Mario terminaba sus días
invariablemente anotando las vivencias en su diario íntimo. La falta de
perspectiva lo llevaba a suponer
importante cualquier nadería. Tan así era que redactaba lo que comía, lo que
compraba en el supermercado, lo que demoró en venir el colectivo o lo que había
comido su gato, y todo con sumo detalle. Su pasión por su propia intimidad fue creciendo al punto de recluirse
con el fin de aplicarse a la escritura de su diario. Esto le trajo algún
problema al principio porque al salir menos a la calle le supuso una reducción
de la cantidad de cosas para anotar. Además
no era una persona con la imaginación suficiente
como para crear un mundo alternativo y volcarlo en un cuento o en una pintura.
Sin embargo, encontró una fuente de inspiración en la lectura de sus propias
intimidades. Se dedicó a repartir su tiempo entre la escritura de su diario y
la lectura de su diario. Más aún, Mario tomaba nota de la hora en la cual se
entregaba a la confección de su diario y de la hora en la cual se leía, (incluso
de la hora que leía que se había leído.) Llegó al colmo del refinamiento cuando
empezó a anotar las sensaciones que tuvo al leer lo que había redactado los días
previos. Contrariamente a lo que pudiera parecer, fue un progreso, porque por
primera vez se daba a la tarea de expresar un sentimiento: “leí lo que comí el jueves y me vino una
sensación de placer ingobernable y grandes ganas de repetir la comida.” Y
al día siguiente, agregaba: “Hoy comí lo
que leí ayer que había comido el jueves y, como entonces, me proporcionó un
gran placer…” Temeroso de perder su
obra hizo varias copias de la misma. Nunca publicó una sola hoja. Aunque
afirman que todo escritor por el solo hecho de escribir está deseando en lo
profundo de su ser que alguien lo lea, este no era el caso. Mario aprendió un
criptograma, el ruso y algunos rudimentos de sánscrito antiguo para encorsetar
su diario, para que nadie pudiera leer sus rusticidades. Incluso Mario se
transformó en MдРУЖЛ. Finalmente se recluyó en su hogar para dedicarse la vida a sí mismo,
y se puede decir que se encerró en las hojas de su intimidad. Hoy Mario
quisiera tener otra vida después del último punto final para dedicarse a la
lectura de semejante obra. Una obra que nadie va a leer y que a nadie le
interesa. Salvo a mí, claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario