lunes, 9 de febrero de 2015

La vacuidad del Tattoo



La vacuidad del Tattoo

          
  Escribo esto en un estado de malestar que me devora las pelotas y me subvierte la poca tranquilidad que aún tengo. Acabo de concluir un PDF que trata sobre los tatuajes. (Adjunto el mismo al final de este escrito). ¿Quién es el subnormal que escribió eso? Bueno, no tiene importancia. Allí se afirma que el tatuaje es un “Rechazo a la normalidad”; “rebeldía estética”, “resistencia contra el sistema”; “la respuesta contra lo efímero del capitalismo con algo permanente y perdurable”,  y un sinfín de estupideces que suenan más a publicidad capitalista para que vayas corriendo como un boludo a tatuarte que como un estudio serio, a pesar de la amplia bibliografía final y de la referencia a Mauss y otros antropólogos que no eran ningunos boludos.
           
            El escrito que pongo en la horca pudiera haber sido creíble y hasta revolucionario hace cosa de 25 años, pero hoy suena a payasada irreflexiva.

Reflexionemos. Hace dos décadas el que se tatuaba era un transgresor, un tipo que se la jugaba, se inmolaba porque iba a ser objeto de la mirada de todos. Era un desafiante. Era un tipo o una mina que caminaba por el caminito al costado del mundo. Era probablemente ese mismo que escuchaba rock cuando no existía el Personal Fest y que fumaba porrito cuando su consumo era condenado socialmente sin peros.

Hoy tatuarse es un negocio capitalista muy redituable. He escuchado infinidad de lágrimas—especialmente de chicas—porque al no poder tatuarse, por falta de recursos, se denunciaban como de una clase social muy baja.  Y también he visto idiotas sementales vanagloriarse por poder pagar enormes sumas para que les escrachen el cuerpo. Pobres gentes.

Tal vez la única verdad que dice el PDF sea que el Tatoo es una cultura adquirida y no una cultura heredada. En efecto, en las  tribus todos se tatúan (y no hay transgresores que no se tatúen,  porque sino los pasan por las armas).  

Sin embargo se olvidan de lo más importante. Entre ellos, por eso mismo, lo tatuado es entendido por toda la tribu y no hay mucho debate sobre qué mierda se deben dibujar en el cuerpo. Pero hoy es muy diferente. Recuerdo a una flaca a la cual le pregunté sobre una flor que se había apoderado de su brazo. Me explicó que era un narciso, y me contó con lujo de detalle la consabida historia del tipo que se enamora de su propia imagen y bla bla bla…  Incluso me dijo que ella era bastante narcisista y que bla bla bla… Todo sonaba a justificación intelectual. Creo que simplemente le gustó la flor y que después buscó una justificación racional para estampársela en el cuerpo. Pero peor fue un patovica de dos metros que tenía toda la espalda tatuada en pleno agosto. Este era rebelde de verdad. Le pregunté por qué tenía tatuado el tetragrámaton. El tipo no sabía lo que era, y me agredió, enojado con su propia ignorancia. Lo peor fue cunado me dijo “¡¿ Qué me mirás?!”, y yo le respondí; “entonces para qué te tatuás y te desnudás en pleno invierno si no querés que te miren?” Salí corriendo.

Yo no estoy en contra del tatuaje. Cada uno es dueño de su cuerpo y conozco chicas a las cuales les queda muy sensual. Pero hay verdades que son demasiado evidentes. Mi primo Maximiliano ha entrado en la Prefectura Nacional. Está todo tatuado, al igual que casi todos sus compañeros y casi la mitad de la oficialidad. ¿Rebeldía estética?; ¿rechazo a la normalidad?; ¿resistencia contra el sistema? ¡Váyanse a la puta madre que los parió!


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