miércoles, 26 de febrero de 2014

¿Fe?


¿Fe?

Carloncho, viejo amigo, me pasó un libro de hermosa costura y cuidado texto. El Dorado, se intitula; el autor es él. Lo abrí como para recibir un abrazo. Ya en la apertura aparecen los nombres de Camilo y Fidel, sus hijos, a quienes va dedicado. El primero va camino a los 4 años y el segundo vino al mundo con el libro bajo el brazo, el 4 de febrero último.

Lo primero que hay que decir es que el libro no contiene cuentos para no-destetados, ni siquiera para niños. Carloncho  sabe de sobra que esos impúberes crecerán y se harán un lugar en la vida para la lectura engañosamente sencilla de esta obra, que fue parida el 4 de febrero, a la vista del autor, que no dejaba de lagrimear ante semejante espectáculo: la concreción de una obra difícil.

Un libro es un libro, no algo que se publica en facebook o en un blog como este, donde hay licencia para los errores. El libro tiene algo de santuario, y estos chicos crecerán a la sombra benévola de El dorado. Seguramente revisarán las variopintas anotaciones de su padre en el face, pero para juzgar con rectitud tratarán con el libro, que habla del asesinato como arte, de la mediocridad, de las abyecciones más bajas, de madres con espermas, del sueño, de la muerte dentro de la muerte, de las matanzas que se conciben por culpa de un hombre sincero, de la imbecilidad de suponer que sólo los jóvenes tiene el don del sueño, de su suegro que es carnicero, etc. Los chicos van a crecer y van a poder digerir esto, que es prohibido para menores de 35 años. Además, para entender el libro, y para entender porqué está prohibido para menores, primero deberán leer a Dante, a Borges, a Kafka, ¡conocer la historia de Edipo!, caminar la vida, entender las ironías  y sufrir el primer amor. Todo esto para después poder evaluar esta obra. Yo creo que es un gran acierto.

Cuando se es escritor compulsivo como nosotros tendemos a polarizarnos entre la propia lectura de nuestras cosas, para verificar si lo que escribimos está bien o si hay que modificar algo, y la lectura de lo ajeno, en la cual nos abandonamos y disfrutamos o padecemos las bondades inmarcesibles o las cagadas que otros han excretado. Sin embargo, hay términos medios, como lo que encontré no mucho más allá del inicio. Un texto de nombre Fe, que va dedicado a quien esto escribe. Lo leí, pero no entendí una mierda. Lo volví a leer una cantidad de veces que me dañó la vista, y seguía sin entender una poronga. ¿Por qué Carlos me dedicaría específicamente este texto a mí, siendo que el libro contiene más de 40 textos? Por qué no me dedicó Cabeza, que Chejov y Gogol envidiarían; por qué no me dedicó Pan, que ya se lo había elogiado, Conciencia, Juicio o Espejos, que son buenísimos y además… los entiendo. ¿Y si no hay nada que entender en Fe? ¿Habrá una ironía fina que no logro desvelar? ¿Por qué me dedica el texto más difícil?

Afortunadamente, este fan de Sade no me dedicó  Espera, que es la intención que tuvo Carlos de decir de otra manera lo que ya viene diciendo desde otra obra, ni Fábula, que es el peor Darío Fo, o  Sagrado, que es original, pero no me termina de gustar. De todos modos, Gracias Carloncho, a pesar de no haber entendido Fe. Tus hijos lo entenderán el día de mañana y me lo vendrán a explicar.
Cabeza, por Carlos Rey
 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario