sabe las reglas no sabe jugar al ajedrez.
2) El que sabe jugar está pensando en secuencias relativamente largas de movimientos, aunque las tenga que variar constantemente. No piensa en jugadas aisladas.
3) Cuando un jugador avezado sabe que va a perder, abandona, porque adivina las secuencias que tiene su adversario en la cabeza. Por lo tanto, nunca se le puede dar jaque mate a un jugador avezado. Dicho de otro modo: el que se encuentra cara a cara con la derrota es porque no supo ver más allá de la jugada presente
4) El que no ve más allá de la próxima jugada cree que el juego es azaroso.
5) Hay expertos en la defensa y expertos en el ataque. Hay expertos en defensa que han sido grandes campeones.
6) Si se repite tres veces la misma jugada se da por terminada la partida.
7) Muchas veces se juega rápido solamente para ganar tiempo. (En esos momentos es más importante parar el reloj que mover la pieza.) Cuanto más tiempo ganamos, menos tiempo tiene el rival. Hay mediocres jugadores que han sido campeones porque supieron manejar adecuadamente el tiempo.
8) Muchos grandes campeones eran de una inteligencia mediana a baja fuera del tablero.
9) El sacrificio de una pieza implica una sorpresa para el adversario. La astucia más grande es cuando sacrificamos una pieza importante. Sin embargo la pieza más importante, el rey, no se puede sacrificar. ¿O sí?
10) Lo más importante no es cuanto tablero pueden recorrer nuestras piezas, sino la posición que tienen.
11) Uno termina siendo la sumatoria de los contrincantes que enfrentó. Por eso es importante elegir bien con quienes vamos a jugar.
12) Sólo pensamos en cambiar una pieza de menor valor por una de mayor valor hacia el final de la partida.


[1] Creo que es el título más pelotudo y cursi que se me haya ocurrido nunca jamás.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Está leyendo



Está leyendo

           
               Rogier van der Weyden es uno de esos pintores de Hacia, porque sus obras son cronológicamente ubicadas hacia 1430, hacia 1440, hacia 1450. La pintura que nos convoca es de hacia 1440. Era un retablo originalmente, o sea una pintura que consagraba un altar de iglesia, probablemente acompañada por otras dos pinturas conformando un tríptico. Alguien, no sabemos por qué, la cortó en varias partes. La que llegó a nosotros es un pedazo cortado a la izquierda y arriba. Se la conoce como La Magdalena leyendo.
            En alguna página potable de Internet podemos encontrar un análisis somero de la obra[1]. Se nos habla del cabello que asoma bajo el velo, que es símbolo del erotismo que acompaña a la protagonista. También se hace mención de los pequeños personajes que asoman tras la ventana y se hace notar lo improbable que hayan sido vistos originalmente por los fieles en virtud de la distancia que mediaba entre ellos y el altar. Finalmente se dice, en relación al pseudo San José, parado junto a Magdalena, que se sabe que la obra fue cortada porque en “esa época, era impensable que un artista pintase a las figuras descabezadas o cortadas por la mitad, como harían siglos más tarde los impresionistas”, y se agrega que la pintura funciona “siempre que no nos fijemos en las figuras que aparecen cortadas”.
            Bien, pero a mí me quedaron más dudas que certezas. Por empezar considero que el atractivo mayor que ejerce esta pieza está precisamente en el afortunado recorte de una de sus partes. En efecto, una cosa es la intención original del autor y otra cosa es la historia de la propia obra. Hay algo inquietante en ese personaje al cual no le podemos ver el rostro. No es nuestra culpa que la sensibilidad de la época de Rogier van der Weyden no se corresponda con la nuestra. Las obras son como los hijos, uno los tiene pero después hacen sus vidas. De alguna manera el pintor no fue consciente de lo que hacía con su obra, de la misma manera que no lo fue el ordinario que la cortó. Entre los dos nos hicieron un gran favor.[2]
            Pero hay otra omisión, tanto en esta página citada como en las que pude revisar: no se menciona el hecho de que una mujer esté leyendo ¡en el siglo XV![3] ¡Más aún, una ex prostituta con un libro en las manos! Pero ahí tenemos otro problemita: no es lo mismo estar leyendo que tener un libro en las manos. Quizás el tema sea más complejo.  Se me ocurren otras interpretaciones verosímiles. Se sabe que los libros de entonces eran un tesoro y que estaban adornados profusamente con miniaturas, pequeñas ilustraciones que daban inicio a un párrafo, tan pequeñas como los personajes que asoman tras la ventana. Estas eran, como es de rigor en la Biblia, de carácter sacro. Nuestra Magdalena bien puede estar deleitándose con una de estas ilustraciones, cosa más que frecuente por entonces. Otra posibilidad es que se quiera dar a entender que la santa está regenerándose moralmente a la luz de la palabra de Dios. Es sabido que en esa época se leía en voz alta y que por lo tanto la palabra tenía cierta materialidad. Quizás el autor esté tratando el tema alegóricamente y la palabra de Dios se materializara plenamente en el libro de la misma manera que la lujuria se materializa en ese cabello que asoma bajo el velo. En todo caso no tenemos (no tengo) noticias de que tipo de reacción (de haberla) suscitaba esta imagen tan poco frecuente en el siglo XV, especialmente entre las creyentes, porque no es normal, esté haciendo lo que esté haciendo Magdalena, que en el siglo XV una mujer tenga un libro entre las manos. Yo prefiero seguir pensando que está leyendo. Y poco importa lo que desde la tumba opine van der Weyden.


[2] Hace años hice un análisis similar sobre la obra de Haydn. http://baojose.blogspot.com.ar/2011/11/la-sorpresa-de-haydn.html

[3] Se sabe que las pinturas de entonces reflejan la época en las que fueron pintadas. Aunque para este caso es lo mismo.