viernes, 20 de febrero de 2015

Hasta Hitler se reiría de ellos




El último 18 de febrero a Nelson Castro le dieron una orden. “Hablá de que en la Plaza de Mayo hay jóvenes”. Nelson, obedeció, con matices: “La plaza se está llenando de jóvenes que salen de trabajar”. Era mentira. Al otro día el mismísimo diario Clarín se preocupaba por la ausencia de jóvenes en la plaza.

Nelson lo que estaba haciendo era un clásico del periodismo manipulador de multitudes: decir que algo está pasando para que pase.

Más allá de que Nelson esté invadiendo cada vez más la pantalla de TN, y que eso signifique una tregua blanda con el gobierno—porque no es tan hostil como otros—, el tema de la juventud ausente en la marcha preocupa.

¿Por qué en la marcha del 18 de febrero no había jóvenes? No lo sé. Pero esa ausencia me recuerda ciertas presencias…


En 1968, desde París a México, hubo una oleada de primavera. Los estudiantes se unieron para reclamar aperturas democráticas de todo tipo. Las aperturas mayormente no llegaron, pero quedó un precedente imborrable de clamor juvenil que inspiró incluso el futuro de generaciones que aún no habían nacido.

En El triunfo de la voluntad, de Leni Riefensthal, la más grande directora del siglo XX, que adhirió al nazismo,  se puede escuchar a Hitler decir:

“Cuando los mayores entre nosotros vacilen, la juventud se pondrá firme y se mantendrá hasta que sus cuerpos se corrompan”

                    Seis años después de este discurso, Hitler invadió Polonia y dio inicio a la segunda guerra mundial. En ella murió casi toda la juventud alemana. 

            Son cosas que los que marcharon el 18 de febrero nunca podrían sostener, porque son viejos que no contagian a nadie.


            Que los jóvenes te sigan o no te sigan no significa casi nada. Solamente que no tenés futuro. Ni para el bien ni para el mal. No existís.

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