viernes, 14 de febrero de 2014

Los secretos de Reinhold Messner


Me pidieron para hoy una columna. Es para el programa Humillados y Ofendidos, que se emite desde ahora los sábados a las 13 horas, un horario que me permite estar (siempre y cuando me inviten.) La dirección es:


 ¿De qué voy a hablar? De casi  lo mismo que sigue a continuación. De modo que si lee lo que está más abajo puede ahorrarse la audición. Bah, no sea garca y acompáñenos en el nuevo horario, que forjar nuevos oyentes es más difícil que subir una montaña.
 

Los secretos de Reinhold Messner

El Annapurna
Estoy interesado sólo en nuestras experiencias.  No me interesa la montaña. La montaña sin nosotros no es nada”  “Yo no represento a ningún país. La montaña estaba allí antes de que existan los países, y seguirá estando cuando nos hayamos ido.”                                                 Reinhold Messner.
 

 

El alpinismo causa más muertes que el boxeo, que los toros y que los Dakar.  Sin embargo eso no es óbice para que se lo ponga en cuestión. De hecho, es considerado como un deporte de élite,  majestuoso, extraordinario,  incluso con un aspecto filosófico y naturalista. Los que suben montañas suelen tener un desprecio total por el hombre común, entre los que incluyen a los boxeadores, a los toreros y a los que se apuran por llegar a la meta.

Pero hablar de alpinismo es chiquitaje para los más exigentes escaladores. No es lo mismo subir los Alpes que subir los Andes. Y no es lo mismo subir los Andes que el Himalaya. Así, los términos “andinismo” e “himalayismo”, se acuñaron para lustrar el virtuosismo de los mejores. Y tampoco es lo mismo subir  un pico cualquiera del Himalaya que uno de “los 14”, que hace referencia a los 14 picos del mundo que superan los 8 mil metros, todos ellos  en esa misma cordillera.

Pero, no cualquiera es Himalayista. Los ansiosos como yo nunca podrían serlo. La disciplina exige ser cauteloso como una leona y paciente como una araña. La capacidad de concentración y de observación deben ser inquebrantables. Uno se debe sobreponer al frío, al hambre y en muchos casos a la soledad,  (por no hablar de un resfrió con algo de catarro.)

Sin embargo, hay muchas cosas que la gente común ignora. Nada es lo que parece. Y en los próximos renglones mi tarea será desmitificar esas cosas que nosotros, los seres comunes, ignoramos del difícil y admirable arte de escalar las máximas alturas. ¡Estos tipos y estas mujeres sí que tienen huevos!

1)      Por empezar, lo más complicado del asunto no es subir, es bajar. En palabras de Messner, para muchos el mejor de todos los tiempos: “Cuando subís tenés una meta, cuando bajás tenés un problema.” Y agrega: “Al bajar sos vos y el abismo.” Y cuando uno lo piensa un poco se vuelve evidente.

2)      Si se trata de una expedición, será socorrido con más facilidad el que va adelante, o sea, el más temerario, no el que va cola. ¿Por qué? Porque el que marca el camino será, tarde o temprano, alcanzado por los otros. (Y no hace falta aclarar que en este tipo de subidas entre uno y otro pueden mediar cientos de metros.)

3)      El que primero llega a la cima no suele esperar a los otros. Las condiciones suelen ser tan adversas que el descenso es lo primero que uno hace después de festejar unos segunditos, porque incluso con el mejor de los climas el viento, que acaso estaba contenido por la misma montaña, en la cima se da de pleno, además, el oxigeno que llevás se va estrechando desde hace rato, y si no bajás rápido al menos unos metros vas a ser un estorbo para los que siguen, que seguramente suben por el mismo camino que vos desandás.

4)      Se sabe cuando alguien llega a la cima porque deja sus huellas en la nieve. Si las condiciones climáticas limitan esta posibilidad, se deja una banderita o algo que lo indique. Si tampoco esto es posible… bueno… es creer o reventar.

5)      El monte Everest, el más alto del mundo, no es el más complicado. De hecho ha sido escalado con mayor frecuencia que la mayoría de los otros 14 montes de ocho mil metros. Incluso el Lhotse, que se encuentra justo al lado del Everest, es mucho más difícil de subir, en virtud de una pared que baja vertical por más de mil metros.

6)      La dificultad de una montaña se mide por las vidas que se llevó. El Annapurna es la montaña que más montañistas ha matado, seguida de muy cerca por el K2 y el Nanga Parbat.

7)      Toda montaña puede exigir más o menos depende desde donde se la ataque. Sin ir más lejos, el Lhotse, desde la cara norte, es infinitamente más fácil, y el himalayista que lo acomete desde ahí es un salame bárbaro para los más exigentes. Sin embargo, desde el norte las montañas del Himalaya tienen menos cantidad de horas de sol. Hay montañas que presentan su cara más difícil desde ese punto cardinal, y son celebradas por los Himalayistas.

8)      Obviamente, no es lo mismo un ascenso en invierno que un ascenso en verano. Los más exigentes suben en invierno, con tormentas de nieve y todo.

9)      La forma de la montaña determina el tipo de técnica. Hay montañas entre estas 14 que presentan nieve (todas), grandes  glaciares que no se pueden obviar (muchas) y complicadas secciones en roca libre (algunas.)

10)   Los volcanes, por su grácil figura, son las montañas más fáciles de escalar, incluso el enorme Erebus, que se encuentra en la mismísima Antártida. (Siempre y cuando no vomite, porque está activo.)

11)   No importa la altura de una montaña, sino más bien su prominencia, lo que destaca en su entorno. Por ejemplo, cuando usted está en el campo base del Everest ya se encuentra a unos 4 mil 500 metros, porque el Everest está rodeado de colosos. Por lo tanto lo que va a subir  va a ser otros 4 mil 500 hasta la cima, y no los 8.848 que se suponía, porque para eso usted debe empezar a escalarlo desde el Océano Índico, lo cual es absurdo.  En cambio, el Monte Mackinley, en Alaska, tiene unos 6 mil metros y se encuentra junto al mar, por lo tanto lo que usted subirá será mucho más que lo que subiría en el Everest.

Bueno, dicho esto, me gustaría presentar a quien ya he mencionado, Reinhold Messner, el Maradona de las alturas, un filósofo, y desde mi punto de vista, el mejor deportista de todos los tiempos. Este italiano, de habla alemana, no solo fue el primero que escaló los 14 mayores de 8 mil metros, sino que también lo hizo sólo, por ejemplo el Everest, ¡y sin cámara de oxígeno! Además subió la cara norte del Mackinley, donde el sol, en invierno, no da nunca. Hizo el primer ascenso al Anapurna por su cara más difícil y subió dos veces al Nanga Parbat, en la primera de las cuales murió su hermano. (La segunda lo subió para, entre otras hazañas, enterrarlo.)

Sin embargo, hasta el tano Messner tiene su sombra. Se llama Kukushka, y se supone que es el otro grande. Este polaco subió los 14. Fue el segundo, pero lo hizo en tiempo record. Bajaba de una montaña y subía a otra, así de sencillo. Murió en el ascenso del Lhotse. Y en esto va su mayor mérito. Los exigentes aún le recriminan a Reinhold Messner el estar vivo. “Por algo será”, dicen. Y lo más interesante: toda esta competición, como una carrera espacial de baja frecuencia, se desarrolló en el marco de la guerra fría. Los que amamos a la vida y al ser humano seguimos defendiendo el trono de Messner.

 

 

 

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