jueves, 5 de febrero de 2015

Nisman y el ejemplar caso de Gasalla



Nisman y el ejemplar caso de Gasalla


           
El youtube, ese antro promiscuo en el que afortunadamente tenemos desde películas de Pasolini hasta cosas que dan vergüenza ajena, se ha constituido en una prótesis de la memoria, una valija de la que echamos mano cada vez que queremos recuperar algo del pasado, especialmente del pasado más reciente, ese que por su misma inmediatez se nos suele escapar.

            Sin embargo, esa versatilidad que nos ofrece el youtube es engañosa. En primer lugar porque a nadie se le ocurriría grabar las cosas del youtube por precaución, digamos, para no perderlas, ya que está la hegeliana idea de que nada de lo que alguna vez se subió a ese sitio puede evaporarse. Y en segundo lugar porque hay censura en el youtube: las cosas que no se deben mostrar… se hacen humo.

            Recuerdo con precisión haber visto en la tele a la madre de Cristina, Ofelia, subida al alambrado de  la cancha de Gimnasia y esgrima La Plata, club del que es fanática. También recuerdo ver esas imágenes por el youtube. Me parecía muy simpático ver a una mujer de los años de la Legrand puteando a todo el mundo como una pendeja: verbigracia; "carajo, mierda". Por supuesto, la violencia en el fútbol, viniendo de quien venía, apuró a que nadie, ni en el youtube ni en la tele ni en los diarios, volviera a mencionar o a mostrar el asunto. Y los que lo hicieron, rompiendo lo acordado, tuvieron que pagar (plata). Sin dudas, me pareció una idea acertada… siempre que podamos recuperar los videos en algún momento.

            Un caso parecido es el de Antonio Gasalla. Hoy quise ver nuevamente, sin éxito, un video en el cual él hablaba, en el programa de Jorge Rial, sobre los inconvenientes de tener custodia personal. Esto fue el año pasado. Lo hacía con una gracia increíble, para matarse de la risa. Voy a tratar de reproducir desde la memoria eso que vos ya no vas a poder ver nunca jamás.

            “Me informaron que me podían secuestrar. Entonces unos amigos me insistieron con que tenía que rodearme de seguridad: custodios, que les llaman. Aunque no era mi prioridad, tanto me insistieron que empecé a tener miedo. Contraté a cuatro tipos. Uno manejaba, otro iba junto al chofer y yo atrás en el medio de los otros dos. Trataba de no hablar con ellos, principalmente porque estaban haciendo su trabajo. Si paraba un auto al lado le tomaban la patente. A donde yo iba marcaban la dirección y luego, con respeto, me preguntaban que hice y con quién estuve. A la mañana estaban atentos en la puerta de mi casa y si me demoraba se preocupaban y tocaban el timbre. Al final del día me dejaban en el mismo lugar de donde me habían levantado. Nunca se iban, y estoy seguro que nunca dormían. Un día les pedí, bajo una excusa, que me dejaran. Hice todo lo que tenía que hacer. Fui acá. Fui allá. Me encontré con medio mundo. Al regresar no los vi, como habíamos quedado. Entré en casa y cerré con llave. No pasaron ni dos minutos que me suena el teléfono. Sabían donde había estado, con quien había comido, mis horarios de ese día, la patente de los autos a los que había subido, lo que había hecho el personal de servicio de mi domicilio y los movimientos de la cuadra. En realidad querían demostrarme lo bien que habían cumplido con su misión. Pero eso a mi me dio mucho miedo. Fue. A partir de ese día largué la custodia a la mierda.”

            El humor es irremplazable cuando de transmitir algo se trata y cuando queremos que algo se inmortalice en la memoria. Vi el ahora inexistente video varias veces y se lo mostré a familiares y amigos. Y fueron unos familiares precisamente los que me lo recordaron cuando pasó lo del fiscal. Ellos tampoco lo habían podido encontrar.

            No hay ninguna referencia a semejante chiste, tan bien contado, en ninguno de los medios. Y es probable que el mismo Antonio lo haya querido olvidar. Lo rebancamos.

Lo que sí pude encontrar es una versión algo cambiada,  mucho más breve e inofensiva, que el genial humorista le da al mismo Rial unos días después. (¿Por qué Rial le pregunta dos veces lo mismo?) Es lo que está a partir del minuto 19:10, en el enlace que sigue. Y mírelo con prontitud, antes de que este también sea borrado para toda la eternidad, junto con nuestras risas. 

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