jueves, 27 de octubre de 2011

El abismo y la crítica

El abismo y la crítica
(un argumento, dos argumentos, tres argumentos...)

Este fue el artículo escribí pensando en una obra futura, que resultó ser Los Ineptos, y que pueden encontrar en este blog. Supongo que también intenté hacer una crítica de la crítica literaria, pero ya pasó tanta agua bajo el puente que no puedo recordarlo...
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En un futuro no muy lejano habrá clonación de seres humanos. Eso será así quiera o no quiera usted, quiera o no quiera yo, quiera o no quiera aquel. La novedad preocupa. Y yo me ocupé de ella dedicándole un argumento de ciencia-ficción, que es el género literario de quienes damos una calurosa bienvenida a todo tipo de novedad.

Un sector de la sociedad, que podríamos definir como progresista, reclama la anulación de las leyes de clonación humana y de ingeniería genética. Profetizan que los nuevos adelantos serán monopolizados por las clases altas. Los católicos también resisten el progreso científico por entender que eso constituye una injerencia del género humano en cuestiones divinas. Ninguno de los dos sectores es escuchado.
La especie se va diferenciando progresivamente entre los más aptos y los menos aptos, discriminados según la información genética que porten. Los llamaremos, respectivamente, aptos e ineptos. Los aptos son concebidos desde la gestación con la información genética apropiada para sobreponerse a todo tipo de enfermedades y para mostrar inclinaciones “naturales” (o sea, genéticamente predeterminadas) hacia actividades elegidas por sus padres. Así, tienen una expectativa de vida muy larga y sana que, según la configuración genética, dedican a las letras, las músicas, las ciencias, los deportes, el alcohol o la prostitución, inmunes a las ya sabidas ‘contraindicaciones’ sociales que involucrarían estos últimos tipos de vida. Tienen una existencia casi ideal, según el deseo de sus padres, y mostrando ser excelentes en todo aquello para lo que han sido “diagramados” previamente. La posibilidad de asegurarse una descendencia apta es exclusiva de las clases privilegiadas, y por lo tanto es un privilegio. Sus hijos serán profesionales, famosos y famosas, grandes sementales o bellas mujeres, pero, antes que nada, serán ricos. Ellos poseen el monopolio del capital económico, simbólico, intelectual y político de la sociedad. Ellos son la sociedad, aunque no son los únicos que la forman.
Los ineptos ocupan los peldaños más bajos de la pirámide social. En el mejor de los casos están ocupados en el sector servicios, y en el peor como obreros no calificados. Eventualmente se dedican al alcohol o a la prostitucción, pero el alcohol es malo y las prostitutas – de cualquier sexo-- baratas, no pudiendo solventar económicamente estos placeres por mucho tiempo y por baratos que se presenten. Como no están predeterminados genéticamente son vulnerables a un gran número de enfermedades y tienen una esperanza de vida incierta, que se ajusta a los patrones fortuitos de la naturaleza; más o menos como en el caso suyo, como en el caso mío, como en el caso de aquel. Sus vidas no difieren mucho de las nuestras.
Los aptos son una clase heterogénea formada, entre otras cosas, por gente de todas las razas, de la misma manera que en nuestros días hay ricos blancos y ricos negros. Empeñados en defender sus privilegios recurriendo a todos los resortes del poder, los aptos blancos logran convencer a los ineptos de que los causantes de todos los males sociales son los negros aptos, quienes, a su vez, defienden esta mentira con el deliberado propósito de ocultar a los ineptos las verdaderas razones de la opresión, resguardando de esa manera los intereses de su clase, o sea de la totalidad de los aptos.
Los sometidos paulatinamente creen tomar conciencia de las causas reales de su sometimiento y, en primera instancia, eligen la vía racional de las consignas, reclamando para sus hijos la condición genética apta. “Aptitud para todos” (De esta manera se invierte el reclamo inicial de la obra.) La protesta es encabezada tanto por los sectores progresistas como por los sectores de la Iglesia. Pero los dirigentes de ambos sectores son aptos, aunque reclutan a sus miembros entre los ineptos. 
 Los ineptos no tienen posibilidad alguna de ascenso social, están condenados a servir a los aptos. Aspiran, como mucho, a una burda medianía o un tibio bienestar, al que sólo pueden acceder con la ayuda de alguno de sus superiores. No pueden ejercer cargos públicos o jerárquicos, pues ridículo sería encargar tareas responsables a personas de genética dudosa cuando hay contingentes enteros de aptos genéticamente predeterminados para cumplir específicamente esas tareas de manera más que idónea.
Los ineptos finalmente comprenden su verdadera condición. Entonces empiezan a buscar formas alternativas de ascenso social. En un principio la única posibilidad de ascenso social descansa en el matrimonio mixto y se realiza plenamente con la obtención de un hijo en común, que, lógicamente, formará parte del grupo apto. Estos últimos promueven cierta cantidad limitada de matrimonios mixtos con la idea de contener la enconada lucha social de los ineptos.
La estrategia no funciona. Con el tiempo, la descendencia de los matrimonios mixtos demuestra no ser óptima en cuanto a su aptitud. Los ineptos, acorralados, deciden  utilizar tácticas terroristas que constituyen un atajo o una variante al matrimonio: la violación masiva. Lamentablemente esta práctica no fomenta el incremento de los matrimonios y, a decir verdad, sólo contribuye a anatematizar entre los aptos todo debate interesado en superar el abismo existente entre los dos grupos humanos. El terrorismo es reprimido cruelmente.
Con el tiempo, con los siglos, con la diferenciación genética cada vez más acentuada, las escasas violaciones permiten comprobar que no pueden dejar hijos en común. Ya constituyen dos especies diferentes, como el hombre y el mono.  Los aptos fomentan el “amor’ entre las dos especies humanas, pues “no hay que olvidar al pobre y al débil”. Por supuesto, este discurso es hijo de las circunstancias, dado que ya no hay temor a la contaminación genética de un grupo por otro.

En un momento compuse Amor siniestro. Consiste en una obra que creé deliberadamente mala con la intención de demostrar que los críticos (yo fui mi propio crítico en esa oportunidad) pueden celebrar las estupideces más acabadas, con la sola condición de que esas estupideces sean pensadas en función de los críticos. En ellos mismos pensé al escribir este argumento. La diferencia es que en este caso la obra dista –distaría-- mucho de ser mala. Y digo “distaría” porque sólo se trata de un boceto a desarrollar.
Pero lo que me importa ahora es precisar las virtudes y ventajas que, ateniéndonos a esta base argumental, podría tener una obra de este tipo, y que son muchas.
Por empezar voy a señalar como confeccioné la estructura, que es más hija de la picardía que de la genialidad (o sea, que es más hija de la vagancia que del trabajo.).
Hay dos grupos enfrentados y un abismo que los separa. Eso es todo. El resto es tender muchos puentes para intentar superar el abismo, infructuosamente. Luego los críticos se encargarán de poner orden en ese caos. No es una tarea difícil, pues los puentes, por numerosos que sean, están tendidos sólo entre dos orillas, entre estos dos grupos antagónicos. ¿Me pregunta cuales son esos puentes?
El argumento esta especialmente pensado para seducir al crítico. El crítico, en su miopía, gusta de ver referencias al presente cuando la obra es contemporánea, lo cual lo hermana con el periodista. En este caso las referencias son múltiples. Tenemos: lucha de clases, lucha de sexos, terrorismo, darwinismo social, manipulación política, determinación paterna del futuro de sus hijos, religión, racismo, apelación a la moral, etc (que no son otra cosa que los puentes tendidos sobre el abismo).;  todo esto sublimado decentemente, como requiere el arte. Una sucesión de argumentos que se imbrican para formar una historia simple Por supuesto que la obra exhibe explícitamente otros  temas candentes como la manipulación genética, es más que obvio decirlo. También cuenta con la posibilidad de seducir al neófito con el tema de la violación, (que puede ser todo lo candente que se quiera, pero que en la obra sólo representa una alegoría.)
Estas son las herramientas con las que cuenta el crítico. Para demostrarlo, voy a proceder a realizar, como aquella vez, la crítica de mi propia obra, con la sutil diferencia de que, en este caso, la obra se la debo.
Bueno, pensándolo bien, le dejo debiendo también la crítica.

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