martes, 18 de febrero de 2014

El miedo a la soledad (Cuento)


El miedo a la soledad

                La noche era profunda como un aljibe, silenciosa como el agua estancada que se va pudriendo lentamente pero no lo denuncia. Marisa se despertó;  la noche gritó y mostró toda su pudrición. Estaba sola.

            Una madera crujió. Se asustó. Se tapó con la sabana hasta la nariz. La madera crujió otra vez, pero más despacio, como subrayando lo que había querido decir. Un repentino coraje se adueñó de Marisa cuando la madera sonó una tercera vez. Fue hasta la puerta, que estaba abierta.  La cerró con rapidez, aunque siempre dejaba la puerta de su habitación  semiabierta, acaso con la lejana esperanza inconsciente de que alguien entrara. 

            Parecía que el sueño la iba a ganar nuevamente cuando volvió a escuchar el sonido aquel. Se precipitó, llevándose por delante un banquito, pero la puerta estaba cerrada. ¿Sería que había incorporado ese crujir de una madera al ámbito de los sueños? Siempre los sueños comienzan con algo, un sonido, una imagen, como las películas. Pero la madera volvió a gritar y ya no tuvo dudas. Extrañamente, esperó a que se repitiera y concentró todo su ser para poder determinar su procedencia.  Por más de un minuto estuvo parada como un escorpión al acecho. Cuando el silencio se volvió a manifestar como una madera que cruje, Marisa no pudo salir de su asombro: la fuente de ese sonido eran las varillas que se asfixian bajo el colchón. Era como si alguien se sentara una y otra vez en la cama.

            Decidió que estaba loca, y que más valía tener miedo que hacer el papel de ridícula suponiendo cosas que no son posibles. Abrió levemente la puerta y se secó el sudor de la frente. Sin embargo, cuando caminó una vez más para ganar la cama, la madera volvió a manifestarse, pero como lamentándose, como si alguien penosamente se hubiera incorporado sólo para dejarle la cama a Marisa. A ella esto no le gustó y se quejó con rabia a Martín, que ahora estaba paradito junto a la puerta.  Esperó su respuesta, que llegó  en estas palabras.

     Olvidate de mí, por el amor de dios. Hacelo por los tres. Mirá, tengo esta soga, solamente tenés que colgarla del techo, justamente de esa madera que hace de travesaño, luego me ponés la cabeza en el medio del lazo y listo, te dormís tranquila. ¡Dale que estoy apurado! … Eso mismo… bien… aquel banquito ponemelo abajo… muy bien… como si fuera una corbata… perfecto, así se hace… apretá sin miedo…

Marisa sacó el banquito y Martín quedó colgando de la noche, columpiándose como el péndulo de un reloj. Se acostó, cubriéndose con la sábana hasta los ojos.  Y espiando los pies desnudos de Martín, que iban y venían, se quedó profundamente dormida, como contando ovejitas.

Marisa abre los ojos por el canto de los pájaros y por la luz que se asoma tras la persiana. Voltea la cabeza. Su hija duerme plácidamente en su cunita. La cara es idéntica a la de mamá, el cuello es idéntico al de papá. Realmente no esta tan sola. Además, la cuerda está vacía y la puerta está bien cerrada.



           

2 comentarios:

  1. Solo los que hemos pasado por eso sabemos lo dificil que es,superarlo es dificil pero con ayuda de la familia y de leer cosas positivas nos damos cuenta que con el tiempo podemos amar a nuestro soledad para asi poder amandose a uno mismo amar a alguien mas.

    Como comente algo que me ayudo fue la lectura positiva en https://belifers.com hay articulos muy interesantes con frases como esta que van con mi punto de buscarse a alguien por miedo a la soledad es malo

    "corremos desesperados huyendo de nuestra presencia, y nos entregamos como bellos ciervos a relaciones tóxicas, alimentando el miedo al amor. Estamos en Jaque, en soledad no podemos estar; y menos en relaciones de pareja, porque en ambos espectros sufrimos.

    Al final se vuelve una lucha no por vivir mejor; sino por vivir menos peor. Así solo haciendo lo que tememos, podremos dejar de entregarnos a malos amores y así; sólo así superar los dolores propios del corazón."

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