jueves, 13 de octubre de 2011

Artículos

Artículos.

            “La argentina”, más que un eufemismo, es un modo un tanto anacrónico que llama la atención. Antaño acostumbrábamos a hablar de “la Francia”, “la Gran Bretaña” y simplemente de “Argentina”. Por una oscura razón hemos incurrido en un enroque lingüístico, limitándonos a usar  el artículo sólo cuando se trata de nuestro país. ¿Será una forma inconsciente para diferenciarnos del resto del mundo?
El último estado al que invariablemente le endosábamos un artículo ya no existe: la Unión Soviética. En este caso era casi necesario por una necesidad eufónica (o sea, de que sonara bien), pero en nuestro caso, “la Argentina” tiene un principio de cacofonía (feo sonido) con ese maridaje entre las dos ¨a ¨. podría ser lícito como cuando nos referimos a “la Alemania de Hitler”, para referirnos a una Alemania entre otras. En fin, en la Argentina de Perón esto no pasaba.[1]
A pesar de lo dicho, debo reconocer que prefiero la forma “la Argentina” porque al oído de los otros latinoamericanos nos hace especiales – ellos también han aprendido a usar el artículo cuando nos nombran  -- Puede ser este el motivo inconsciente (o incluso la razón inconsciente) del empleo del artículo.
Pero hay algo más pernicioso en el gusto que mantenemos por las palabras. Hemos desterrado el posesivo “nuestro” por “este”. Políticos, periodistas, chimenteros del espectáculo e intelectuales han adoptado esta llamativa costumbre. Ya no es “nuestro país”, sino “este país”, casi como dándole la razón al mexicano Carlos Fuentes cuando decía; “nosotros descendemos de los Aztecas, los peruanos de los Incas y los argentinos de los barcos”.  El uso del pronombre, de alguna manera, nos hace menos argentinos y más ciudadanos del mundo. En especial son los periodistas y los políticos los que más incursionan en esta aberración del lenguaje, como poniendo una distancia entre el país y sus habitantes, (y hasta es probable que entre ellos y los habitantes.) Porque “este país” es utilizado con mayor frecuencia cuando el tema tratado es desagradable, como un hecho de corrupción, y con la aspiración de que nadie note que se está hablando de nosotros mismos, como cuando se denuncia un hecho con la condición de permanecer en el anonimato. El problema es complicado. Lilita denuncia “porque en este país donde en los noventa…”, un hijo de los noventa como Yoma le contesta utilizando la misma forma, y el único que termina ganando es Mariano Grondona, que con sabiduría de seminarista habla de “nuestro país”, conquistando todos los corazones.
            De todas maneras, como los usos del idioma no están sujetos al diccionario ni a la razón, sino al tiempo y al sentido común, es evidente que todo lo dicho en este artículo está condenado al fracaso y a la impertinencia.





[1] El problema es que en otro tiempo se empleaba “La Argentina de Perón” como concesión de propiedad.

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