viernes, 24 de mayo de 2019

Una sinfonía peligrosa




Se la conoce como la maldición de la 9na sinfonía. Schubert, Dvorak,  Malher y Vaughan Williams, además del que inaugura la serie, Beethoven, no pudieron componer una décima. Se murieron antes.
Anton Bruckner  cayó en esa maldición. Ya me he explayado sobre Anton en El caso Bruckner  . Con él todo es extraño. Su sinfonía número cero y la dobles cero (00) así lo demuestra. Si omitimos este detalle perturbador podemos decir que se murió dejando inconclusa su 9na, una de las mejores piezas de la historia. Dedicó esta sinfonía  a su ¨amado dios¨. Luego murió.
Encontré en el Youtube una joya: el final del primer movimiento de la 9na interpretado por 3 capos. No se trata de Celibidache, Giulini o Furtwangler, a mi juicio, los mejores interpretes brucknerianos. Se trata de Abbado, Karajan y Bernstein.  El estado en que queda Karajan al finalizar la pieza es de un ensimismamiento mágico, como poseído, como en trance, como yo cuando no me rompen las pelotas y puedo escuchar sin interrupciones. A Bernstein es muy impresionante verlo hechizado, con todo su cuerpo como a punto de eyacular.
Karajan quedó postrado en una silla de ruedas en ese tiempo, finales de los 70s y murió luego de ejecutar la 7ma de don Anton. Bernstein luego de este concierto vivió 6 meses antes de ir a tocar el arpa.  No es un secreto que luego de estos recitales en Viena tuvo que suspender sus presentaciones por las toses en el medio de los conciertos (sus toses). Abbado pasó la prueba en 1987, fecha de la interpretación que nos convoca. Murió a los 80 años. Su última obra ejecutada y grabada antes de partir, en 2014, fue la 9na de Bruckner.

Fuentes sobre las últimas interpretaciones de los maestros:
Sobre Abbado:
Sobre Karajan:
Sobre Bernstein:

lunes, 13 de mayo de 2019

Un mundo lleno de robots


Juan era taxista. Cuando alguien subía a su taxi hablaba hasta por los codos, vertía al oído del pasajero sus opiniones sobre política, deportes o sobre lo que le viniera en gana hablar. Con regularidad los pasajeros le tiraban propina. Eso era así independientemente de que estuvieran de acuerdo o no con las opiniones de Juan.  Incluso si odiaban que Juan hablara le tiraban unos mangos.
Hoy Juan trabaja en Uber. Habla lo justo y necesario. La propina ya no es efectivo,  es que le escrachen las estrellitas. Si no mide bien en estrellas los usuarios recurrirán a otro Uber. Es por eso que Juan ya no comparte sus opiniones con los pasajeros. Es muy arriesgado para Juan expresarse.
La lógica que llegó a los uber es la lógica de los Glovo, de los McDonald’s, de los centros comerciales, de los aeropuertos... Es el famoso speech.
Hace 20 años decía Lilita Carrió que para saber hacia dónde corre el electorado  no miraba las encuestas sino que contrataba un regimiento de ¨operadores¨ para que paseen en taxi. Luego, a partir de lo que decían los tacheros, llegaba a conclusiones bastante fiables sobre las intenciones de voto. Pero esa táctica ya fue. Por otros motivos las cambiaron también los espías. La lógica de la contratación de personal de los tres empleos tácticos (mozos, prostitutas y tacheros) para sacar información de sus clientes ya es historia. Todos los trabajos se están profesionalizando en el speech.
Y eso incluye a los mendigos profesionales. En el año 2002, por cuestiones inenarrables, fui a visitar un contacto que me dijo: ¨Vos vení, sentate, escuchá la clase y después hablamos¨. Algo andaba mal, Mario no era docente.  Fui a una oficina del centro que sólo tenía tres posters, un escritorio y muchas sillas. Dos posters eran de típicos íconos del sueño familiar yanqui con la casa llena de productos y la gente sonriendo. El otro era la virgen. En síntesis: era como un templo.  Mario llegó y se sentó sobre la mesa. Eso también estaba calculado. Preguntó si todos habían llegado por el aviso. El aviso ofrecía, además de empleo seguro, una clase de preparación para los postulantes. (Y todos sabemos que una clase implica seriedad). Mario arengó sobre la dignidad del trabajo y su indefectible impacto en el bolsillo y en la felicidad de las familias. Luego, ante mi asombro, repartió  virgencitas. Dio a conocer las líneas de colectivos y ferrocarriles que ya estaban agenciadas. Explicó que en la vereda no se trabaja. Advirtió que las virgencitas se les entrega a absolutamente todos los pasajeros y luego se retiran religiosamente. Si algún pasajero se queda con la virgen no se le reclama nada. Pero lo peor estaba por llegar. Sin pestañar, Mario explicó que iba a hablar por separado con cada uno de los postulantes. (Todos sabemos que hablar personalmente implica seriedad). Se retiraron y los hizo pasar de a uno. Los iba sondeando, con cancha. Finalmente les estregaba un speech. Si daba el perfil, el speech era que el postulante tenía SIDA y un hijo. Su hijo afortunadamente no tenía, pero el estado no le daba trabajo, aunque sí los medicamentos. Este speech puede tener todo lo malvado que usted quiera. Pero debe saber que hay gente inteligente (y mala) que se sentó a pensar cada una de las palabras que se dice, cada recoveco del discurso, cada pausa. Lo mismo para las formas de repartir y retirar las virgencitas. Seguramente habrá escuchado este discurso y otros repetidos en todas las líneas de trenes. No es casualidad.
La formalidad en el trato con el cliente está tornando artificiales todas las relaciones humanas fuera del ámbito doméstico. Enchastra las relaciones  y las hace insoportablemente predecibles. Es un mundo donde el consumidor siempre tiene razón. Por eso me sigue gustando levantarme cada mañana e ir a la panadería de Martita, que sabe que a mi pibe le gustan las facturas con crema pastelera,  a la verdulería de Romualdo, que sabe que el domingo nos cogieron 4 a 0, a la veterinaria de Jazmín, que sabe que descuido a Delta mi perrita, al kiosco de Rubén que sabe que yo sé que él es un miserable. Personas. Solamente eso, personas. Eso es lo que quiero.
El consumidor es supuestamente  libre elector y racional. Y quien está detrás del mostrador sólo sugiere ¨ ¿quiere agregarle papitas?¨ para rematar ¨que lo disfrute¨. Son exactamente los speech que dicen los robots en los McDonald’s de Estados Unidos. Eso sí: prontamente podrán reemplazar a los pibes Mac por robots, a los Uber por robots y a los espías por robots. Pero no van a poder con los mendigos. Ese va a ser un problema.




domingo, 12 de mayo de 2019

Hay progreso moral


Catón era romano. Catón tenía sus esclavos y esclavas. Cuando Catón tenía apetito sexual entraba en el cuerpo de un pibe o piba de ocho, diez o doce años. Todos los vecinos sabían lo que hacía Catón. No se indignaban. Ellos hacían lo mismo. Cuando Catón se cansaba de sus esclavos pedía uno prestado a un vecino. Era como pedir una herramienta; como pedir un caramelo.
Historias como esta pueden hallarse a millones en los varios tomos de Historia de la vida privada, obra colegiada que dirigen Georges Duby y Phillip Aries y donde participan luminarias como el gran Paul Veyne.
Siempre, por defecto, porque no encontré nada parecido, me remití a este texto para explicar que hay progreso moral, que hoy la gente no va a disfrutar en familia de la combustión pública de una mujer que fue acusada de brujería. Sin embargo, como se trata de un libro de historia social, no dice explícitamente aquello que yo repetía una y otra vez por todos los rincones cada vez que me topaba con un discípulo de Ernesto Sábato, quien solía repetir hasta el aburrimiento que no hay progreso moral.
Acabo de ver un duelo maravilloso: una conferencia que dieron el super-líquido Zygmunt Bauman y el filósofo español Javier Gomá, en 2015. Bauman, pesimista. Gomá, optimista. Querido lector, no puedo explicar la satisfacción que me dio escuchar al español decir que hay progreso moral. Fue la felicidad de saber que uno no está solo en esta vida. Su argumento  es que la indignación generalizada ante ciertos hechos que vemos hoy en día denota que hoy en muchos lugares del mundo la moral está cambiando. Y agrega que vivimos en el mejor de los tiempos de la historia de la humanidad, ya por el progreso moral, ya por los avances técnicos. No niega que haya problemas. Lo que dice es que hoy vemos problemas donde antes se veía normalidad. Da el siguiente ejemplo: ayer nomás,  violar una mujer (o un niño como Catón) era algo hasta celebrado por los vecinos, por las vecinas y por los vecines. Y si no me creen (y si no nos creen) lean Historia de la vida privada, que dejo más abajo.
No obstante lo cual, siempre le di un corolario al tema de que la indignación generalizada demuestra un progreso moral. Creo que es necesario, absolutamente necesario, que la gente esté indignada y que eso se logra inculcando en las mayorías que las cosas están mal, que las cosas pueden ir peor, que vivimos en el más bajo de los mundos posibles y que si prendés un fósforo estás contribuyendo al calentamiento global. No es que sea exagerado. Es que es una forma excelente de lograr que la sociedad alcance la meta moral. No se trata de decir la verdadSe trata de metas. La verdad sólo se comparte en un blog que leen cuatro personas. Las metas se gritan en el mercado. Son cosas que los periodistas hacen muy bien, aunque no siempre saben lo que están haciendo. 
En fin, hay progreso moral. (Como la palabra ¨progreso¨ me quema, debería decir que hay ¨cambio moral positivo¨).  No es una línea recta, hubo retrocesos como la Segunda Guerra, y bien pudiera ser que volvamos a celebrar que en la familia tengamos un buen torturador, como en otros tiempos, y que además seamos envidiados por nuestros vecinos por tan alto mérito. La actual altura moral tiene muchas causas. Por amor a la brevedad pongamos una: la tecnología. Hoy tal vez no sea necesario torturar a alguien para sacarle información. La tecnología lo hizo posible. Hijos de puta siempre habrá. Pero ahora tienen que asumir otras formas. ¿Hijos de puta de cuello blanco? Quizás. Pero en todo caso mejores que Catón, que era (hay que decirlo) un hijo de su época.
Fuentes:


miércoles, 10 de abril de 2019

Instrucciones para revisar una bolsa de basura


Elegimos a la víctima: la vecina de enfrente. Sabemos que el camión pasa a las 22, así que diez minutitos antes le recogemos la basura. La metemos en nuestra casa y revisamos absolutamente todo lo que contiene la bolsa. No subestimamos nada. Consideramos hasta ese trozo de lechuga que pende del hilo dental. 
Procedemos de idéntica manera por un mes. Manoseamos todas las porquerías, nos ensuciamos hasta los codos. Barbijo no debemos tener. Vergüenza, claro está, menos.
Enumeramos, mensuramos, inferimos patrones, frecuencias, cambios de dieta, de hábitos, de gustos, de chongos. Finalmente llegamos a conclusiones.
Es extraño. La gente no sabe tanto de sí misma como la basura que tira. En esa basura están todos sus secretos y sus olvidos, la parte más material, brutal e inconsciente de un ser humano. Yo en un mes sé más de la vecina que la vecina misma. Puedo apretarla, extorsionarla, conmoverla, enamorarla…  Ella se está cuidando de lo que publica por Facebook. No lo sabe, pero yo ya soy ella.

Lo que acaba de leer es un cuento de terror. Pero si quiere más sobre el tema basura en este blog: La basurología


martes, 2 de abril de 2019

Mails


¿Los conocés a Carlos Pagni y a Roberto García? Son periodistas estrellas.  Ellos fueron procesados en 2012 por la jueza Arroyo Salgado por un tema de pinchaduras de mails. Del tema no se volvió a hablar, obvio. Estos periodistas estaban vinculados con un sector de la SIDE que no respondía al gobierno nacional. Como dijo Weber, el gobierno nacional debe tener el monopolio de las pinchaduras. Se pudrió todo cuando estos periodistas sabían antes que el mismísimo gobierno kirchnerista lo que estaba pasando. Era información confidencial que se filtraba como agua entre los dedos (o entre los teléfonos y las computadoras). ¿Quién no recuerda, por dar un ejemplo, que se filtró la expropiación de YPF y que se enteraron en España antes que en casa? Nadie lo recuerda. Ni bien asumió  Macri, la jueza levantó la causa. Pagni y García, a quienes hay que seguir para estar al tanto de las cosas, continúan con información privilegiada.

Lo que ahora está pasando no es más que el reverso de la moneda. Los servicios de inteligencia no se han ajustado al ejecutivo. Ahora los periodistas acusados han cambiado de nombre. Pero es lo mismo. Y cuando venga otro gobierno la cosa va a seguir. Porque el problema es muy serio. Y la gente no entiende nada. Para mayor gloria de los servicios...y de algunos periodistas.



Algunas Fuentes:



sábado, 30 de marzo de 2019

Táctica para vencer a Macri


El 3 de marzo de 1999 a la una de la madrugada, el actual presidente Macri viajaba por la autopista de oeste. A su lado estaba Carlos Alberdi, su chofer.  Atrás sus amigos Martin Palermo y Diego Cagna, estrellas de la primera de Boca.  Paula Elizabeth González, de 14 años, venía en bicicleta por la banquina. La acompañaba su amiga Susana, de 16. Decidieron cruzar la autopista por el asfalto. Cuando llegaron al carril de mayor velocidad fueron atropelladas por el auto del entonces presidente de Boca. Paula aguantó ese día en un hospital y luego murió al caer el sol.
Un testigo afirmó que el que manejaba era Macri. Luego se desdijo. La familia de la sobreviviente, Susana, culpó a su hija por cruzar por donde no debía. Todo quedó en la nada.
Ya nadie recuerda o quiere recordar el hecho. Macri llegó a jefe de gobierno e inauguró muchas bicisendas, sus amigos nunca volvieron a hablar del tema y del chofer nada se sabe.
Tal vez el presidente nada tuvo que ver, pero hay cosas que no te van a contar a menos que uno se ponga a unir cosas que en un principio no tienen mucha relación.
¿De dónde venían esa noche? Venían de una peña de La 12 en Chacabuco. El libro que Gustavo Gravia le dedica a la barra de Boca nos informa de la presencia de capos, jugadores y dirigentes en estas peñas, así como del consumo sin freno de alcohol. Recalculando podemos decir que tal vez el fercho o Mauri estuvieran tomados. De Palermo y Cagna casi lo podemos asegurar. Venían durmiendo en el asiento de atrás. Gravia en su libro no menciona el accidente. Él se puede escudar: es un libro sobre la barra brava y ahí no había barras.
El choque fatal, que apareció en los medios, quedó eclipsado por lo que sucedió en la bombonera a las 9:30 de la mañana del día siguiente, 4 de marzo. Boca y Chacarita jugaban un amistoso. Algunos hinchas del equipo visitante adornaban la tribuna local. La 12 entró y golpeó brutalmente a los capos de club de San Martin. Todo fue firmado por las cámaras. Entre los agresores estaba el jefe, Rafael Di Zeo, habitué de todas las peñas xeneises en esa época de Boca. El partido se suspendió cuando Boca ganaba 3 a 0. El primer gol lo había marcado Palermo.
Todo esto da lugar a algunas preguntas. ¿Cómo el jefe de un club puede salir de joda con jugadores profesionales que en pocas horas tienen que afrontar un partido, aunque sea un amistoso? ¿La seguridad del club estaba distraída en el accidente y descuidó sus tareas? ¿Los barras supieron que la dirigencia estaba a full con otro tema? (Recordemos que la secretaria privada del gobernador Felipe Solá, Susana Spinetto, fue la esposa de Rafita Di Zeo. Cuando Felipe la despidió se recicló como secretaria privada de Stornelli, en el área de seguridad. Stornelli y Boca siempre fueron de la mano. Él y Susana ya eran ¨amigos¨ en 1999) Pudo haber sido casualidad. Pero del tema no se habla.
Sin embargo el accidente puede ser útil. En política se trata de relaciones de fuerza, no de quien dice la verdad. Que Macri haya manejado el auto ebrio aquella noche es, a la luz de lo expuesto, verosímil. Las víctimas fueron mujeres, menores de edad. Yo solamente sugiero que rescatar del olvido el tema puede servir para una campaña de prensa en contra del oficialismo en un período electoral. También a la ola verde feminista le puede servir. También a los ciclistas y al ambientalismo. También a los que luchan contra los excesos del alcohol y la velocidad. También para los que odian las barras... En política todo sirve. Solamente hay que ¨saber hacerla¨, como dice Horacio Verbitsky. Se acaban de cumplir 20 años de aquellos hechos. Y los aniversarios (y el sistema decimal) siempre le encantaron a la prensa. También.  


Bibliografía:

jueves, 28 de marzo de 2019

¿Boludo?

Marcelo Bonelli camina como un boludo, balbucea como un boludo y tiene facha de boludo. Pero no es ningún boludo. Los boludos no son hábiles en la rosca política. Es por eso que siempre hay que escuchar a la gente como él. Bonelli es el principal responsable de Área Restringida, un nombre informal que el grupo Clarín tiene para vincular servicios de inteligencia, jueces y empresas con el medio. (También para extorsionarlos a todos ellos, por supuesto). En otras palabras, Marcelo se encarga de dosificar los lobbys mediáticos del grupo. Si dice que va a llover yo saco el paraguas. A veces lo abro y a veces no.  Pero para él mismo la cosa funciona al revés. Si Bonelli abre el paraguas llueve. Si lo cierra deja de llover. Se entiende… ¿no?
El Grupo Clarín está embarcado en una campaña en donde se prioriza el tema de la inseguridad. Defiende al gobierno en lo político, lo ignora (hasta donde se puede) en lo económico y le tira el fardo de la inseguridad. Ayer Marcelito le hizo un reportaje en A Dos Voces a Patricia Bullrich. Le preguntó por el crecimiento de la inseguridad. Bullrich pestañó. Respondió que la inseguridad no ha crecido, que los crímenes son menores que unos años atrás y dio a entender que el crecimiento se habría dado en otros rubros como el de los motochorros que te afanan el celu. Bullrich tenía algo de razón en lo que decía. Ella pestañó porque un aliado como Bonelli le estaba jugando sucio.
La primera estrategia de Clarín con el tema inseguridad fue ambigua. Desde comienzo de año se embarcó en dar a conocimiento casos de mujeres que matan hombres. El caso de Nahir Galarza fue su caballito de batalla. Con este caso el medio intentaba dividir las aguas con la ola verde feminista que, por ejemplo C5N, viene sosteniendo desde el sector K. Muchas veces esas noticias, especialmente durante el último mes, tuvieron olor a servicios: siempre que aparece una historia donde una mujer habría intentado matar a su marido y se muestra una foto que no se entiende mucho por su mala calidad o porque la agresora es menor de edad, es una operación de los servicios. Pero las noticias se manejan de manera inteligente para abrir varias puertas. Una piba matando a su novio no sólo es una ataque a la ola verde K. También puede ser un mensaje para subir la edad de imputabilidad. Más aún: lo que Bullrich habría olvidado es que también sirve para hacer crecer la ola de inseguridad (supuesta o real, eso no importa).
A dos voces es ese programa que hay que ver. Es poco piola ver C5N y leer Página si estás en contra del gobierno o ver TN y leer Clarín si estás a favor. Tal vez el problema de mirar al adversario es que tenés que pensar. No podés recibir pasivamente aquello que te dicen, como cuando el gato Sylvestre estimula tu indignación. Tal vez no lo sepas o no lo recuerdes, pero el gato (y Luis Majul) trabajaron con Marcelo Bonelli en A dos voces. Y aprendieron. Y aprendieron mucho. Muchos aprendieron. Qué duda cabe. Ahora abran el paraguas cuando escuchen a cualquiera.

Bibliografía:
Martín Sivak. Clarín. La era Magnetto, pág 86 y ss. 
Para seguir pensando:
https://www.primereando.com.ar/pais/todas-las-hijas-del-periodista-marcelo-bonelli-viven-del-estado_a5b99461f273634045bdf926c





domingo, 24 de marzo de 2019

Las cosas tienen que pasar


Los servicios de inteligencia son el pan nuestro de cada día. No hay país que no los tenga. (Y cuando hablo en plural me refiero a varios por país).  Son como las líneas de bandera,  el petróleo nacional o la fabricación de material bélico... Sin embargo, Aerolíneas Argentinas, YPF y Fabricaciones Militares ya no son lo que eran. Funcionan mal y carecen del prestigio de otros tiempos. Sostengo en las siguientes líneas que los servicios – los servis o ¨la casa¨ para los amigos— no son ajenos a este tobogán de la historia. Además, me expido sobre ciertos mecanismos que utiliza la inteligencia y que no son ningún secreto para ilustrar sobre la situación actual. Desde ya dejo en claro que no se trata de apreciaciones morales sobre los servicios. Si en algún pasaje señalo que el sistema de espionaje funcionaba ¨bien¨, eso no equivale a un juicio ético.
En el famoso reportaje que le hiciera Reato a Videla, el ex presidente de facto aseguró—lo cual es bastante obvio—que los servicios jugaron un papel muy relevante en los años de plomo y que eso se debió en gran medida a la estrategia francesa que se aplicó: la desaparición de personas. En efecto, como eso se debía hacer más o menos a espaldas de la sociedad civil, el mismo secretismo otorgó a los servis un rol destacado y siniestro. Tanto prestigio tenían por los años setenta que llevaron a cabo la Operación Charly en América Central, con acuerdo de los Estados Unidos, e increíblemente, contra los intereses del Tío Sam, maniobraron para llevar a cabo el golpe de García Meza en Bolivia en 1980 y, por supuesto, la guerra de Malvinas. Sobre este último conflicto se puede leer Una cara de la moneda, el libro de The Sunday Times, para confirmarlo. En el final del capítulo VII se afirma que las potencias se anoticiaron de lo que realmente iban a hacer los argentinos con un margen de tiempo escaso. En el VIII se describe como el gobernador de las islas, Rex Hunt, se quedó ¨pasmado ante la amplitud y la exactitud del espionaje¨. Eran tiempos de gloria para los servis.
Diez años después, en 1992,  una bomba voló la embajada de Israel en Argentina. Casi al toque, en 1994, otra bomba terminó con la Mutual Israelita (AMIA). Las investigaciones, las verdaderas y las mentirosas, comenzaron con prontitud. Las mentirosas fueron las únicas que prosperaron, al menos por un tiempito. Esto estaba sentando un precedente. Como aclara Tato Young en sus libros, a los servis no se los miden por las verdades. Pero al menos se les exigen que las mentiras se sostengan en el tiempo.
En 1999, en un almuerzo de Mirtha, donde también estaba su entonces amiga Carrió, Cristina dijo lo siguiente:
¨ (…) en este país donde se hizo tanta inteligencia en la época de la subversión (que los servicios de inteligencia) hubieran tenido tanta impericia (con el tema de la AMIA), tanta negligencia, es inaceptable.¨ 
Cristina estaba diciendo algo que se dice todavía hoy en voz baja. Los servicios estaban perdiendo calidad.
Cualquier lector atento de libros de historia entiende que casi todo lo que pasa ya lo saben los servicios, algunos periodistas y los mandatarios con anticipación. Según la biografía de Menem de Gabriela Cerruti, cuando Carlos fue anoticiado del inminente alzamiento carapintada de Seineldín, dejó que las cosas siguieran su curso y, por supuesto, pidió que se siga investigando absolutamente todo. Cerruti entiende— yo creo que bien— que la idea era escarmentar con balas a los alzados y de esa manera capitalizar mejor el desmonte del ejército y la política de indulto a los genocidas. Pero lo que Gabriela no explicita es justamente lo más importante del asunto: Las cosas tienen que pasar. Es necesario que las cosas pasen para que el espionaje pueda chequear los alcances de lo que se está investigando y toda la gente que está implicada en un asunto X. ¿Y si nada pasa?  ¿Si pasa el tiempo y no pasa nada? Eso puede ser señal de que algo anda mal. Puede ser señal del triunfo de las mentiras, del triunfo de las estratégicas hegemónicas, del triunfo de la posverdad. Pero también puede ser que se esté incubando algo… y que estén dejando que se incube. (Si necesita otro ejemplo elocuente de este mecanismo perverso de dejar que las cosas pasen para sonsacarle toda la información al enemigo  lo invito a leer la  biografía de Santucho de María Seoane y en especial el capítulo que le dedica al ataque del ERP al regimiento de Monte Chingolo; una joyita. Si necesita otro ejemplo elocuente de cuando estas operaciones salen mal puede animarse a leer la biografía del Coti Nosiglia de Gallo y Guerrero  o cualquier libro serio sobre La Tablada. Los libros son ¨peligrosos¨ porque hablan de las cosas que la tele, la radio y los diarios no suelen hablar. No hay secretos. Todo está escrito.)
En los 90 los servicios empezaron a ser más berretas. Lo mismo que Aerolíneas, YPF y tantas cosas más. No fue igual con los teléfonos, que llegaron a todas las casas, para alegría de los usuarios y de la SIDE. En la era K los servicios se fueron a la mierda. Pero al menos durante la gestión muchas personas se curaron de ingenuidad. Salieron a la luz—Nissman de por medio—tejes y manejes inconfesables, enfrentamientos internos, lacras que todos los políticos conocían y trataban en secreto. ¿Y hoy? Un famoso político dijo, como al pasar: ¨Carrió se dio cuenta de que el país no solo se abrió al mundo para recibir sus mercancías. Si los servicios de afuera funcionan mejor que los nuestros, ¿por qué no abrirse?¨ Bueno, durante el G20 se terminaron de abrir, muy en la línea de apertura neoliberal. 
No hay secretos. Cualquiera que lea atentamente los  libros de Gilbert, un ex KGB en nuestras tierras,  o los de Martín Sivak o los varios publicados sobre las oscuras labores de Verbitsky podrá tener información que poca gente digiere, incluso después de haber leído esos libros.
No están sirviendo para nada: ni para contribuir con el esclarecimiento de las cosas ni para afianzar las mentiras. Aunque sí ciertamente para dejar implicada una Jaitt o unos iraquíes o para operar en el secretismo de la energía nuclear telúrica.  (Eso sí: son una canilla abierta al despilfarro.) La pregunta que surge es incómoda. ¿Debe haber servicios? La respuesta: Debe haber servicios de la misma manera que debe haber policías, gendarmes, veterinarios y maestras jardineras. Pero tienen que servir para algo. Amén.
Bibliografía
Son todos libros mencionados en el cuerpo del texto de manera directa o indirecta.
Ver minuto 8:40 sobre las palabras de Cris:






miércoles, 27 de febrero de 2019

Tres libros sobre ¨fútbol¨


Me interesa la tribuna, los trapos, los paraavalanchas. Conozco los cánticos de casi todos los clubes.  Mi sueño de pendejo era ser Popey, el diariero, He-man, el abuelo;  esas estrellas coloridas que el fútbol te da. Con el tiempo yo cambié, pero ellos me siguieron interesando. Vinieron Bebote, Rafita, los hermanos Schlenker. Me sorprendí a mí mismo leyendo todo lo que de ellos se publicaba. Llegué a comprar libros. Ellos me dominaban y me dominan. Tal vez nunca—ahora lo sé— pueda cumplir mi sueño.
                Voy a comentar brevemente tres libros que devoré como un niño que va a la cancha con su padre y que se la pasa mirando a la tribuna mucho más que al verde césped. Un niño que quería aguantar.
                Yo no soy como esos (Pablo Carroza): Se trata de la historia de Los borrachos del tablón, la barra cobarde de River. Es un libro mal escrito, pero interesante. Nos cuenta, por ejemplo, el romance de Moria Casan con William Schlenker (uno de los implicados en el asesinato de Gonzalo Acro, quien fuera custodio de la golfa mediática), así como la relación entre las prostitutas vip del staff de Moria con los barras, los entretelones de Videla, Massera y Lacoste como socios ad honorem de River, el fabuloso negocio de los Borrachos del tablón con el descenso al Nacional B. Pero, sin dudas, lo más interesante es el tema social: los hermanos Schlenker vienen de una familia de clase alta. Esto desmiente la necesidad de ser un lumpen para liderar una barra. De hecho la mayoría de los jefes de barra tienen origen de clase media. Pero los Schlenker son otra cosa. Son ricos. Mataron, apuñalaron, se fueron a las manos, robaron, castigaron y cobraron. Pero no lo hicieron por necesidad. Lo hicieron por pasión y tal vez por el placer del poder. El racismo de sus declaraciones, el racismo de las declaraciones de su madre, la abogada Balmartino, que escribió un libro impresentable, el clasismo despreciable que segregan. Dan asco. (Y son admirables.)
                La doce (Gustavo Grabia). A diferencia de Carroza, Grabia sabe escribir y eso lo hace, obvio, más legible. Como en algunos pasajes del libro anteriormente comentado acá también hay relaciones políticas con los barras. Pero en este caso estas relaciones son más complejas y quedan más al desnudo. Acaso no diga más que lo que cualquier lector atento de diarios ya haya leído, pero olvidó. Esta el casamiento de Rafael Di Zeo, líder de la doce, con la secretaria privada del gobernador Felipe Solá con la asistencia de decenas de políticos y estrellas con nombre y apellido. Y también están las relaciones de la barra con Macri. Ya con esto es suficiente. Sin embargo, lo que más me sorprendió del libro es comprobar que los jugadores, en efecto, dan la vida en la cancha y hasta llegan a salir campeones si la barra los amenaza o los faja. Son métodos que funcionan. Aunque el autor no se expida, queda muy claro a partir de sus anécdotas.
La vergüenza de todos (Pablo Llonto). Muchos quizás recuerden a Pablo Llonto por sus intervenciones en 678, el programa K. Pero créanme, no es ningún boludo. La vergüenza… es un librazo con todas las letras.  Por supuesto, excede en mucho a lo estrictamente futbolístico. Están el atentado a Juan Alemann, el asesinato del general Actis, presidente del Ente Autárquicio Mundial 78 a manos de montoneros que laburaban para Massera, las bombas que estallaban pero no hacían ruido en los medios, la guerra de baja intensidad entre el ejército y la armada… Sin embargo, lo que más me quedó en las retinas es un tema que Llonto no desarrolla. En un pasaje comenta que Menotti, técnico de la selección de entonces, solía decir que durante su juventud en Rosario frecuentaba a Juan Ingallinella como una forma de demostrar que era comunista y que siempre lo había sido. El autor nos informa que Ingallinella era un conocido comunista. Pero no va más allá. Resulta que este rosarino fue el desaparecido más famoso de la época de Perón. Desapareció el 16 de junio de 1955, como parte de las represarías por el bombardeo a Plaza de Mayo. Lo que Menotti estaba dando a entender, según mis cálculos, es que él tenía un amigo comunista que estaba desaparecido (por Perón), que es algo que muchos recordarían en los 70. Menotti es un gran DT. Y un ser de mierda.


domingo, 17 de febrero de 2019

Turismo Urbano 4: Un abismo entre Goya y Reconquista



 Quería conocer Goya y cruzar a Reconquista, al otro lado del Paraná. Llegué a la ciudad Correntina a las 7 de la mañana. Me metí en el único bar céntrico que estaba abierto. Acá todos se levantan tarde. Le metí una leída al diario de la ciudad buscando qué hacer. Lo único destacable era la otra excusa que me trajo hasta acá: la Feria del libro de Goya.
Eructé y caminando entre hermosas casitas muy antiguas y bien pintadas fui bajando hasta el río, donde una enorme carpa habían improvisado para contener tantos libros. Pero estaba cerrada. Incluso después de las 9, hora de apertura.
A las 9:30 me pidieron que me aparte del camino de entrada. Estaba llegando el intendente con su séquito. Me colé con ellos, le saqué una foto al capo y a sus chupamedias  (lo acariciaban) e intenté entrevistarme con un tipo que me pareció de lo más berreta que traté en mi vida.  Y digo ¨intenté¨ porque mi contacto era tan ordinario como lo eran los perros en las carpas de los circos.
Mi desafío ahora era cruzar al otro lado. Luego de ver miles de pañuelos celestes que defienden las dos vidas y de entender de este modo que me encontraba en el lado B de la República, llegué a un amarradero donde una lancha chiquita como un carozo hace cruzar a Santa Fe por 600 (seiscientos) pesos. Si, lo que escuchó: un 6 seguido de dos ceros.
Hace rato se viene barajando la posibilidad de hacer un puente. Son sólo 33 kilómetros en línea recta. Pero el Paraná está sembrado de innumerables islas y brazos en el medio. El viaje dura una hora y 20 minutos. La misma lancha, que tiene el monopolio, transporta 8 personas. Yo consigo pasaje de pedo, soy el octavo. Va y viene 3 veces al día. Conclusión: dos ciudades de más de 70 mil habitantes tienen un sólo transporte público que las une, a un precio inalcanzable y para que unos 24 privilegiados puedan darse el lujo de cruzar. Por supuesto, el único tipo en la lancha que vive de un lado y trabaja del otro es… el que maneja la lancha.
En el viaje hablo con los lugareños, muy abiertos al diálogo. No quieren el puente en ningún caso. La mayoría son de Goya y muy conservadores. En las islas del trayecto veo viviendo de la pesca a varios verdaderos Robinson Crusoe. Al llegar al puerto de Reconquista ya se adivina una ciudad con una impronta industrial importante. Te reciben unos tanques enormes y una villa. Un lugareño, vecino de Batistuta, me invita a llevarme al centro en su camioneta. Como la camioneta parece un avión impresionante entiendo que no me miente, el Bati es su vecino.
Reconquista es una ciudad digna de estudio para los urbanistas. Son tres plazas y un parque que circunscriben el área central. Acá todas las calles se han pensado a futuro. Todas son anchas. Todas son avenidas. Es una ciudad planificada donde domina la clase media y la gringada. Se ven más pelos rubios que enfrente y los pañuelos son verdes.
A la noche, luego de entrar en la iglesia y de tomar uno de los mejores helados de mi vida, me dispongo a partir. Pero antes me clavo una birra en un bar céntrico. La gente es menos pueblerina. A pesar de tratarse de dos ciudades con una población numéricamente similar, uno en Reconquista se siente como en casa, en Buenos Aires. Y en Goya uno siente la distancia enorme que te separa del hogar. Esto último es, desde ya, más interesante. No se viaja para sentirse cerca. Pero lo más interesante es, sin dudas, el abismo que separa ambas ciudades, que estando tan cerca, practicamente no se comunican.
Mi bondi sale a las 22:30. Voy a pagar ante el temor de que cierre el bar. La mesera me advierte que cierran a las 2 de la madrugada. Y abren tempranito. Sí, es como estar en casa. 


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martes, 15 de enero de 2019

Turismo urbano 3: Nazis y Judíos en Bariloche.


Hace un año y medio visité Bariloche. Hace un año y medio que dudo en escribir sobre mi visita. Pero el tiempo ha pasado y nuevas noticias me habilitan a escribir sin culpa.
Se llama Gabriel.  Atiende Cerro Abajo, un bar muy pintoresco en el centro de Bariloche, Entro. Le pido una cerveza alemana. No hay. Le pido una Quilmes, no sin quejarme de que en ese lugar no haya cerveza alemana. La cerveza alemana aparece como por magia. Ahora es un bar, pero a comienzo de los años noventa era la fiambrería de Erich Priebke, el famoso genocida nazi.
                Priebke estaba en Italia cuando la resistencia mató a 33 alemanes que marchaban por Roma. Hitler, indignado, bajó una orden taxativa: por cada uno de los nuestros caerán diez de ellos. Priebke y su jefe inmediato hicieron las cuentas. Seleccionaron unos cuantos presos y, como los números quedaban cortos, se redondeó con judíos. Se excedieron en cinco. Total: 335. Los llevaron a las afueras de la ciudad, los metieron en una mina abandonada y les metieron bala. Luego dinamitaron la entrada de la mina y se fueron a brindar. Fue un 24 de marzo, pero de 1944.
                El guacho se mudó a la Argentina. En Bariloche plantó una familia, se dedicó a instituciones educativas de habla alemana, aprendió el idioma nuestro y vivió bajo su nombre real  por 30 años. Como notó que nadie sabía de su pasado, que todos lo querían, que todos lo respetaban, decidió fundar una fiambrería. ¡Qué guacho!
                En 1994 las investigaciones llevaron las cámaras de televisión hasta él. Dijo, sin pestañar, que hizo lo que hizo pero que sólo obedeció órdenes. En un país que recientemente había otorgado obediencia debida, punto final e indulto, es entendible su reacción. Pero no funcionó. Lo deportaron a Italia, le dieron prisión domiciliaria por su larga edad y murió en 2013 con cien años cumplidos. Su último deseo fue ser enterrado en Bariloche. Nunca se arrepintió. 
                Gabriel sospecha. Si yo le pido una cerveza alemana será por algo. Está aburrido. Le pregunto por Priebke. Ya no está aburrido. Le brillan los ojos. Destapa una birra y la empieza a tomar conmigo. Voy a sintetizar lo que Gabriel me contó con pasión, y con el correr de los minutos, con alcohol.
                Me confirmó que esos micros que se paran en la puerta de Cerro Abajo transportan a europeos y a yanquis que vienen a conocer la fiambrería de Priebke. Ningún tipo va a venir de tan lejos a ver montañas nevadas. Las tienen más cerca. Ellos vienen a ver el paquete nazi. La web está llena (invito al lector a que lo compruebe) de paquetes de turismo nazi en Bariloche para gente del primer mundo. Las estrellas del tour son la supuesta casa de Hitler en los bosques y la fiambrería de Erich, donde bajan, se toman unas fotos y alguna birrita. Los clientes de Cerro Abajo, durante las horas de la siesta, se limitan a turistas sedientos de emociones fuertes.
Me podría haber retirado sin pagar la cerveza. Tan contento estaba Gabriel. Pagué. Y pagué lo que él tomó. Se lo merecía. Me había contado todo. Incluso los planes del dueño para maximizar sus ganancias a costa de esos turistas.
Pero los nazis en Bariloche son el pasado. Los judíos ultra ortodoxo son algo muy actual. Especialmente en el Llao Llao. Esto no sólo me lo contó Gabriel, sino que me lo confirmó extraoficialmente la guía cuando visité las inmediaciones del famoso hotel, además de muchos vecinos de lengua descuidada y sinceridad brutal. Por supuesto, inmediatamente entré a googlear y hasta los diarios de mayor circulación del país hablaron en algún momento del tema. Sin embargo, lo que me contó la guía, una mujer muy seria, no aparece en los medios.
Quizás hayas visto One of US, el documental de Netflix o el de los ultrajudíos que realizaron los judíos ¨normales¨.  Allí podéis comprobar que lo que esta apreciada guía de turismo me contó no es grupo. El machismo, la endogamia, los abusos de todo tipo, la reclusión, la discriminación… Las empleadas, las que sirven las mesas, son seleccionadas con gran filtro. Ellas no son judías; son paraguayas. Deben pasar el período de instrucción que consiste en no mirar a los ojos a un hombre, no pasar por una puerta antes que un hombre, no tocar a alguien ni por casualidad (por cuestiones supersticiosas) , no hablar en presencia de una alta jerarquía religiosa, identificar quién es una jerarquía religiosa, entender que la más baja jerarquía es la de ellas (o sea, todas las mujeres y especialmente las que sirven las mesas) y mucho, mucho más.
Para ahondar más en el tema me metí a leer  Los Lubavitch en Argentina, de Alejandro Soifer.  Las pascuas judías (el Pesáj) se realizan desde 1999 en el LLao Llao. Pero fue en 2002 donde se cerró el acuerdo a perpetuidad para usar las instalaciones en forma exclusiva. Quienes concurren al evento todos los años son como el G20 del Kipá. Gente muy pero muy grosa, como los dueños de los rascacielos más altos de América Latina, los dueños de medios de comunicación globales, los dueños de acciones de grueso calibre, (bah, los dueños) y capos que nunca nos vamos a enterar (averigüen) . Los diferentes grupos ortodoxos (los hay de todos los colores) se fueron instalando en la ciudad y hoy suman una cantidad muy apreciable. Eso sí se nota claramente con sólo darse una vuelta por las calles de Bariloche, la ciudad más paradójica del país. 
Mi amiga Vanina fue por Bariloche y visitó la fiambrería. Me trajo una noticia. A Gabriel lo habían echado. Parece que hablaba mucho. Entonces ahora puedo publicar estas líneas sin culpa. Dos veces no lo pueden echar. Tal vez se tendría que haber limitado a servir las mesas. 

Saga: 
Alguna fuente:
Los Lubavitch:
Sobre los judíos Ultraortodoxos:
Sobre los judíos en Bariloche
Sobre Priebke:
https://www.lanacion.com.ar/1628852-polemica-por-el-funeral-de-priebke
Hay varios videos en youtube del momento en que encuentran a Priebke


domingo, 13 de enero de 2019

Yo sé que me siento mucho más fuerte sin tu amor


El primer recital masivo de rock nacional televisado en vivo para el país y parte del mundo hoy es un tabú. Es peor aún. Cuando se habla del tema brilla el olvido de aquellos protagonistas que coparon orejas ante decenas de miles de personas para apoyar algo que parece que hoy no les queda muy en claro qué era.
Se lo llamó Festival de la Solidaridad Latinoamericana. Fue en el contexto de la Guerra de Malvinas. Tocaron Charly, el flaco, León, Porchetto, Baglietto, Pedro y Pablo, Tarragó, y otros que—por suerte para ellos— nadie recuerda. La entrada consistía en una donación para los soldados que estaban escuchando balas en Malvinas. El festival lo organizó la Junta Militar, claro. Los músicos enumerados, que un poco exageradamente no podían salir de la cama para tocar en el living, se sospecha que vieron una oportunidad de despegar, como un Mirage, y de apoyar a los soldados, como un general, bah, como casi todo el mundo en ese momento. Hoy la versión oficial de los que fueron a tocar es que lo hicieron por los soldados, por la paz y por la patria, no por los milicos. Revisemos…
Por empezar en ese entonces no era un secreto para nadie que la música en inglés estaba censurada. Eso abría un mercado cautivo a los músicos locales que pasaron de estar censurados a lucrar en el centro del escenario.  Tampoco era un secreto que desde el año anterior—1981—el gobernó militar de Viola había aflojado un poco la corbata y que luego a  Galtieri volver a anudarla le costaba horrores, y que esa exigencia de apertura que la sociedad venía demandando se satisfacía ampliamente con este recital. En una línea: era obvio para todos que el gobierno había levantado la censura (a los locales). El gobierno se encargó de manifestarlo de mil maneras para que hasta el último boludo entienda que, además de choborra, Galtieri era un buen tipo. (Recuerden que sólo un año antes habían entrevistado en TV a su antecesor Viola tomando un whisky ¡para dar a entender que el tipo tenía calle!)  Y por último, la asociación entre Rock, juventud y soldados, que hoy parece un chiste de Capusotto, estaba más que clara: clarísima. Hasta el último imbécil la entendía. No olvidéis que la idea de regenerar la juventud era un pilar en la dictadura. Había jóvenes desaparecidos que habían matado argentinos y jóvenes de la nueva generación que iban a matar ingleses por amor a la patria, que además estaban dentro del ejército argentino. Fue un mensaje que se bajó desde arriba y se compró desde abajo con euforia. No por nada, cuando en el Festival Pedro y Pablo cantaron La gente del futuro, el público enloqueció.
Pero estaba todo guionado. Ahora dicen que lo hicieron por la paz. Okey. Bueno sería recordar los discursos de Galtieri durante la guerra. Están toditos en el youtube. El tipo remarcaba permanentemente que Argentina quería la paz desde el primer momento del conflicto. Estaba claro que la guerra era imposible en esas condiciones y con enemigos tan formidables. Por supuesto, todo el mundo recuerda lo de ¨si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla¨. Pero en ese mismo discurso dice que somos muy pacíficos y era sabido por todos, y por todos los que estaban en el recital, que tomamos Puerto Argentino sin tirar un tiro por órdenes expresas del presidente (Ellos si tiraron y mataron al Capitán Giachino y todos los medios se encargaron de recordar que el primer muerto era un oficial). Eso que estaba tan clarito entonces hoy se lo comió el olvido. No por nada en el recital los músicos repetían el slogan: ¨estamos peleando por la paz¨.
Algún copado subió al youtube el recital entero. Hay joyitas. Tal vez las mejores sean las palabras del flaco Spinetta: Aclara que ¨esto es la juventud argentina¨ y pide un aplauso para  Javier Martinez, un músico ausente esa noche ¨que ustedes quieren mucho¨ y que ¨está presente moralmente¨  porque ¨ tuvo la idea de hacer este festival antes que lo sugirieran las autoridades¨. Y pide que al terminar el recital ¨ todos salgamos en orden demostrando lo que hemos aprendido¨. Al menos es enigmático, ¿no? No hay ningún rasgo de ironía en esas palabras. La periodista Graciela Mancusso apunta, muchos años después, con incomprensible orgullo, que esa noche ¨no había ni ambulancias ni seguridad¨. ¿Se coparon los milicos?
En este recital, realizado en Obras, a escasos metros de la Escuela de Mecánica de la Armada, no deja de ser emotivo, más hoy que ayer, cuando Porchetto cierra con ¨Algo de Paz¨, el himno de la noche. Ese era, a pesar de la manipulación desde arriba, un grito real, paz en todos los sentidos. Porchetto dirá años después que le pidieron que no la toque. Bueh. Quiere la memoria popular que el tema más importante de la noche fue ¨Solo le pido a Dios¨ de León Gieco, otro tema por la paz que había escrito el intransigente músico a raíz de la inminente invasión de nuestro país a Chile en 1978, canción censurada porque los que debían pedir paz, y la pedían, eran los chilenos. ¿Hace falta recordar que en ese recital de Obras todos tenían muy presente que la guerra con Chile la paró el Vaticano y que el tema de Gieco le pide a Dios? Piensen. En fin, Porchetto era Gardel, a León mucho no lo tenían. Porchetto, derramando amor con ese tonito indescriptible, fue la frutilla del postre. 
Con el tiempo León se arrepintió sinceramente, sin muchas excusas. Los otros tienen muy mala memoria. Es bueno recordar a Virus. Ellos no fueron. Los Moura tenían al hermano mayor desaparecido. Aunque queda la pregunta—fácil de contestar pero que no la he escuchado—de por qué los milicos invitaron a la fiesta a los familiares de un desaparecido. Y mejor es recordar a Los Violadores. Ellos no fueron porque se dieron cuenta de todo y aconsejaron a los que sí fueron a no ir. Merecen nuestro respeto.
Por mi están todos perdonados, son humanos. Pero resta un verdadero homenaje a Los violadores y a Virus. Tal vez un Festival de Rock. Esta vez sí por la paz. ¡Uno, dos, ultraviolento!

Alguna fuente:
Recital completo con reportajes precios al recital:
Documental:



sábado, 12 de enero de 2019

Marley o las ballenas


Cuando el billete nació era una rareza. Piensen que no había en las casas tele ni  revistas ni nada que reprodujera imágenes con profusión. La gente se detenía ante los monumentos porque eran singularidades del paisaje urbano. No es que fueran escultores. No había nada mejor para mirar. Y, además, la gente creía en la verosimilitud de aquello que veía. Y en eso apareció el billete con sus rostros para poder distraer la mirada.
Los primeros billetes argentinos tuvieron el rostro de San Martín, de Belgrano y de gente que estaba muy viva, como Sarmiento, Mitre o el presidente en ejercicio, Julio Argentino Roca. Había que formar la nacionalidad, defenestrar los localismos, dar a publicidad a los iletrados, que eran mayoría, sobre quiénes eran los que mandaban. (Una práctica desde las primeras monedas) A su vez, el analfabetismo llevaba a billetes de muchos colores  para aquellos que no sabían leer ni los números.
Con el correr del tiempo y la alfabetización acelerada que propiciaron aquellos prohombres que aún dominan los billetes, las mayorías continúan atendiendo a los colores, no así a los rostros. Las caras de los que mandan están hoy en soportes más copados, como la tele o el Facebook. Entonces yo me pregunto cuál es el problema de poner ballenas y no recuerdo que otros animales en los billetes. Cierto que es parte de una ideología de quienes gobiernan (y no de una desideologización, como quieren imponer los que gobiernan). Pero yo no veo nada malo en ello.
Cristina había logrado imponer a Evita. Fue una reparación histórica, como en su momento  lo fue la inclusión de Rosas. Pero esto sólo lo saben tres o cuatro pelotudos del círculo rojo (entre quienes me cuento), que además se suelen indignar (entre quienes no me cuento), y que además ladran durante horas sobre temas que no dominan y sin sentido histórico, (los odio). Hoy basta con saber qué opina alguien sobre las ballenas para deducir de qué lado de la grieta está el muy pelotudo, pelotuda o pelotude. Porque es claro que no están hablando de los billetes ni de los rostros que estos sostienen sino de qué cuadro son hinchas.
Sépanlo: la gente odia a Mitre y a  Roca. Mucho más odian a Belgrano y a San Martin. E infinitamente más a Sarmiento.  Es la consecuencia de una educación pavota, repetitiva, predecible, insoportable, con héroes intachables. Para contrarrestar esto  en los últimos años se ha levantado una historia en el aula que habla de los silenciados por la historia oficial, una historia que se basa en la grieta. Pero en una grieta que también es estupidizante, donde un tipo como Roca que logró introducir en el país unos 4 millones de inmigrantes sea enseñado como quien odiaba la inmigración por la Ley de residencia, o que la historia la escriben los que ganan omitiendo que la mayoría de los caudillos eran analfabetos (o que Hitler perdió). La historia la escriben los que saben escribir y Sarmiento y Mitre eran escritores sublimes. Enseñarles a los pibes que saber escribir te da poder sería un buen camino. Si, saber es poder.
Arrimémonos al pibe que maneja el atmosférico e intentemos ilustrarlo sobre quién fue Sarmiento y veremos la reacción que se suscita en su rostro. Luego probemos con Marley o Tinelli. Yo no veo nada de malo en que haya ballenas y ciervos en los billetes. Podría ser peor.





jueves, 10 de enero de 2019

De cómo lograr que la gente suba las escaleras de Duchamp



El Museo de arte moderno de Filadelfia, fundado en 1876, tiene, entre otras maravillas, un popurrí de las estrellas del cubismo, celebridades francesas del XIX,  loquitos como Van Gogh y el archifamoso Desnudo bajando una escalara de Marcel Duchamp.
A cien años de su fundación, en 1976, Sylvester Stallone filmó la excelentísima Rocky, cuyo escenario más famoso es el Museo en cuestión y más precisamente las escaleras del mismo, que sube cuando entrena y que seguramente todos hemos visto.
Stallone, en una escena de alguna de las sudadas secuelas, plantó una estatua semidesnuda de él mismo (bah, de Rocky) en la cima de estas escaleras, vale decir en la puerta del Museo. Luego donó la discutible obra de arte a la institución. Duró poco. La barrieron a unos 100 metros, a un costado, escondidita entre ensombrecidos árboles.
Se quiera, o no, Rocky es sinónimo de Filadelfia. La inmensa cantidad de gente que se congrega frente a la estatua para sacarse una foto, o la que hace unos cien metros para subir las escaleras del museo, no ingresa a ver el desnudo de Duchamp.
Tiene razón Stallone. La soberbia, mata. Por favor, acepten el regalo, metan el adefesio en el interior del museo y estimulen de esa manera a que las masas se den una vuelta por las buenas obras de arte. Las mayorías no van al Louvre porque aprecian La Gioconda. Van porque es famosa.

Fuentes:

Para el monumento a Rocky:


La Gioconda de Duchamp