domingo, 30 de octubre de 2011

Buzzati

Buzzati. (Reflexiones sobre su lectura.)


Los siguientes cuentos de Dino Buzzati los pueden encontrar en ciudadseva.com  . La verdad que fue todo un placer leerlos, y una sorpresa.

Algo había sucedido: En mi cuento A mi lado, ya exploré eso de un final abierto en todos los sentidos, y extrañamente el mío también transcurre en un tren. Y, extrañamente, el mío es, también, un pésimo cuento.

El asalto al gran Convoy: ¿Borges habrá leído este cuento apasionante? Ante tan buena historia sobran las palabras. Pero me hubiese gustado que el muchacho, muerto de miedo y desilusionado con Planetta, lo hubiese matado. Que el estampido de ese tiro hubiese despertado los fusiles de los custodios del tren, quienes finalmente hubiesen matado al muchacho. En el otro mundo se reencontrarían Planetta y el muchacho, viajando en un tren lleno de oro, camino a la eternidad.
Pero la verdad que tengo que cortarme la lengua, porque el cuento, así como está, es perfecto, insuperable.

El colombre: ¿El muchacho es Moby Dick? ¿El Colombre es el capitán Achab? ¿El padre del muchacho es un capitán Achab cobarde y medroso? Al igual que en la obra de Melville el bicho es algo así como Dios. En este cuento como en el anterior, Buzzati me parece que pasa sin solución de continuidad de la realidad más diáfana a la fantasía más retorcida. El último párrafo es alucinante.

Extraños nuevos amigos: Con la misma temática, supera holgadamente A puerta cerrada de Sartre. Acá también el infierno son los otros. Pero en este caso está más sugerido que en la del francés. (Busqué cual fue escrita primero, infructuosamente. ¿Se habrán leído?) A esta altura el tema escatológico parece una constante en Don Dino. También no puedo dejar de notar su ausencia de humor. ¿Es un chiste lo de esos innumerables sirvientes en el Paraíso que supone el protagonista, o el de los peónes que se llevan al Buchón? Creo que no. Pero los sirvientes, los peones y el Buchón me hicieron reír. Yo creo que el mismo Buzzati se hubiese – a esta altura, se está— sorprendido de mis carcajadas. Relato maravilloso.

La capa: redundante, obvio, con ese culto al aburrimiento tan de moda en el XX. Parece que quisiera transmitirnos un sentimiento. Tiene música, sin duda, pero ¿no era más interesante saber que iba cumpliendo su última voluntad de entrada? Así, el cuento ganaría en angustia. Se abriría la posibilidad remota de un milagro que nunca llegaría. Me explico: Si ponemos el final al comienzo subrayamos la fatalidad, lo inexorable de la muerte, la inminencia del fin. Leeríamos angustiadísimos el parlamento de la madre porque ya sabríamos de qué se trata todo.

La mujer con alas: ¿Las alas de Lucina serán una alegoría de la imaginación? Lean ese pasaje que comienza “Estas fugas clandestinas…”, donde no solo eso parece decir. Es, creo, la antítesis del marido, ese hombre presentado de movida como expresión de la carencia de imaginación, de la falta de vuelo.
            Finalmente prefieren recurrir al Reverendo y no al doctor. Es tentador pensar en lo que el doctor hubiese hecho: por ejemplo, explicar que las alas no son alas y hacerla pasar el resto de su vida convaleciente, en el lecho… junto a su marido.
            El final es abrumador de tan bueno: ¿una defensa de la infidelidad?, ¿un recurso feminista?, ¿una defensa de paraísos artificiales?, ¿Tal vez de la ficción? Buen cuento.


La niña olvidada: los laberintos de la memoria que quedan vacantes son suplidos por la fantasía. Al revés que Funes el memorioso. No está nada mal.

Los bultos del jardín: Parece una buena parábola apócrifa de la Biblia. Si, Dino: hoy yo también he tropezado con usted.

Los siete mensajeros: Yo creo que nunca olvidaré este cuento. Con un número bíblico y fetiche, Don Dino nos transmite el transcurrir del tiempo graficándolo en las distancias espaciales. Pero a mi me queda la sensación—y no creo ser el único—de que, como suele pasar con la buena narrativa, el motivo de la alegoría termina siendo menos angustiante que la alegoría en sí. Esa esperanza permanentemente renovada, el viaje que se retoma sin, por fortuna, conocer lo que hay tras el horizonte, mezclado con la espera nostálgica del mensajero que cada vez nos acerca noticias más distantes… hacer el propio camino… Leer este relato nos genera una extraña simbiosis de sentimientos encontrados. Excelente.

Miedo en la Scala: Humor, y del bueno, tiene Buzzati. No me queda ninguna duda después de leer este largo cuento. El conjunto se parece demasiado a El ángel exterminador de Buñuel o a Ensayo de orquesta de Fellini. (Wikipedia me tira un dato importantísimo: (¡¡¡este relato precede en más de una década a las otras!!!)[1] Y, con mayor vaguedad, rememoro Casa tomada y el comienzo de El Eternauta. Se hace lugar a la crítica social y musical. (Wikipediando me entero que era periodista y músico.) (ATENCION: NO PUDE ENCONTRAR EN LA RED NINGUNA ASOSIACIÓN ENTRE ESTE CUENTO Y LAS DOS PÈLÍCULAS. ES MUY DIFICIL SUPONER QUE BUÑUEL Y FELLINI NO HAYAN ESCUCHADO, O AL MENOS QUE ALGUIEN LES HUBIESE SOPLADO SOBRE MIEDO EN LA SCALA.)

¿Y si?: Qué se yo… No está mal, pero… la temática (si es que es el “flechazo del amor” es  la temática—, cosa más que dudosa) no es de mi predilección. Además… no sé… es más que previsible. Y perdonen si suena a exabrupto.


[1] Subordinadas agregadas después.

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