Todavía con el
traje de novia ella se le presenta al que ahora es su marido. Antes le había
enviado una carta en la cual le decía algo revelador: “no soy virgen”. Como
hasta el momento ellos no han copulado, se acarician como reconociéndose los
cuerpos. Amalia, la que no es virgen, le dice, asombrada ante la naturalidad de
él, si ha leído la carta. Su macho, más asombrado aún, le dice que sí, que la
ha leído, pero que pensó que era un chiste. Ella sube la apuesta, le informa
que no solo era verdad sino que también tiene algo más que decirle, y le avisa
que está embarazada. El macho—que ahora se siente un buey—se retuerce dentro de
su alma, preñado de ira. Amalia corre lo
más rápido que el vestido blanco le permite. Sin embargo, el buey tiene nobleza
y a medida que la persigue va calmándose, y llega a desesperarse cuando
advierte que la ha perdido en el bosque. Pero Amalia no aparecerá nunca, será
una desaparecida.
Mecha Ortiz,
que interpreta a la abuela de la desaparecida— y que se parece peligrosamente a
Mirtha Legrand de vieja—es una oligarca insoportable que prefiere que los hechos
de la desaparición de su nieta no se investiguen. Dice:
“Si ella está viva en algún lado, que sea muy
feliz. Y si está muerta que descanse en paz. (…) quiero que este caso se cierre
definitivamente para la justicia. Hay cosas que no se deben averiguar para que
una sociedad siga existiendo. Si se revuelve el estiércol siempre aparece toda
la mierda.”
En otro pasaje
otro personaje agrega: “La gente no
desaparece porque sí”
Al final, la
nueva novia del buey va a buscar el
cadáver de Amalia, pero el cadáver no está: ha desaparecido.
La película se
estrenó en setiembre de 1976, a menos de seis meses del golpe, cuando la
desaparición era un tema relativamente nuevo. Averiguando, no encontré que haya
habido ningún tipo de censura. (Si en la cinta recortáramos todos los pasajes
censurables la reduciríamos a un corto. Así de abundantes son las
transgresiones, de las que yo solo he difundido un par.) Tampoco he encontrado
nada escrito sobre la película, salvo alguna anotación al margen sobre lo
incisivo del film. Me interesa particularmente saber cuándo se terminó de rodar
Piedra Libre—que desde el título es conmovedor— porque Beatriz Guido escribió
el guión tal vez pensando en otros desaparecidos, los desaparecidos de Isabelita, y sin querer queriendo se encontró con ese otro horror.
De más está decir que el film es mucho más que lo narrado. Lleno de simbolismos y sutilezas que Bergman aplaudiría, y adornado con música de Bach, Verdi y Wagner, es uno de los grandes largos argentinos.
Hace unos años
me hice con un libro que traía las operas de Richard Wagner. Ahora, leer las
obras de Wagner, omitiendo la música, es una tragedia, un plomo, un
aburrimiento inacabable. De Beatriz Guido se puede decir lo mismo. Sus libros
tienen una gran inclinación por la gravedad: se caen de las manos con mucha
facilidad. Pero las películas que confeccionó junto a Torre Nilsson, su marido,
son a veces excelentes, como en este caso. Piedra
Libre fue la última película del maestro. Beatriz vivió una década más, sin
encontrar la brújula. Me la imagino
corriendo por diez años, buscando acaso algún buey que se anime a poner en
película las cosas que ella imaginaba. Gracias
por toda tu fantasía. Hoy me hubiera gustado tener unos 60 años y tomar ricos
cafés con vos para que no te sientas tan sola.
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