Me pidieron para hoy una columna. Es para
el programa Humillados y Ofendidos, que se emite desde ahora los sábados a las
13 horas, un horario que me permite estar (siempre y cuando me inviten.) La
dirección es:
¿De
qué voy a hablar? De casi lo mismo que
sigue a continuación. De modo que si lee lo que está más abajo puede ahorrarse
la audición. Bah, no sea garca y acompáñenos en el nuevo horario, que forjar
nuevos oyentes es más difícil que subir una montaña.
Los secretos de Reinhold Messner
El Annapurna |
“Estoy interesado sólo en nuestras
experiencias. No me interesa la montaña.
La montaña sin nosotros no es nada”
“Yo no represento a ningún país. La montaña estaba allí antes de que
existan los países, y seguirá estando cuando nos hayamos ido.” Reinhold
Messner.
El alpinismo
causa más muertes que el boxeo, que los toros y que los Dakar. Sin embargo eso no es óbice para que se lo
ponga en cuestión. De hecho, es considerado como un deporte de élite, majestuoso, extraordinario, incluso con un aspecto filosófico y naturalista.
Los que suben montañas suelen tener un desprecio total por el hombre común,
entre los que incluyen a los boxeadores, a los toreros y a los que se apuran
por llegar a la meta.
Pero hablar de
alpinismo es chiquitaje para los más exigentes escaladores. No es lo mismo
subir los Alpes que subir los Andes. Y no es lo mismo subir los Andes que el
Himalaya. Así, los términos “andinismo” e “himalayismo”, se acuñaron para
lustrar el virtuosismo de los mejores. Y tampoco es lo mismo subir un pico cualquiera del Himalaya que uno de
“los 14”, que hace referencia a los 14 picos del mundo que superan los 8 mil
metros, todos ellos en esa misma
cordillera.
Pero, no
cualquiera es Himalayista. Los ansiosos como yo nunca podrían serlo. La disciplina
exige ser cauteloso como una leona y paciente como una araña. La capacidad de
concentración y de observación deben ser inquebrantables. Uno se debe
sobreponer al frío, al hambre y en muchos casos a la soledad, (por no hablar de un resfrió con algo de
catarro.)
Sin embargo,
hay muchas cosas que la gente común ignora. Nada es lo que parece. Y en los
próximos renglones mi tarea será desmitificar esas cosas que nosotros, los
seres comunes, ignoramos del difícil y admirable arte de escalar las máximas
alturas. ¡Estos tipos y estas mujeres sí que tienen huevos!
1)
Por empezar, lo más complicado del asunto no
es subir, es bajar. En palabras de Messner, para muchos el mejor de todos
los tiempos: “Cuando subís tenés una meta, cuando bajás tenés un problema.” Y
agrega: “Al bajar sos vos y el abismo.” Y cuando uno lo piensa un poco se
vuelve evidente.
2)
Si se trata de una expedición, será socorrido
con más facilidad el que va adelante, o sea, el más temerario, no el que va
cola. ¿Por qué? Porque el que marca el camino será, tarde o temprano,
alcanzado por los otros. (Y no hace falta aclarar que en este tipo de subidas
entre uno y otro pueden mediar cientos de metros.)
3)
El que primero llega a la cima no suele
esperar a los otros. Las condiciones suelen ser tan adversas que el
descenso es lo primero que uno hace después de festejar unos segunditos, porque
incluso con el mejor de los climas el viento, que acaso estaba contenido por la
misma montaña, en la cima se da de pleno, además, el oxigeno que llevás se va
estrechando desde hace rato, y si no bajás rápido al menos unos metros vas a
ser un estorbo para los que siguen, que seguramente suben por el mismo camino
que vos desandás.
4)
Se sabe cuando alguien llega a la cima porque
deja sus huellas en la nieve. Si las condiciones climáticas limitan esta
posibilidad, se deja una banderita o algo que lo indique. Si tampoco esto es
posible… bueno… es creer o reventar.
5)
El monte Everest, el más alto del mundo, no
es el más complicado. De hecho ha sido escalado con mayor frecuencia que la
mayoría de los otros 14 montes de ocho mil metros. Incluso el Lhotse, que se
encuentra justo al lado del Everest, es mucho más difícil de subir, en virtud
de una pared que baja vertical por más de mil metros.
6)
La dificultad de una montaña se mide por las
vidas que se llevó. El Annapurna es la montaña que más montañistas ha
matado, seguida de muy cerca por el K2 y el Nanga Parbat.
7)
Toda montaña puede exigir más o menos depende
desde donde se la ataque. Sin ir más lejos, el Lhotse, desde la cara norte,
es infinitamente más fácil, y el himalayista que lo acomete desde ahí es un
salame bárbaro para los más exigentes. Sin embargo, desde el norte las montañas
del Himalaya tienen menos cantidad de horas de sol. Hay montañas que presentan
su cara más difícil desde ese punto cardinal, y son celebradas por los
Himalayistas.
8)
Obviamente, no es lo mismo un ascenso en
invierno que un ascenso en verano. Los más exigentes suben en invierno, con
tormentas de nieve y todo.
9)
La forma de la montaña determina el tipo de
técnica. Hay montañas entre estas 14 que presentan nieve (todas),
grandes glaciares que no se pueden
obviar (muchas) y complicadas secciones en roca libre (algunas.)
10)
Los volcanes, por su grácil figura, son las
montañas más fáciles de escalar, incluso el enorme Erebus, que se encuentra
en la mismísima Antártida. (Siempre y cuando no vomite, porque está activo.)
11)
No importa la altura de una montaña, sino más
bien su prominencia, lo que destaca en su entorno. Por ejemplo, cuando usted está en el campo base del
Everest ya se encuentra a unos 4 mil 500 metros, porque el Everest está rodeado
de colosos. Por lo tanto lo que va a subir
va a ser otros 4 mil 500 hasta la cima, y no los 8.848 que se suponía,
porque para eso usted debe empezar a escalarlo desde el Océano Índico, lo cual
es absurdo. En cambio, el Monte
Mackinley, en Alaska, tiene unos 6 mil metros y se encuentra junto al mar, por
lo tanto lo que usted subirá será mucho más que lo que subiría en el Everest.
Bueno, dicho esto, me gustaría presentar a quien ya he mencionado,
Reinhold Messner, el Maradona de las alturas, un filósofo, y desde mi punto de
vista, el mejor deportista de todos los tiempos. Este italiano, de habla
alemana, no solo fue el primero que escaló los 14 mayores de 8 mil metros, sino
que también lo hizo sólo, por ejemplo el Everest, ¡y sin cámara de oxígeno!
Además subió la cara norte del Mackinley, donde el sol, en invierno, no da
nunca. Hizo el primer ascenso al Anapurna por su cara más difícil y subió dos
veces al Nanga Parbat, en la primera de las cuales murió su hermano. (La
segunda lo subió para, entre otras hazañas, enterrarlo.)
Sin embargo, hasta el tano Messner tiene su sombra. Se llama Kukushka,
y se supone que es el otro grande. Este polaco subió los 14. Fue el segundo,
pero lo hizo en tiempo record. Bajaba de una montaña y subía a otra, así de
sencillo. Murió en el ascenso del Lhotse. Y en esto va su mayor mérito. Los
exigentes aún le recriminan a Reinhold Messner el estar vivo. “Por algo será”,
dicen. Y lo más interesante: toda esta competición, como una carrera espacial
de baja frecuencia, se desarrolló en el marco de la guerra fría. Los que amamos
a la vida y al ser humano seguimos defendiendo el trono de Messner.
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