lunes, 31 de octubre de 2011

CARTA NATAL

CARTA NATAL. (El método de la astrología.)

            Sofía vivía más allá de las nubes... en Saturno. De esto se enteró por los 20 años, cuando una astróloga le pidió su dirección... en el tiempo: 30 de marzo de 1974 a las cuatro menos cuarto de la madrugada. En ese momento había venido al mundo, a este. Sin embargo, la carta natal le marcaba aquel planeta adornado por anillos, el cual tuvo la imprudencia de pasar por aries aquella mañana, condenándola a ser altiva, voluntariosa, cobarde y un sin fin de cosas invariables en virtud de la casualidad.
            También era inocente y crédula, y llevaba ambas cosas con altivez, porque el inocente no se apercibe de ello por su misma condición, exactamente al revés del hombre sesudo. Toda su personalidad la llevó al cultivo de la astrología, de la que vive desde hace 20 años. __A decir verdad, no había mucho que cultivar, el libreto era siempre el mismo, lo que cambiaban eran los clientes, que los tenía en buena cantidad.
            El primer problema serio se presentó cuando cambiaron los planetas. Recordará el lector que a mediados de este año (2006) los astrónomos decidieron que Plutón no merecía ser considerado como tal, y eso repercutió notablemente en el mundillo de la astrología. Sofía no sabía como explicarle a sus clientes, que casualmente habían ganado la vida bajo el ascendiente de Plutón, el motivo por el cual no devolvía la plata cobrada bajo el ascendiente de una astronomía que ahora se revelaba.
El segundo problema se lo tiró cierto cliente, particularmente locuaz, que la contrariaba con preguntas razonadas. ¿Por qué una materia que nació en próximo oriente (en el hemisferio norte) nos va a servir de algo? ¿Por qué, si el hemisferio boreal y el austral presentan configuraciones estelares tan diferentes vamos a guiar nuestra vida por el hemisferio que no nos corresponde? ¿Por qué  no reconocer que las estaciones, que tanto divergen según los hemisferios, cobran probablemente mayor importancia en el parto que  el tránsito de Saturno o de Plutón? (En otras palabras, por qué no reconocer que nuestro planeta nos gobierna más que los otros.) Esta persona evidentemente renegaba de la astrología rotundamente, pero acaso por mera curiosidad o por aburrimiento o porque Sofía no era fea,  pasaba algunas horas a la semana escuchando delirantes inferencias sobre los planetas y sobre la trascendental influencia que estas magistrales creaciones de la naturaleza tenían en él, donde no veía más que chamullo -- en todo; en la astrología, en él y en el universo--.Quizás estaba admirado por  cierta hermenéutica de base que practicaban los expertos en la materia. Mercurio y Marte se alinearán indefectiblemente el  11 de octubre de 2040, la única casualidad es que alguien nazca en ese momento.  El cielo es un reloj complejo, y hay que ajustar las almas a  tan admirable mecanismo, aunque sea por humana debilidad. Pero, por más placer que encontraba en engañarse...
El problema mayúsculo se le presentó cuando un célebre aldeano sin partida de nacimiento la consultó así: “No tengo idea de la fecha y mucho menos de la hora en que vine al mundo. Quiero que en el transcurso de un año pueda determinarlo” Sofía se aplicó al estudio de este anciano cuya celebridad descansaba en gente ignorante que afirmaba que superaba los 110 años. Tejió la personalidad del viejo por diversos procedimientos; diálogos de diván, registros fotográficos, entrevistas con gente que lo había frecuentado, estudios históricos. Un tercero la había tentado con una buena suma de dinero, y además era un desafío profesional ineludible. Técnicos de otras ciencias – las de verdad –, liderados por la medicina, no quisieron permanecer ajenos a esto, y comenzó una ridícula carrera. Los de verdad no pudieron decir nada sobre el caso. Apenas una vaga especulación que ponía la edad del viejo en noventa y nueve o cien, una cifra decepcionante.  En la otra vereda, Sofía, después de dar a publicidad su ingente investigación con el deliberado propósito de justificar sus conclusiones, buscó el itinerario desarrollado por los planetas ciento diez años atrás. Sus resultados fueron concluyentes; el anciano había nacido el 8 de octubre de 1896 a las 9 y cuarto de la mañana. Tamaña precisión aseguraba que su trabajo fuese inapelable. Por otra parte, le estaba dando al público lo que este esperaba, así como una buena cantidad de ventas a los medios de comunicación, y por sobre todas las cosas, algo que ella misma ignoraba: un buen ejemplo de lo que muchas veces sucede en el mundillo de la ciencia, la de verdad, cuando intentan reproducir el mecanismo de los astrólogos y de los planetas, por medio de aparatos conceptuales que indefectiblemente llevarán a ciertas conclusiones que serán inapelables, cuando en realidad lo único inapelable es el método. Y en este sentido podemos decir que la astrología es una ciencia, en tanto se trata de una materia higiénica que hace drenar los procedimientos peores de la verdadera ciencia.



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