Cuando el alma ladra.
Se cierne la primera guerra mundial. Un sinnúmero de hombres se enrola en el ejercito. La guerra será rápida y las naciones que van a defender, grandes. Aquellos que defendían la solidaridad de clase superando toda frontera abandonan su credo y siguen a sus compatriotas. Están marcados a fuego por el sentido de la nacionalidad. El conflicto se expande y se dilata por tiempo indeterminado. Finalmente toda Europa pierde, derrochando a millones de jóvenes y desplazando su hegemonía mundial en favor de los Estados Unidos.
En un documental reproducido por el canal Volver, escuchamos a un hombre que fue torturado en la Escuela de mecánica de la armada en tiempos del mundial 78. El periodista le pregunta si en ese campo de concentración clandestino, cito a pocas cuadras de la cancha de River, se gritaban los goles de Argentina argentina. Responde que sí. Responde que él mismo los gritaba.
Fermín tiene un perro. Bobi mueve la cola cuando lo ve aparecer luego de una ausencia. Aunque Fermín lo golpea habitualmente y lo alimenta poco, Bobi le responde siempre con el mismo cariño.
Claudio piensa abandonar el país. Acá se trabaja mucho y se gana poco. Allá es diferente; uno se siente un ser humano. Habla muy mal del país que lo vio nacer, donde aprendió a hablar, donde nacieron sus padres que le enseñaron a hablar. Y todo ese esfuerzo para que ahora diga esas cosas sobre el que, a su pesar, es su país. Casualmente él y yo compartimos la misma cuna: Argentina. Hay que ser realista: Claudio tiene razón, pero para mí es un pelotudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario