El individuo está muriendo.
El segundo puesto ha nadie le interesa. El segundón es un papel ridículo en comparación con el primero. Francis Drake fue el segundo en dar la vuelta al mundo, pero su fama deriva de su profesión, de pirata. Sin embargo, en su memoria se puede conceder que, en realidad, fue el primero, en tanto partió y retornó a Inglaterra como jefe de la expedición, no como El Cano, que compartió los laureles con Magallanes. Si estos dos fueron los primeros, el pirata fue el primero.
Con Colón pasa un hecho extraño. En El décimo descubrimiento de América ya advertí de otros competidores del Genovés que también pueden reclamar legítimamente el primer puesto en la carrera por el descubrimiento. Pero Colón, más aún que el primero, fue el segundo. En efecto, si tomamos las interpretaciones más difundidas y seguramente más razonables, debemos reconocer que Los Vikingos se le adelantaron. Y eso no es todo, si omitimos a los normandos es arto sabido que a Colón lo sucedió él mismo en su segundo viaje. De esta manera es obligado otorgar al almirante el segundo puesto por partida doble, lo cual prueba que se puede ser muchas veces segundo, pero no muchas veces primero.
Los primeros en volar fueron los hermanos Montgolfier, que allá por los años de la revolución francesa se elevaron con un globo. No obstante, los hermanos que se llevaron la gloria fueron los Rawiht. Estos últimos fueron los primeros en volar con un aparato más pesado que el aire, lo cual ya es mucho, pero temo que la posteridad ha olvidado a los franceses no tanto porque su hazaña sea semejante a la de los norteamericanos, sino porque tenían una filiación idéntica, pues también, desgraciadamente, eran hermanos.
El primero en salir al espacio exterior fue una mujer, bah, una perra, Laika, y el primero en llegar a la Luna fue un hombre (la mujer aún no ha llegado a la luna) que se llamaba Neil Armstrong, el cual descendió en el blanco círculo un 21 de julio de 1969. ¿Qué? ¿Qué se trata de una mentira y una patraña?... justamente de eso le quiero hablar.
Recuerdo que hace un par de años muchas personas pusieron en tela de juicio esa humana hazaña. Como parte de una evidente campaña de prensa tendente a desprestigiar al gobierno norteamericano, se dijo que las filmaciones que muestran a los tripulantes del Apolo II caminando sobre el satélite eran falsas. Se esgrimieron argumentos de carácter técnico para apoyar esa afirmación, que se pueden sintetizar en la imposibilidad de emitir esas imágenes con la tecnología de aquellos años. De pronto, parecía que todo había sido una campaña yanqui para ganar la carrera espacial por el atajo de la mentira. La gesta, que sin exageración se puede considerar la más grande de la humanidad, repentinamente era un asunto de los Estados Unidos, y para colmo, vergonzoso.
Pero hay importantes cosas que considerar antes de someter a juicio personal la polémica noticia:
1) Que las imágenes que se difundieron sean falsas no implica que el logro no haya sido alcanzado. Es probable que el poder de propaganda que alcanza una imagen no lo alcance nada, y que por lo tanto se trate de una superproducción de Hollywood. Pero, de ahí a afirmar lo otro hay un gran paso, un gran paso en falso.
2) Se olvidó – aunque en realidad hicieron olvidar deliberadamente – que en el lapso de tres años, entre el 1969 y 1972, el proyecto Apolo hizo desembarcar en total unas 12 personas sobre esas costas improductivas y fascinantes, tan poco atractivas cuando se las mira de cerca como las malas noticias. Entonces, en el caso de que la primera de las misiones de alunizaje haya sido una farsa, no se pueden olvidar las otras tres. Los norteamericanos, nos guste o no, se parecen a Colón: si negamos que fueron los primeros, tenemos que resignarnos a aceptar que fueron los segundos. Pero en este caso no contamos con Vikingos ni nada por el estilo. Ergo, ellos fueron los primeros, a menos que hayamos sido engañados en cuatro oportunidades, lo cual resulta más difícil que llegar a la luna. Repito, ellos fueron los primeros, no obstante, para mí, ellos somos todos nosotros, usted, yo y los energúmenos que difundieron esa noticia.
3) Los primeros en perjudicarse con la noticia fueron los jerarcas comunistas soviéticos. Ellos, que conocían el proyecto Apolo como todo el mundo, contaban con sobrados medios para constatar la verdad o no del magno hecho. Pero nada dijeron. Ni siquiera llegaron al extremo de la mentira gratuita, pues nada les costaba desacreditar lo que decían sus rivales.114
4) En la Luna no hay atmósfera y no hay actividad geológica. Si alguien deja su huella al caminar sobre ese polvo, o clava una bandera, esa huella y esa bandera permanecerán allí virtualmente por toda la eternidad. Sabemos con exactitud donde están esas marcas indelebles, y a los rusos nada les hubiese costado verificarlo, pues ya habían alunizado varias veces, aunque sin tripulación, y habían fotografiado en detalle la superficie del satélite, (a menos que esto último también sea mentira.)
En fin, la noticia parece tener dos caras, pero sólo muestra una, como la Luna.
Volviendo al tema de los primeros y de los segundos, es evidente que a Neil Armstrong, que consiguió una hazaña superior al descubrimiento de América, no se lo valora como a Colón. La razón es muy obvia: un proyecto era de Colón, el otro de un estado. De hecho, en principio habían asignado para dar el primer paso en la Luna a otro astronauta, y el intercambio de protagonista no hubiera modificado la proeza.
Hoy en día las hazañas son compartidas y los laureles se reparten. Si observamos una lista de los premios Nóbel de Física, Química, y Medicina o Fisiología desde 1901 hasta hoy, notaremos que en los primeros años los galardones eran individuales y que progresivamente se van otorgando premios simultáneamente a dos y a tres personas, que en fin de cuentas esconde el premio para un laboratorio o una corporación de profesionales. En el territorio de la ciencia y la técnica ya no hay lugar para personalidades. El individuo esta muriendo y se refugia principalmente en las artes. (Pensemos por ejemplo en el premio Nóbel de Literatura, que no se suele compartir.) Ya no hay lugar para enfrentamientos como el que sostuvieron Newton y Leibniz por el descubrimiento del cálculo infinitesimal. Estamos empezando a advertir que el individuo abocado a las novedades científicas, en su imposibilidad de lidiar con un material de investigación tan amplio como nunca se vio, está siendo fagocitado por la sociedad científica. Ese individuo esta obligado a cooperar o a desaparecer como tal. Y yo celebro todo esto.
Estoy persuadido de que cuando nuestra especie ponga sus pies en el planeta Marte, el individuo que tenga el honor de la primera vez, quedará archivado en el manual de las estadísticas, así como la nación que logre llevarlo hasta allá, y todos nosotros podremos reclamar una porción de esa gloriosa empresa, tan grande que, por mucho que se reparta, siempre sobrará algo. También estoy convencido de otra cosa, los habitantes del futuro le harán justicia a la gesta lunar, y olvidarán a Armstrong, a EEUU y seguramente a los periodistas que difundieron aquella noticia, para mancomunarlos bajo el apropiado seudónimo de seres humanos. Quizás eleven una crítica a sus ancestros por olvidar a las mujeres, y, como ayer, como hoy, como siempre, tengan una palabra de agradecimiento para Laika y su especie.
114 En realidad, de haber procedido la URSS de esa manera hubiese provocado que EEUU desacreditara los exitosos programas Lunik y Zonda, generando ulna cadena de mentiras en la cual terminarían por perder ambos contrincantes.
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