viernes, 18 de julio de 2014

El diario de Mario


Mario terminaba sus días invariablemente anotando las vivencias en su diario íntimo. La falta de perspectiva lo llevaba  a suponer importante cualquier nadería. Tan así era que redactaba lo que comía, lo que compraba en el supermercado, lo que demoró en venir el colectivo o lo que había comido su gato, y todo con sumo detalle. Su pasión por su propia  intimidad fue creciendo al punto de recluirse con el fin de aplicarse a la escritura de su diario. Esto le trajo algún problema al principio porque al salir menos a la calle le supuso una reducción de la cantidad de cosas  para anotar. Además no era una persona con la  imaginación suficiente como para crear un mundo alternativo y volcarlo en un cuento o en una pintura. Sin embargo, encontró una fuente de inspiración en la lectura de sus propias intimidades. Se dedicó a repartir su tiempo entre la escritura de su diario y la lectura de su diario. Más aún, Mario tomaba nota de la hora en la cual se entregaba a la confección de su diario y de la hora en la cual se leía, (incluso de la hora que leía que se había leído.) Llegó al colmo del refinamiento cuando empezó a anotar las sensaciones que tuvo al leer lo que había redactado los días previos. Contrariamente a lo que pudiera parecer, fue un progreso, porque por primera vez se daba a la tarea de expresar un sentimiento: “leí lo que comí el jueves y me vino una sensación de placer ingobernable y grandes ganas de repetir la comida.” Y al día siguiente, agregaba: “Hoy comí lo que leí ayer que había comido el jueves y, como entonces, me proporcionó un gran placer…”  Temeroso de perder su obra hizo varias copias de la misma. Nunca publicó una sola hoja. Aunque afirman que todo escritor por el solo hecho de escribir está deseando en lo profundo de su ser que alguien lo lea, este no era el caso. Mario aprendió un criptograma, el ruso y algunos rudimentos de sánscrito antiguo para encorsetar su diario, para que nadie pudiera leer sus rusticidades. Incluso Mario se transformó en MдРУЖЛ.   Finalmente se recluyó  en su hogar para dedicarse la vida a sí mismo, y se puede decir que se encerró en las hojas de su intimidad. Hoy Mario quisiera tener otra vida después del último punto final para dedicarse a la lectura de semejante obra. Una obra que nadie va a leer y que a nadie le interesa. Salvo a mí, claro.

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