El banano.
Le mostraba la ciudad a un primo misionero. Le hacía recorrer la mirada por aquellos lugares que yo consideraba de interés. Le mostraba cosas grandes Él callaba. ¿Estaba impresionado? ¿Estaba impresionado de lo mucho que yo hablaba? Decidí volver a casa un poco despechado con ese primo ingrato que no se interesaba por nada. Ahora le daba el gusto de callarme. Azarosamente tomamos por Moreno. En esa calle, entre Virrey Cevallos y Solís, hay un estacionamiento. Ese sería el último lugar que le mostraría de la ciudad, sin embargo, él se paró. “Mirá, José, un banano” Efectivamente, en la entrada del estacionamiento había un banano. Solía pasar por ahí pero nunca lo había visto.
Con el tiempo fui descubriendo que muchos estacionamientos de la ciudad de Buenos Aires poseen un banano. Interesado por el asunto interrogué a la gente que trabaja en los estacionamientos tropicales. Pero quien finalmente terminó siendo interrogado fui yo.
__ ¿Por que razón plantan un banano?
__ ¿Qué banano, señor?
Echar una mirada de campo a la ciudad (y a su gente) puede ser muy edificante.
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