domingo, 1 de febrero de 2015

La mamá de Ricardo Darín



La mamá de Ricardo Darín

“Nunca me abandonaron. Siempre los dejé yo”
(Moria Casan, MeMoria, página 115, Planeta 2012)

                             
  Cierta vez escuché como Ricardo Darín denostaba a los programas chimenteros del tipo de Intrusos.  El argumento del actor era que estos programas  embrutecen a la gente, viven mintiendo, se meten en la vida de los otros, y un montón de etcéteras.

                Sin dejar de tener razón, la verdad es que a Darín se le fue la mano. Los programas chimenteros son anodinos, inofensivos, un circo sano si los comparamos con los programas políticos. En estos últimos se miente con cara seria, con la voz impostada y siempre hablando sobre temas sustanciales, que realmente nos afectan la vida, nunca sobre espectáculos de cuarta que no matan de hambre a nadie.

                Lo interesante del asunto es saber mirar en los programas de chimento aquello que está más oculto en los de política. – Porque, si usted aun no se enteró, funcionan  de la misma manera. Mientras Lanata vende un candidato, Jorge Rial vende un espectáculo—. En el fondo los chimenteros son más sinceros que los otros, y por supuesto, mucho menos dañinos. 


                  Un ejemplo: El quinielero de la vuelta de mi casa afirma que él es muy astuto, especialmente porque se da cuenta que las preguntas y las peleas que se dan en el programa de Rial son puro teatro. Sin embargo, el mismo tipo no advierte que las preguntas y las respuestas que implican a los políticos están todas guionadas. Es más: no repara en que pagan para ser entrevistados y que casi siempre el cliente tiene razón, lo mismo que la vecina que deja la platita en su negocio. 


               Claro, puede fallar, o ser un poco más sutil. Legrand puede invitar a su mesa—cobro  mediante—a Lilita Carrió y al mismo tiempo tenderle una trampa—invitar a la misma mesa, sin cobrarle, al mejor amigo de Adrian Suar, Julián Weich, para que este actúe de testaferro del capo de canal 13 y le lleve a la gorda un mensaje del grupo Clarín. Y todo mientras miles de personas miran inocentemente la treta sin sospechar la mano que mueve las marionetas.

                Pero más me sorprende que justamente sea Darín el ingenuo. El debería verse en el espejo, debería recordar lo que dijo la madre: su madre, su propia madre. 



                Corrían los años 80. Ricardito estaba de novio con Susana Giménez, la meretriz de los teléfonos. Era una pareja perfecta, era una pareja que, aseguran, estaba para más. Sin embargo, el romance un día terminó. Lo que se dijo en aquel momento es célebre: terminaron de común acuerdo. Sin embargo, los cholulos querían más precisiones. Entonces se dijo que una alta fuente, muy pero muy alta, había comentado que la causa de la separación era que él quería ser papá, pero ella no. Ya en pleno siglo XXI recuerdo a Aníbal Pachano repetir el speech: “a mí me lo dijo en persona una fuente de altísimo nivel, alguien muy cercano a la pareja”. Esa persona en realidad eran dos: Ricardo y Susana.

                Sin embargo, el amor de madre de la mamá de Darín pudo más. Hace un par de años confesó: “Ellos terminaron bien, pero fue mi hijo el que la dejó. Como Susana era ya una diva no era posible que los medios dijeran eso, porque a ella nadie la dejaba. Entonces, de común acuerdo, salieron a decir aquello.” ¿Pero quién le puso el micrófono a la madre? ¿Se coparon?¿O hubo plata en el medio? ¿De quién era esa plata y con qué fin?

                Entonces ahora te digo lo que no le dije al quinielero. Cuando hablen de una fuente de altísimo nivel, pensá. La fuente puede ser la mismísima presidenta. Pero eso tampoco significa nada.


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