viernes, 4 de noviembre de 2011

EL ciclo de la carabela y la peste bubónica

EL ciclo DE LA CARABELA y la peste bubónica

    Para completar al menos provisoriamente aquel artículo que se llama La estrategia del cocodrilo, elegí como explicación analógica las peripecias que vivieron los tripulantes de las primeras embarcaciones que llegaron a nuestro continente. El texto es mío y está basado libremente en un sesudo artículo de la revista  Todo es historia, que leí hace algunos años.

            Los barcos eran chicos. En las reducidas dimensiones de la nave, que no parecía más que un ataúd modificado, la pequeña tripulación tenía la sensación de ser numerosa y en ese número encontraba la compañía para ahogar la soledad.  Subían a bordo solo con algunos litros de agua y algunos kilos de carne.  Para evitar la corrupción  la carne era sumergida en sal. Un alimento muy salado llama imperiosamente al agua. y la providencia solía brindarles una lluvia si era necesario.
            Pero no estaban solos. Las ratas acechaban la carne por todos los rincones. Cuando el barco era sometido a las inclemencias del tiempo y mantenerlo a flote era más importante que cuidar de la comida, las ratas se tiraban sobre el alimento.  Si el clima se tornaba propicio para atender los asuntos domésticos los marineros desataban una guerra sin cuartel contra las ratas, máxime si el aire no se presentaba como viento y la forzosa inmovilidad de la nave obligaba a distraer la mente. Bastaba con dejar vivo un macho y una hembra para que la carne corra la peor suerte.
            Ratas y hombres comían lo mismo, y siempre perdía la carne. Cuando esta terminaba salían a buscar a las ratas, que ahora eran miradas como un manjar. Si el exterminio de la plaga había sido un éxito, ahora tendrían que asumir un fracaso; el de la falta de previsión. Los nervios provocaban motines y sublevaciones contra el capitán o el almirante, títulos que ya resultaban inoportunos. Y en el ataúd modificado comenzaba la casería humana. El mejor condimento el sudor. El mejor aderezo la sangre. Finalmente quedaba uno. A lo sumo dos. Quizás el destino o la suerte (Dios sabe) les hacía ganar una costa. Quizás no.

            Razone por analogía, hay muchas. Por ejemplo aquello de la sal o aquello del agua y la providencia. Acaso el lugar más común es pensar que el barco es una alegoría del mundo y los hombres son los marineros. Yo prefiero pensar que el mundo es la carne y que nosotros somos las ratas. Mejor no me pregunte quienes son los hombres.



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