domingo, 30 de octubre de 2011

La resistencia francesa

La resistencia francesa.

Se sabe—se debería saber—que los alemanes, a pesar de ser considerados casi como sinónimos de guerra y de haber donado la mayor cantidad de palabras que refieren al tema en las lenguas indoeuropeas, no son los más competentes en la materia. Perdieron casi todas las guerras. No obstante, ellos cargan con ese legado y los países aliados siguen sus caminos como blancas palomas de la paz. Debe ser el castigo que tienen los alemanes por sus derrotas.
Se sabe—se debería saber—que la resistencia italiana o rumana fue mucho mayor que la resistencia francesa, que fue la resistencia pusilánime por excelencia. Sin embargo, la historia francesa fue la mejor escrita de todas, y ahí van todos los obsecuentes del mundo repitiendo que la resistencia gala es, no ya la mejor, sino incluso la única.
¿Por qué estas cosas que se deberían saber no se saben?
Evidentemente los intelectuales de todas partes tienen un costado de la inteligencia sin uso, que es ese que les compete a los buenos filósofos, el que permite ir un poco más allá de la superficialidad.
Tomemos el tema de la resistencia para demostrarlo. A primera vista me pareció lamentable al descubrirlo, y al unísono, tuve un sentimiento de satisfacción por haber aprendido algo nuevo y revelador. Instintivamente me indigné con la intelectualidad francesa pero, como me precio de tener el imprescindible costado filosófico, sometí a la duda ese juicio primero—o segundo, según como se mire—. Los nazis no tuvieron que destruir ciudades como en Polonia, no tuvieron que bombardearlas, como en el Reino Unido. Los parisinos les abrieron las puertas. Y con las puertas de Paris las de toda Francia. Los hicieron pasar por el arco del triunfo. Después supieron esperar. Y a su debido tiempo los invasores se fueron. (Y si hubiesen prendido fuego a la Ciudad Luz  ese acto sólo reflejaría la impotencia del que se va, no del que llega.) Razonándolo fríamente quizás los franceses hicieron bien los deberes. Incluso demostraron, sin querer, que el mundo de las letras es más poderoso que el de las balas.
Afortunadamente la ciudad no ardió. Sino quién hubiera soportado a los franceses. 

                                                                                              Enero 2010.


No hay comentarios:

Publicar un comentario