jueves, 24 de julio de 2014

En columnas


En columnas
Cuando al cardenal Cisneros se le ocurrió editar la Biblia Políglota Complutense, pensaron que se había vuelto loco. Quería editar cuatro Biblias en una: la versión hebrea, la versión griega, la  latina y la aramea. Pensaba distribuirlas en columnas paralelas para poder cotejar los textos con el original –  y yo creo que también para ejercitar al clero en la lectura e interpretación de las lenguas muertas. Lo que Cisneros quería se materializó y tuvo éxito. Con el tiempo, la edición de la las Sagradas Escrituras en columnas se hizo habitual. Incluso se renovaron las excusas para encolumnar  diferentes partes de la misma.
Entre las excusas más pertinentes y útiles encontramos a los evangelios sinópticos. Estos son los  que dicen más o menos lo mismo. En efecto, “sinóptico” quiere decir que “ven  lo mismo” y eso es justamente lo que hacen los primero tres evangelios: Tomás, Marcos y Lucas. Es por este motivo que se suelen editar  en columnas paralelas, donde uno puede chequear que sobra y que falta y en qué se parecen los tres. El criterio de canonicidad, se deja ver, fue que dijeran más de lo mismo, como para que no queden dudas sobre Jesús, razón por la cual se habla de “evangelio”, en singular, aunque haya cuatro versiones del mismo.  (Al cuarto, el de Juan, lo suelen encolumnar con los otros, como para subrayar la unidad, aunque resulte mayormente al pedo, porque Juan era de otro palo.)
                Jesús dice lo suyo muchas veces en forma de parábola, que es una enseñanza indirecta que recurre a simbolismos. Aunque explicar lo que es una parábola suene difícil su fin último es facilitar el aprendizaje. Jesús trataba así de transmitir conceptos difíciles a gentes simples. Sin embargo, con el correr de los años, estas parábolas que en un principio facilitaban las cosas vinieron a complicarlas. Cuando en aquellos años se hablaba de corderos y ovejas de dios la figura era entendida por todos. Hoy eso puede no quedar tan claro, máxime si tenemos en cuenta  que muchos jamás han visto un cordero, salvo en el plato.
Es así como me surgió la Cisneriana idea de armar el evangelio en columnas: la primera con el texto original. La otra con un texto que rejuvenezca  las vetusteces. Como ejemplo acá va un pasaje del tercer evangelio, el de Lucas, que me parece muy pertinente a cosas que ya vengo diciendo.

Original    
Actualización
Le preguntaron sus discípulos qué significaba esa parábola. El dijo: “A vosotros se os concede el conocer los secretos del reino de Dios, pero a los otros sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan.” (Lucas 8,9)
Le preguntaron sus discípulos por qué explicaba las cosas de manera tan rara. Jesús respondió: “Es que a estos analfabetos  les tenés que explicar todo como a los nenes. En cambio, a ustedes, que son tan inteligentes,  les puedo contar la posta, porque para eso se han instruido.”


Por supuesto, no quiero dejar pasar que en el texto original dice Jesús que él, ante sus discípulos, no necesita recurrir a las parábolas, y qué sin embargo remata el pasaje ilustrándolos con una parábola: “para que viendo, no vean, y oyendo, no entiendan.”
Aunque este pasaje figure en los otros sinópticos, con sus variantes, me Interesa principalmente este de Lucas porque, como es sabido, el de Lucas es el evangelio mejor escrito. Lucas, o el que se haya hecho pasar por él, fue un médico culto que cuidó la estética de la palabra inspirada. Por eso estoy seguro que fue a Lucas, y no a Jesús, a quien le hicieron el planteo aquel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario