En columnas
Cuando al
cardenal Cisneros se le ocurrió editar la Biblia
Políglota Complutense, pensaron que se había vuelto loco. Quería editar
cuatro Biblias en una: la versión hebrea, la versión griega, la latina y la aramea. Pensaba distribuirlas en
columnas paralelas para poder cotejar los textos con el original – y yo creo que también para ejercitar al clero
en la lectura e interpretación de las lenguas muertas. Lo que Cisneros quería
se materializó y tuvo éxito. Con el tiempo, la edición de la las Sagradas
Escrituras en columnas se hizo habitual. Incluso se renovaron las excusas para
encolumnar diferentes partes de la misma.
Entre las excusas
más pertinentes y útiles encontramos a los evangelios sinópticos. Estos son los
que dicen más o menos lo mismo. En
efecto, “sinóptico” quiere decir que “ven
lo mismo” y eso es justamente lo que hacen los primero tres evangelios:
Tomás, Marcos y Lucas. Es por este motivo que se suelen editar en columnas paralelas, donde uno puede
chequear que sobra y que falta y en qué se parecen los tres. El criterio de
canonicidad, se deja ver, fue que dijeran más de lo mismo, como para que no
queden dudas sobre Jesús, razón por la cual se habla de “evangelio”, en
singular, aunque haya cuatro versiones del mismo. (Al cuarto, el de Juan, lo suelen encolumnar
con los otros, como para subrayar la unidad, aunque resulte mayormente al pedo,
porque Juan era de otro palo.)
Jesús
dice lo suyo muchas veces en forma de parábola, que es una enseñanza indirecta
que recurre a simbolismos. Aunque explicar lo que es una parábola suene difícil
su fin último es facilitar el aprendizaje. Jesús trataba así de transmitir
conceptos difíciles a gentes simples. Sin embargo, con el correr de los años,
estas parábolas que en un principio facilitaban las cosas vinieron a
complicarlas. Cuando en aquellos años se hablaba de corderos y ovejas de dios
la figura era entendida por todos. Hoy eso puede no quedar tan claro, máxime si
tenemos en cuenta que muchos jamás han
visto un cordero, salvo en el plato.
Es así como me
surgió la Cisneriana idea de armar el evangelio en columnas: la primera con el
texto original. La otra con un texto que rejuvenezca las vetusteces. Como ejemplo acá va un pasaje
del tercer evangelio, el de Lucas, que me parece muy pertinente a cosas que ya
vengo diciendo.
Original
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Actualización
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Le
preguntaron sus discípulos qué significaba esa parábola. El dijo: “A vosotros
se os concede el conocer los secretos del reino de Dios, pero a los otros
sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan.” (Lucas 8,9)
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Le preguntaron sus discípulos por qué explicaba
las cosas de manera tan rara. Jesús respondió: “Es que a estos analfabetos les tenés que explicar todo como a los
nenes. En cambio, a ustedes, que son tan inteligentes, les puedo contar la posta, porque para eso se
han instruido.”
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Por supuesto,
no quiero dejar pasar que en el texto original dice Jesús que él, ante sus
discípulos, no necesita recurrir a las parábolas, y qué sin embargo remata el
pasaje ilustrándolos con una parábola: “para que viendo, no vean, y oyendo, no
entiendan.”
Aunque este
pasaje figure en los otros sinópticos, con sus variantes, me Interesa
principalmente este de Lucas porque, como es sabido, el de Lucas es el
evangelio mejor escrito. Lucas, o el que se haya hecho pasar por él, fue un
médico culto que cuidó la estética de la palabra inspirada. Por eso estoy
seguro que fue a Lucas, y no a Jesús, a quien le hicieron el planteo aquel.
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