domingo, 30 de octubre de 2011

El registro del alma según el Jazz.

El registro del alma según el Jazz.
(Y la extraña alma de John Coltrane.)

El Mp3, el Torrent y todos sus derivados son una revolución que coloca la casi totalidad de la música al alcance de todos. Quienes defienden el derecho de autor, y no solo en lo que respecta a la música, están atentando contra la humanidad en su conjunto, osea, contra la posibilidad del placer ilimitado por parte del mayor número de personas.        
Claro que esto tiene sus bemoles. La mejor arma oculta que tienen estos oscurantistas esta, paradójicamente, en las mayorías. En efecto: teniendo todas las músicas a su alcance, la gente solo se aviene a bajar de la Red a Joaquín Sabinas y a Ricardo Mantaner. El resultado es que esta masa no percibe- o no puede percibir- la enorme amplitud cultural que se les ofrece pianissimo, para regodearse en aceptar lo que se les da en el tutti.
Sin embargo, no se puede negar que semejante oferta cultural tiene sus idas y sus vueltas, sus bemoles y sus sostenidos.
Hasta hace unos años yo era un conservador total. El mercado me obligaba. Si disponía de unas monedas no iba a desperdiciar esa poca plata en comprarme un disco que no sabía si me iba a gustar. En consecuencia iba a lo seguro. Si por casualidad descubría a Al Di Meola, me compraba 12 discos del tipo. Osea que pasaba todo un año solo para conocer al gran guitarrista- o solo para no invertir mal la poca plata.
Pero lo bueno de este sistema era que uno llegaba a conocer en profundidad a un artista. Ya era un miembro de la familia. Uno se sabía de memoria cada línea del pentagrama, los defectos del arte de tapa, quien era el productor, la duración de cada uno de los temas. Digamos que el inconveniente era que el tipo pasaba a ser el jefe de la familia, y ya no teníamos opción: o comprábamos un disco de él, o nos íbamos de casa.
Pero la ventaja que hoy tenemos tiene una desventaja. No hay música de relieve que se pueda digerir en una sola audición. Y esto es especialmente evidente y polémico en el Jazz, particularmente en el Free Jazz, el Bebop y todas esas tendencias que privilegian la improvisación.
Hay algo que la Web no va a poder solucionar. El Jazz se basa en la improvisación y las grabaciones se basan, valga la redundancia, en un registro. Miles Davis pudo improvisar todo lo que quiso en su disco de 1959, pero su celebridad son más de 50 años de reproducciones, repeticiones exactamente igual de cada una de sus notas. Esto puede ser genial para bautizar al trompetista con nuestro apellido, para que viva bajo nuestro techo. Pero a mi no me gusta Miles Davis.
Tampoco me convenció de entrada John Coltrane, a quien bajé hace un mes. No es que no me gustara, pero sus solos, llenos de brillo, me parecieron arbitrarios como los de Davis. Pero escuchando esa obra maravillosa llamada A love supreme, en la versión en vivo un par de veces, empecé a descubrir que esas improvisaciones tienen una férrea estructura, ostinatos, simetrías,  una memoria prodigiosa para repetir hasta los errores de embocadura. (Puede perdonárseme alguna burrada, pero algo de eso seguro que hay.)
Hoy puedo estar seguro que sólo con el auxilio del registro he podido develar el alma que John Coltrane destila en sus improvisaciones. Un alma muy peculiar (¿cómo las son todas?) También debo agradecer a La Web y su increíble oferta cultural el hacer a Coltrane un miembro más de mi familia, uno de los tantísimos miembros  que tiene mi casa.
PD: debería hacer con mis escritos lo que hago con la música. En el apuro por escribir, por ceder la compu., a veces ni me leo.
PD2: Me hubiera gustado escribir sobre la diferencia cualitativa de la improvisación en la escritura, en la pintura y en la música. Pero espero saber un poco más sobre el tema.
PD3: Por un momento pensé escribir in extensum sobre la improvisación y su relación de inmediatez con la música. Pero para que eso no sea pura retórica es imprescindible contar con un alto vuelo, y no quise arriesgarme en descubrir si lo tengo o no lo tengo. Schopenhauer tiene unas páginas al respecto. Es un pionero en la materia, pero tiene menos vuelo que una cucaracha.
                                                                                              Marzo de 2010

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