domingo, 30 de octubre de 2011

Una estúpida medida del gobierno. (Cuento)

 Una estúpida medida del gobierno.

Héctor Toloza fue parido a la sombra de un ombú en la localidad bonaerense de Castelar. Sus padres fueron agrimensores, pudiendo tener la dicha de aunar el amor por la profesión y el amor espiritual. La dicha paterna no fue dada en herencia. Héctor fue hijo único y tuvo una vida sumamente desgraciada que comenzó con el extraño parto a la sombra de un árbol. Las fatalidades se sucedieron: muerte violenta de los padres cuando aún era niño; difteria contraída en un río cuando aún era niño; pérdida de un ojo en una riña cuando aún era niño, muerte de su mascota—un vulgar gato—cuando aún era niño. Enamorado de su profesora durante la adolescencia, ella le enseño el placer de la lectura y lo inclinó, sin esfuerzo, hacia la escritura, arte que llegó a dominar magistralmente. Pero ni siquiera su naciente estrella pudo ganar el amor de la docente y mecenas, quien se casó con su peor enemigo, solo por experimentar el placer de verlo sufrir. Héctor vivía en la pobreza más absoluta y ya todos en el país se sentían un poco culpables por ello. No podía ser que el escritor más prestigioso comiera salteado, pidiera limosna y vendiera su sangre para vestirse. No se permitía escribir un éxito, de modo que lo que hacia era consumido por unos pocos. Y todo esto era escrito en las condiciones más viles: bajo un puente, bajo un cartón o simplemente bajo la tormenta. Se tomaron medidas. Héctor recibió un subsidio gordo a perpetuidad. A partir del 27 de diciembre de 2019 cobraría lo suficiente para vivir, e incluso para ahorrar. Héctor Toloza se compró la mejor ropa, la mejor casa, la mejor comida, y ya nunca volvió a escribir.
                                                                                              Diciembre 2009.

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