domingo, 30 de octubre de 2011

Adorno en Auschwitz

Adorno en Auschwitz

Theodor Adorno quizás, espero, no haya dicho esa celebrada y tonta frase que reza “¿Se puede hacer poesía después de Auschwitz?” De seguro la frase la sacaron de contexto. Se debe tratar de un verso, y como tal creo que lo toman los más irracionalistas. Una oración con fortuna. Y qué decir de Primo Levi, que compuso la mayoría de sus poemas después de salir de los campos de exterminio.
Lo sospecho por más de una razón. Por empezar, un filósofo no puede estar atrapado en su tiempo. No puede suponer que su mundo es el único posible. No puede desconocer la amplitud humana en todas sus formas, así como la sana capacidad de la ignorancia para olvidar.
Por otra parte, y solo pensar en el siglo de Adorno, el genocidio armenio o el Holodomor, palabra prácticamente desconocida por acá, y que remite al exterminio de millones de ucranianos en los años 30, ¿no tuvieron también una metodología de maquinaria industrial abocadas al exterminio, en tanto se planificaron masiva y pulcramente? Solo un pensamiento centroeuropeista como, quizás, el suyo pudo estar ciego a lo que se avecinaba. Lo de Ucrania y lo de Armenia se daba a la vuelta de la esquina como quien dice. ¿Cuántas veces se pronunciaron sobre estos particulares los irracionalistas filósofos vieneses que frecuentaba Adorno en esos años anteriores a la guerra? Si lo hicieron, no fue en voz alta. Si, verbigracia Rudolf Carnap, se hubiese atrevido a decir “Ucrania es la música que no se puede soportar”, o alguna sandez semejante, lo hubiéramos sabido. Hubiéramos tenido la repercusión asegurada.
“Después de Auschwitz no será posible la poesía”, esa parece la frase literal de Adorno. La especificación de la frase escasea notablemente en Internet. Pero lo más raro es que no haya comentario sobre su condición de judío. Y más grave es que, salvo contadas excepciones, no hay referencia a su cambio de apellido. En Adorno, de esta manera, se da la siguiente paradoja: tácitamente se quiere olvidar su judaísmo, pero más tácitamente se pretende olvidar que acaso renegó de él. Y yo creo que el famoso aserto que comentamos es el motor de estas deliberadas omisiones.
¿Por qué se le da entidad a cualquier rebuznada que salga de un gran filósofo, cuando ni siquiera los burros dicen cosas semejantes? ¿Por qué hay oídos para Adorno y no para Ernst Nolde? En fin de cuentas, Adorno, el músico, quizás no haya dicho lo que dicen que dijo.

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