Mudarse es
traumático y a la vez beneficioso. Empezamos a revolver papeles y nos
encontramos con nuestro pasado. Nos
detenemos en lo que fuimos y cuesta mucho saber qué papeles tiramos o
conservamos, ´porque en esos papeles hay personas…
Así fue como
me encontré con una lista de viejos amigos. A duras penas recordé a alguno.
Esos recuerdos no fueron celebrados. Los miré con indiferencia. Cada nombre
tenía adosado un teléfono fijo, de una época en que los celulares recién
nacían. Pensé que los teléfonos son más fijos que las personas, porque de
seguro este o aquel se habrían mudado como yo estoy haciéndolo ahora. ¿Ellos
conservarían mi teléfono viejo, ese que ni yo recuerdo? ¿Para qué querría
recuperar unas personas que ni siquiera acepto como amigos virtuales?
Como estoy
solo me interesaron los números femeninos. Había puesto unos puntos al costado
de cada número. Un punto era una calificación baja. Tres puntos, alta. Lo sé
porque conservo esa costumbre con mis escritos (por ejemplo, este vale un
punto, o sea, no vale nada. Y no pasará mucho tiempo antes de que sea barrido
de mi memoria.) No recordaba a casi ninguna. Sofía, Greta, Carmen, Violeta, no
sé quiénes eran, ¡y eso que tenían 3 puntos! Seguramente me había costado mucho
conseguir esos números, pero me había
costado mucho menos olvidarlos. Alguna vieja novia también estaba en la lista.
Dos puntos…
Dudé. Luego
con firmeza, y un poco de pena, tomé la hoja, la rompí en mil pedazos y la
estrujé hasta que se transformó en una bola sin forma. Abrí el tacho y encesté.
Sentí un gran alivio. De esas caras solo queda un texto malo, unos números sin
rostro, y a partir de ahora, ni siquiera eso.
Saturno ( dios del tiempo) comiéndose a sus hijos, por Goya |
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