Aquiles no existe.
Los acontecimientos deportivos suelen despertar una gran cantidad de clichés. Por estos días se están desarrollando los juegos olímpicos en Grecia, y me parece una ocasión excelente destruir alguna creencia muy arriesgada; la creencia de que el hombre más rápido del mundo es el ganador de los 100 metros libres. Esto por supuesto es totalmente falso, al menos desde que el griego Zenón de Elea dio a conocer sus argumentos en contra del movimiento, los cuales nos son transmitidos acabadamente por Aristóteles en la Física Z 9, 239 b 9.
Los dos argumentos que más me interesan son los siguientes.
El primero es el que “juzga imposible el movimiento, ya que conviene que lo que se mueve debe llegar a la mitad antes que a la meta”. En efecto, un corredor debe llegar a la mitad del recorrido que media entre él y la meta no importa todo lo que adelante hacia la meta. Por lo tanto nunca alcanzará la meta.
El segundo es el que conocemos como el de Aquiles y la tortuga. Aquiles nunca puede alcanzar a la tortuga porque “un móvil más lento nunca puede ser alcanzado por uno más veloz. Porque para ello sería preciso que el perseguidor llegase hasta el punto de donde ya salió el perseguido; de modo que resulta necesario que el más lento vaya siempre por delante”.
Zenón debió ser muy odiado por sus contemporáneos, quienes vivían las olimpíadas con la misma efusividad con que lo hacen los griegos de hoy. En cualquier época la prueba atlética por excelencia es la de los 100 metros. Zenón no solo era un subversivo que negaba al ganador de esa carrera, también era un provocador que negaba la posibilidad de que un semidiós como Aquiles pudiera ganarla- negando con ello la misma existencia del semidiós- y elevando al olimpo a una tortuga, animal que destacaba en el panteón de los pueblos bárbaros.
Como ve, estos famosos y fabulosos argumentos van en contra del hombre más rápido del mundo, pero olvidan algo desconcertante: la realidad.
Yo ofrezco un tercer argumento, que guarda el discutible mérito de ser real.
El ganador de los cien metros libres es el corredor más rápido del mundo en 100 metros. Pero para llegar a los 100 metros primero tuvo que recorrer 50. Y antes de 50, 40, y así sucesivamente. Para ser el más rápido del mundo debe cumplir la condición de llegar primero a todos estos metros, o lo que es lo mismo, tener por detrás a todos sus competidores desde el mismo comienzo de la carrera. Caso contrario, sólo lo espera el honor de ser el más rápido de los 100 metros. Discutible honor, como hemos visto.
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