viernes, 4 de noviembre de 2011

De cómo podemos llegar a ser el ombligo del mundo.

De cómo podemos llegar a ser el ombligo del mundo.
Los argentinos tenemos la costumbre de considerar que la vida está en otro lado, preferentemente en otro continente. Una explicación estaría en nuestra ubicación geográfica en el culo del mundo, como se dice. Otra explicación, más difundida, de este hecho tan notable es que, al ser un país poblado por inmigrantes mayoritariamente de otros continentes es lógico que sus habitantes (sus descendientes) crean que solo están de paso por acá.
            La histeria no es menos notable entre nosotros: somos como la gata flora.  La única salida que nos queda es Ezeiza,  pero nadie extraña más a su país que un argentino que se fue. Afuera, los peruanos, los paraguayos o los rusos prefieren callar su procedencia. Nosotros lo publicamos a viva voz a cualquiera que pase, y si no tenemos la oportunidad de volver a Ezeiza, lo lloramos.
            Entre los nuevos inmigrantes la cosa se ha radicalizado. Los orientales (y no me refiero a los uruguayos) están de paso, y si terminan por quedarse es porque el primer mundo les cierra las puertas y porque sus países de procedencia no los tienta. Los de países limítrofes (y no me refiero a los uruguayos) aspiran a criar hijos argentinos. En algún sentido son espiritualmente más argentinos que nosotros.
            Pensando el asunto recordé una costumbre que han difundido periodistas y políticos: la de considerar a Perú como país limítrofe. Mas allá de esta evidente ignorancia hay una realidad: cierta homogeneidad cultural entre los países que nos rodean.
            Así, sin mucho esfuerzo, di en la clave del tema que abre este apartado.
            Nuestro país no esta condenado a ser un país de transito porque se halle en el culo geográfico ni porque este habitado por inmigrantes. La clave esta en aquella unidad cultural que nos une a nuestro entorno. Si Paraguay fuese un país negro de habla francesa; si en Chile se hablara en Alemán; si la lengua oficial del Uruguay fuese el ruso y si los bolivianos profesaran masivamente el islamismo, esto seria otra cosa, otra cosa peor quizás, como Europa.
            No todo es el éxito económico. Los odios encarnizados que se suscitan en aquel continente son hijas de la proximidad. En fin de cuentas Europa es una pequeña y aislada península en el oeste de Asia y al norte de África, que para colmo tiende cada vez mas – precisamente por eso – al aislamiento. Sin embargo, el éxito económico es condición suficiente para no sentirse apartado del mundo, incluso para sentirse su centro. Países literalmente aislados, desabitados y llenos de inmigrantes como Australia y Nueva Zelanda, y cuyas políticas consecuentes de no aceptar etnias muy distintas los han llevado a una  relativa homogeneidad cultural creada casi ad nihilo,  ostentan orgullosos de su residencia en los bordes del mundo, en el culo, y todo eso en virtud de su éxito económico.
            Ergo, la condena Argentina y la de los países limítrofes (como Perú) a la sensación de estar de penitencia en esta parte de La Tierra no hay que buscarla tanto en la procedencia de nuestras culturas, en la mezquindad de su demografía,  sino en las enormes distancias que separan lo distinto entre nosotros (repito: el problema no esta en las distancias sino en la falta de lo distinto), la penitencia hay que buscarla principalmente en la falta de éxito económico, y acaso secundariamente en otra cosa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario